APUNTES BIOGRÁFICOS
E x c m o . é l i m o .
SR. DR. D. JOSÉ IRÍA DE ÜRQUMOMÍB
OBISPO DE BARCELONA,
(o. K. p. n.)
REDACTADOS
P O R S U C A P E L L Á N H E H O N O R
D. FRANCISCO CASTELLANO Y MEDERO,
CAUCELONA:
IMPRK.NTA mi. HKRKDKRO DE 1). PABLO RIKRA,
c a l l e lie Robador, núras. H y 2tí. '
1 8 8 3 .
t
Hace muy pocos días, estando nosotros suniamenle afligidos por
ItiiUarse postrado en el lecho del dolor, gravemente enfermo, el va-ron
insigne, que lan paternal cariño nos profesaba, veíamos con sin
igual agradecimiento que innumerables personas de toda edad, sexo
y condición, con la ansiedad pintada en su rostro y con la angustia
en sus corazones, acudían á adquirir noticias del venerable enfermo
y á inscribir sus nombres en las lisias colocadas en la episcopal antecámara.
Más larde ¡ay! plugo al Señor disponer de aquella preciosa
existencia, empleada sólo en procurar la gloria divina y la
salvación de sus hermanos; y entonces, con admiración profunda y
ternura indecible, (poniue lodo lo que cede en bien de la Iglesia y
en honra del ser querido, cuya pérdida lamentamos, ha conmovido
siempre las libras más delicadas de nuestra alma), contemplamos el
grandioso espectáculo que ofrecía una populosa ciudad católica y
española, derramando llanto de dolor sin medida, llevando el lulo
en los cuerpos y en los espíritus, al tributar los úllimos íiomentijes
de gratitud y de lilial amor al Padre verdaderamente misericordioso,
al misionero incansable, al santo Obispo, que, arrastrado por la vehemencia
del amor hacia sus líeles hijos, en momento solemne, les
prometió no abandonarlos nunca, y que, cumpliendo su palabra, por
disposición divina acababa de exhalar el último suspiro entre las
fervientes oraciones de su amada grey. La pren.sa toda, en aquellos
días, olvidando por un momento sus mutuas diferencias, y haciendo
justicia á las grandes dotes, al celo, á las eminentes virtudes del
ilusirísimo (inado, honró su memoria con .sentidas, corteses \ nobi-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
lísimas frases, asociándose sin reserva al duelo \ al universal senli-miento.
¡Oh! ¡Cómo hemos bendecido en más de una ocasión, desde el
fondo de nuestra alma, el noble proceder, los sentimientos caballerosos,
filiales, en una palabra, verdaderamente cristianos que han
mostrado en horas tan tristes los Excmos. Sres. Capitán general,
Gobernador civil, Alcalde constitucional, todas las demás Autoridades,
tantas Corporaciones y A.sociaciones y, en fin, la población entera
de esta ciudad importantísima! ¡Ciertamente no dejará sin recompensa
esta conducta, observada para con uno de sus primeros
ministros, aquel adorable Señor, que decía á sus Apóstoles: «El que
á vosotros honra, me honra á Mí, el que os desprecia á vosotros, á
Mí mismo me desprecia!»
Más de una vez, como si su Divina Majestad quisiera que lodos
se cerciorasen de la sinceridad de estas demostraciones de ternura y
de pesar, llegaba á nuestros oídos y desgarraba nuestro corazón el
llanto inconsolable de tantos necesitados que perdían, arrebatado
por la muerte, al Padre amorosísimo que tantas veces enjugara sus
lágrimas, al (iel y lierno Amigo que siempre había escuchado sus
cuitas con entrañas de misericordia, al poderoso Protector que con
benevolencia suma y solicitud tan exquisita procuraba el remedio de
sus dolores. Entonces, trayendo á nuestra memoria todas las circunstancias
ya dolorosísimas ó ya allameule consoladoras de los hechos
que acabábamos de presenciar, nos veíamos en la precisión de
reconocer, (y así lo hemos significado repelidas veces á las personas
de nueslra íntima confianza, conmovidas y admiradas como nosotros),
que los honores inusitados que se tributaron en vida y después
de su muerte á nuestro inolvidable y venerado Pastor, sólo
se explican por la acción directa de la Providencia divina, que, al
suscitar enlre nosolros figura lan esclarecida y perfecta y al alraerle
los corazones de todos sus hijos, se había propuesto, sin la menor
duda, algún fin trascendental y sacrosanto ; acaso (como hemos oído
decir á un Prelado muy ilustre de la Iglesia española), acaso arraigar
de una manera profunda en los ardientes y nobles corazones de
los católicos catalanes, el respeto á la autoridad epi.scopal y la unión
inquebrantable con sus Prelados, que son los verdaderos, legítimos
y santos lazos que los unen con la infalible, santa y amadísima Silla
del Vicario de Jesucristo.
La consideración de lodos los hechos de la existencia del ilustrísimo
finado, desde su nacimiento hasta su muerte, haría resplandecer
con mayor claridad que la del mediodía, que no somos temerarios
en atribuir directamente á la mano del Todopoderoso el conjun-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
to (le los sucesos de que acabamos de ser testigos. Si renunciamos,
aunque con verdadera pena, á esle trabajo, que sobre ser incompatible
con lo^ estrechos límites de un Bolelin oficial, comprendemos
perfeclísimamenle cuánto supera á nuestras fuerzas, es con la fundada
esperanza de qne, tal vez en tiempo no lejano, plumas católicas,
admirablemente cortadas, consuelen y ediliquen los corazones
rectos, escribiendo, con toda la extensión de que es muy digna y
apoyando su relato en documentos fehacientes, la vida de abnegación,
de sacrificio y de perfecta santidad de nuestro amadísimo Padre, del
venerable Pastor, cuya muerte llora hoy España entera, y de un modo
muy particular el Episcopado español, gran número de cuyos venerables
individuos, en sentidísimas cartas que tenemos á la vista, consideran
como una pérdida irreparable para la Iglesia, la del Obispo, que
con sus extraordinarias virtudes y admirable celo apostólico, había
conseguido llamar de un modo muy preferente la atención pública.
Comprendiendo que, mientras esto no sucede, nos hallamos en la
imprescindible y consoladora al par (|ue ardua obligación de presentar
al sabio y virtuo.so clero y á lodos los piadosos fieles de esla
Diócesis un resumen, siquiera sea corto é incompleto, de las virtudes
y admirables tareas de ese Pastor que supo ganarse los corazones
desús hijos, agruparemos en estas breves líneas los hechos más notables
de la vida de ese Padre amadísimo que, siguiendo las huellas
de su Divino Maestro, nuestro buen .lesus, ha pasado enlre nosotros
como un relámpago, sí, pero derramando por todas partes innumerables
beneficios, mostrándonos cuan deleznables y dignas de desprecio
son las cosas de la tierra, y .señalándonos con su palabra y con su
ejemplo la senda más breve y segura para entrar en nuestra verdadera
é inmortal Patria.
El Excmo. é limo. Sr. Dr. D. José María de Urquinaona y Bidol
(q. s. g. g.) vio la luz por vez primera en la ciudad de Cádiz, el
día 4 de setiembre de 1814. Su padre, que perdió cuando apenas
tenía tres años, fué D. Manuel María de Urquinaona, distinguido
ahogado de a(|uel Colegio, y fué su madre D.' Juana Bidol, matrona
noble y cristiana, (lue dedicando con el más santo desvelo al cuidado
de su familia y á la educación esmeradísima de sus hijos,
los 51 años que sobrevivió á su buen espo.so, tuvo la dicha de recoger
en abundancia los sazonados frutos que brotaron de las benditas
.semillas de virtudes que había sabido colocar en el bellísimo corazón
del que fué nuestro gran Pontífice.
En la vida del Excmo. Sr. de Urquinaona, como en la de lodos los
varones insignes, destinados por Dios para cumplir alguna inq)or-lanle
y augusta misión enlre los hombres, se ve de una manera cía-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
rísima la acción sagrada de la Divina Providencia, ordenando todos
los acontecimientos y dirigiendo hasta los sucosos de menor monta
á disponer y preparar del modo más perfecto á la criatura elegida,
para que un día pueda llegar á conseguir cumplidamente el fin (|ue
le señaló la Sabiduría infinita. Para enriquecer, sin dí\da, desde
muy temprano con los riíjuísímos é inestimables tesoros de su gracia,
al que un día había de predicar su verdadera fe á tantos pueblos
y arrancaría de las funestas garras <lel infernal dragón á innumerables
corazones, dispuso la .Majestad Kterna (jue cl espíritu de una
madre, amante y sólidamente piadosa, se sobresaltara, no por el estado
enfermizo y menos por alguna .señal de inminente rie.<go que
apareciese en el recien nacido, sino por la misma robustez y buenas
condiciones de salud con que había venido al mundo, apresurando
con ansia cristiana el momento en que su amado hijo debía ser regenerado
en las fuentes del Cordero sin mancilla. El Excmo. señor
Urquinaona recibió, en con.secueiicia, el .santo Hautismo á las pocas
horas de haber nacido, habiéndole sido administrado en la Catedral
antigua, en cuyo templo se hallaba establecida entonces como ahora
la parroquia de que eran feligre.ses sus padres. En el mismo templo,
según se complacía muchas veces en recordar nuestro (|ueridísimo
Padre, recibió á sn debido tiempo de manos del santo Obispo don
Fr. Domingo de Silos .Moreno, el Sacramento de la Confirmación y
todos los Sagrados Ordeños; y más tarde en la misma Catedral, pero
ya en cl elegante y bellísimo templo nuevo, fué consagrado Obispo
de (>anarias, por el virtuosísimo é inolvidable Obispo de aquella
Diócesis, D. Fr. Félix María de .\rriete \ Llanos.
Ln favor muy notable, que nuestro noble Prelado reconocía con
indecible consuelo haber recibido de la Santísima Virgen á la tierna
edad de .seis años, afirmó para siempre en su alma aiiuella devoción
profundísima, aquella ternura sin límites que profesó durante toda
su vida á nuestra excelsa, mi.sericordiosísima y muy amada Madre,
la gloriosa lleina del cielo, María santísima, invadido en l de octubre
de 1819 por la fiebre amarilla (|ue, como espantoso castigo divino,
arrebataba entonces á millares las vidas de los atribulados
habitantes de la ciudad gaditana, llegó á tan lastimosa extremidad,
por habérsele formado un enorme absceso en el vientre y otro horrible
tumor en el muslo izquierdo, que los mas célebres facultativos
de aquella sabia Academia de medicina, declararon unánimamenle
(jue sin un verdadero milagro cl niño sucumbiría á la atroz violencia
del mal. La religiosa cuanto afligida madre no vaciló en implorar
con el fervor más ardiente la protección de la (pie es Auxilio
benditísimo de todo el <iuc sufre, \ dichosamente su oración fué
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
oída. El 18 de diciembre del mismo año, día en que celebra la Iglesia
la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza, cuando el niño casi
agonizante se encontraba sumergido en un sopor profundo, se le abrió
el absceso del vientre con pasmo de los facultativos. Mas, aunque
hecho tan notable alentó, como no podía menos de suceder, las esperanzas
de todos, no quedó el enfermo fuera enteramente de peligro
hasta el día de la Purificación de Nuestra Señora, ó sea hasla
el 2 de febrero del siguienle año de 1820. Hasla entonces no se le
pudo operar el tumor del muslo, como si hubiese querido significar la
Santísima Virgen María cuánto se complace en adelantar sus favores
á los que han de ser sus devotos fidelísimos, y se han de esforzar en
procurarle el honor y la gloria que le son tan debidos.
¿Qué se puede esperar de principios semejantes, más que obras
grandes, sentimientos nobilísimos, virtudes heroicas durante la vida
y, al fin, como hemos tenido la dicha de presenciar, la corona del
justo, que es una muerte preciosa á los ojos de Dios?
En efecto, crece el niño José María y colocado como interno en
el Seminario Conciliar de San Bartolomé de su ciudad natal, hace
lan rápidos y notables progresos en las ciencias eclesiásticas, que su
esclarecido tálenlo llama seriamente la atención de sus ¡lustres profesores,
entre los que se contaban varones lan eminentes como don
Manuel Veyes, lectoral; D. Sebastian Belluga, canónigo, ü. Antonio
Romero, magistral, y el Excmo. é limo. Sr, D. Juan José Arbolí, entonces
doctoral y más larde Obispo dignísimo de aijuella santa Iglt-sia.
A los 18 años, mediante una oposición brillantísima, que sólo
se diferenció de las que se llaman mayores en que sus actos duraron
la mitad del tiempo que los de éstas, ganó en la ciudad de Jerez una
pingüe capellanía, cuya provisión solicitaron gran número de competidores
de indisputable talento y de verdadero saber.
Ordenado de diácono, para refular un libro que había publicado
una persona á él muy allegada, que se había dejado arrastrar perlas
falsas ideas modernas, escribió una obra verdaderamente notable, en
la que con lógica irresistible y gran erudición reduce completamente
á polvo todos los errores del liberalismo, condenados en los años posteriores
por el Santo Ponlílice Pío IX, el Grande. Esta obra, que no
vio la luz pública, porque su autor carecía á la sazón de los recursos
' indispensables para sufragar los costosos gastos de la impresión, fué,
sin embargo, presentada á la censura eclesiástica en Sevilla, mereciendo
por ella el joven Urquinaona los más afectuosos plácemes del
Emmo. Sr. Cardenal Cienfuegos, Arzobispo de aquella Archidiócesis.
Si sus progresos en las ciencias sagradas y la integridad de su
conducta le habían conquistado lan buena fama de excelente leólogo
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
y dp modelo de eclesiásticos fine, al concluir de ordenarlo de presbítero
en 23 de setiembre de 1837, le favoreció el limo. Sr. 1). Fray
Domingo de Silos Moreno con licencias remotas para celebrar, predicar
y confesar en toda la Diócesis de Cádiz, el resplandor de sus
virtudes, sobre todo la sin igual prudencia qne mostró en ocasiones
bien difíciles, le merecieron en 183Í) el honro.so, si bien delicado nombramiento
de capellán del ohservantísimo Convento de religiosas
(iapuchinas del Puerto de Santa María, cuyo cargo se conliere, especialmente
en atiuella Archidiócesis, á sacerdotes de virlud muy probada,
de claro talento, de .suma experiencia y regularmente ya entrados
en edad.
Kn 1 8 i i fué nombrado Cura y Beneliciado de la iglesia Mayor
Prioral de a(]ueila importantísima población, l'n libro entero sería
necesario para consignarlos santos trabajos y apostólicas tareas con
que procuró la santiticacion de sus prójimos en el ardor de aquellos
años (|uc, por haberse deslizado en la oscuridad, fueron tan gratos á
su humilde espíritu, (¡ue repetidísimas veces le hemos oído decir
que fueron los más bellos de su vida. Exactísimo en el cumplimien-lo
de sus deberes, parecía multiplicarse para que no fallara el Cale-cismo
de los niños y para dar el pan de la divina palabra á los heles
todos los domingos; pues estas tareas casi siempre las tenía á su cargo
por hallarse enfermos ó imposibilitados los otros Ires Curas, sus
compañeros. Incansable á la cabecera de los enfermos, desvelándose
siempre para procurará los pobres el remedio de sus necesidades,
guía prudentísimo del poderoso y amigo de sin igual ternura [tara el
|)ohre, de lal suerte supo con(|uistarse el aprecio y la veneración de
lodos que, con un duelo general, se supo la acertada elección (|ue
había hecho de él para su Secretario de Cámara, su antiguo caledrá-lico,
el .sabio filósofo, Dr. 1). Juan José Arbolí y Acaso, cuando
en 18S2 fué con.sagrado Obispo de Guadix. En aijuella ciudad
mariana, regada copiosamente por los primeros sudores del apostólico
varón, cuya pérdida lloramos, jamás podrá olvidarse la devoción
filial, el fervor amantísimo eon que procuraba que, el grandioso
eullo que tributan aíjuellos nobles y agradecidos habitantes á su excelsa
patrona la santísima Virgen bajo el bellísimo título de Nuestra
Señora de los Milagros, no sólo creciese cada día ci^ esplendor, sino
(jue brota.se verdaderamente de corazones cristianamente penetrados
de la magnitud inmensa de los favores derramados en abundancia
por la Soberana Emperatriz de cielo y tierra, sobre los hijos de
aquella ciudad, que lleva dichosamente su bendito nombre; jamás
podrá olvidarse tampoco la hermosa actitud con (pie lleno de confianza
en la Divina Providencia, sentado en un tosco banquillo y con
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
— y —
una espurtilla en la mano, imploraba en la puerta del mercado de
carne la limosna del rico, el óbolo del pobre, para sostener las secciones
de Beneliceiicia domiciliaria que, mucho antes de que el Gobierno
hubiese ordenado su íormacion, había fundado y prestaron
servicios de gran importancia en las repetidas epidemias del cólera
morbo y de las viruelas, con que en los años siguientes se vio azotada
aquella Ciudad.
Pocos meses ocupó el limo. Sr. Arbolí la antigua y gloriosa Sede
de san Torcuato, pero en este breve espacio de tiempo, ya por sí, ya
comisionando á su activo y celoso Secretario de Cámara, que había
sido nombrado Canónigo de aquella Basílica, apesar de que la gran
cantidad de nieve que cayó aquel año volvía casi intransitables los
caminos, visitó la mayor parte de aquella pequeña Diócesis. El señor
Urquinaona que aseguraba no sentir gran molestia por los rigores de
aquel desapacible invierno, de tal manera se dedicaba á la evangélica
tarea de la predicación que, como lo hizo después en la Diócesis
de Canarias, solía predicar más de tres sermones al día, para que
ofreciéndose al pueblo el saludable pasto de la divina palabra en
iglesias distintas y á horas diferentes, ninguna persona por ocupada
que estuviese pudiera carecer de tan imponderable benelicio.
El Excmo. Sr. Arbolí conocía tan perfectamente el relevante mérito
de su Secretario de Cámara, que previo y aun le anunció repetidas
veces, según lo hemos oído en muchas ocasiones de los labios del señor
Urquinaona, que algún día había de ser colocado como vigilante
Centinela de la casa de Israel, como hermosa Ciudad que se levanta
en la cima de los montes, en una palabra, como augusto Príncipe de
la Iglesia de Dios, y llevado sin duda de este pensamiento, ántesde pasar
á la Diócesis de Cádiz, para la cual había sido promovido á mitad
del año de 1853, le indicó vería con gusto que se graduase en el Seminario
Central de Granada. Iníítil es decir que sus actos fueron tan
notables, que el Claustro en pleno de aquellos sabios Doctores le consideró
digno de la Licenciatura y del Doctorado con la nota honrosísima
de Nemine discrepanle. El resultado más inmediato de estos ejercicios
literarios fué el nombramiento de Examinador Sinodal del
Arzobispado de Granada, con que le agració el Excmo. Sr, Reyes al
darle la investidura canónica de aquellos grados.
Ya en la importante Diócesis de Cádiz, de cuyo dignísimo Cabildo
Catedral fué primero Canónigo y después Dignidad de Arcipreste
hasta su presentación en 1868 para el Obispado de Canarias, su celo
por la gloria de Dios y por la salvación de las almas encontró ancho
campo en que manifestarse. Nombrado Catedrático de aquel Seminario
Conciliar, á los dos años se ve obligado á hacer renuncia de la
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 10 -
cáledra por no dejarle tiempo material para el desempeño délas múltiples
y gravísimas atenciones que le imponían los delicados cargos,
que se le habían confiado, de Visitador de Monjas, de Examinador y
Juez Sinodal y de Gobernador eclesiástico en ausencias y enfermedades
del Sr. Obispo: pero sobre lodo para dedicarse más de lleno á
los augustos ministerios de confesar y predicar á que por irresistible
vocación siempre se sintió llamado.
Para dar una idea de lo que era entonces la oratoria del señor Urquinaona,
cuando, hallándose en el vigor de su edad y en toda su
lozanía su riquísima imaginación, le era posible dedicar á e.scribir ó
al menosá meditar sus sermones, horas de quemas tarde no le dejaron
disponer las abrumadoras y continuas ocupaciones del cargo
episcopal, nos parece que .será bien transcribir y que leerán con guslo
los corazones amantes de nuestro Obispo (q. e. p. d.), las siguientes
líneas que aparecen en un periódico de Cádiz. Después de
hablar de la traslación del Excmo. Sr. Arbolí en 1854 de la Silla
de san Torcualo á la de los .sanios Servando y Germán, gloriosos
Patronos de Cádiz, continúa diciendo el escritor: « De esta última
«fecha y más singularmente del año de 1851 en que obtuvo la dig-
»nidad de Arcipreste de nuestro Cabildo, puede decirse que arran-
)>can los triunfos oratorios del señor Urquinaona, á cuya natural
«elocuencia, desnuda de pompa y arlilicio y fomentada y nutrida
«por un .sólido y constante estudio de las Sagradas Letras, no podían
«menos de servir de ejemplar y estímulo la enseñanza y el modelo
«viviente de aquel elocuentísimo Prelado. En la predicación, sobre
«lodo, el discípulo era digno del maestro. Si Urquinaona no igualaba
»á Arbolí en la profundidad filosóticade los conceptos, ni en el rigo-
«rismo clásico del método discursivo, ni lal vez en la pureza de la
«dicción y el ritmo de los períodos, le aventajaba en cambio, (po-
«demos decirlo sin lisonja), en la espontaneidad fervorosa de su elo-
«cuencia á la vez didáctica y patética, en el espíritu , la unción y el
«fuego que palpitaba en sus discursos, en el número verdaderamente
«prodigioso de sus sermones y en la viril energía de aquellos acci-
«denles oratorios en que su voz, su .semblante y su actitud reflejaban
»el incendio de su alma, identihcando con ella las de sus oyentes y
«abrasándolas todas en una hoguera de fe y amor divino.»
En prueba de que no hay exageración alguna en las líneas que
preceden, y para significar la aceptación y aun el entusiasmo con que
en Cádiz, donde siempre han abundado oradores de indisputable mérito,
se escuchaban los sermones de nuestro venerable y nunca bastante
llorado señor Obispo, podríamos citar las misiones é innumerables
novenarios que le encargaron las Asociaciones y Cofradías
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
— 11 —
más ilustres aquella capital y los muchísimos sermones de gran
empeño que se vio obligado á predicar, á veces con preparación
de pocos días y aún de brevísimas horas; mas, para no ser difusos,
sólo mencionaremos el bellísimo discurso que, con motivo de
la delinicion dogmática de la Inmaculada Concepción, predicó en la
Catedral de Cádiz á instancias del Kxcmo. Sr. .Arbolí: la patética j
hermosísima oración gratulatoria pronunciada en la iglesia del Carmen
en presencia del Excmo. Sr. 1). Pelagio Antonio de Labasfida >
Dávalos, arzobispo de .Méjico, que celebraba Misa de pontifical en
acción de gracias á la Virgen por haberle salvado de grandes peligros
en el Océano: el magnífico .sermón con que en la Basílica gaditana,
enardecido por un cristiano y vehemente patriotismo, supo conmover
á todos los distinguidos jefes y oficiales de la armada española surta
en la bahía, á las autoridades y á una inmensa multitud de fieles
que habían acudido al templo, para dar gracias al Omnipotente
por las gloriosas victorias que obtuvieron los cristianos marinos españoles
en el Pacifico: y, por último, las .sólidas y elocuentísimas
conferencias predicadas en la iglesia de san Felipe Neri en el triduo
de carnaval, en defensa de la Encíclica (Juanla aira y del Syllabiis
con que el augusto y santo Pontífice de la Inmaculada, Pío IX,
acababa de desenm;iscarar para siempre todos los errores del mundo
moderno condenándolos bajo formidable anatema. Estos últimos di.s-cursos
complacieron de tal modo á aquel augusto Pontífice, á cuyas
manos llegaron impresos, (|uc con fecha de 7 de junio de 18615
envió al Sr. Urquinaona una expresiva carta dándole gracias por su
adhesión á la Santa Sede y por sus trabajos en defen.sa de las verdades
católicas y enviándole su Apostólica Bendición.
Incansable en el confesonario, no se contentaba con arraigar |)rofun-damente
el .santo temor de Dios en los corazones de los innumerables
penitentes de todas las clases desde la más ínfima hasta la más alta de
la sociedad que de continuo le cercaban en el tribunal de la Penileticia,
ansio.sos deque aquel sabio y compasivo médico espiritual lespropor-ciona.
se con sus prudentes consejos y advertencias el bálsamo bendito
que había de sanar las dolorosas heridas de sus almas: no se contentaba
tampoco con promover entre ellos una frecuencia de Sacramentos bien
entendida; ni con guiar á los que de ello eran capaces por las sendas
más elevadas de la cristiana perfección; sino que tenía á .su cargo
también la dirección de las conciencias de muchas Religiosas ejem-plarísimas
de los conventos de aquella ciudad y aún de las vecinas.
Al que no haya tenido la dicha de admirar de cerca , como nosotros,
la actividad, la asidua constancia en el trabajo, la fuerza de
voluntad v aún la naturaleza de hierro del virtuosísimo Pastor que
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- l a ucábamos
(lo perder, parecerá indudablemeiile imposible que, dedicado
(an de lleno á las apostólicas tareas, tuviese siíjuiera tiempo
material para ocuparse en el despacho de los muchos y complicadísimos
negocios del gobierno de la Diócesis. Sin embargo, á los seres
excepcionales no .se les debe juzgar por lo que sucede de ordinario á
los demás hombres. Kn la Diócesis de Cádiz, co(q)erando á la acción
de su antiguo profesor y amadísimo Prelado, el Kxcmo. Sr. Arbolí,
como después en la de Canarias y en la nuestra propia, cuyas Sillas
tan digna y gloriosamente ha ocupado, el Excmo. Sr. Urquinaona
dejó huellas imperecederas de su paso. Limitándonos por ahora á la
primera, de laiiue íbamos tratando, lodo el Clero de la misma es tes-ligo
de los santos y, gracias al Señor, fructuosos afanes, con que nuestro
amadísimo difunto Pastor procuró; con el Sr. Arbolí, que lodos los
eclesiásticos del Obispado estuviesen por sus virtudes v por su ciencia
á la altura de la misión augusta que nuestra madre la Santa Iglesia
les contiara. En Medina, donde estuvo seis meses enteros haciendo
en comisión la Visita pastoral y arreglando la contabilidad de las
capellanías, en Algeciras, en la Isla de San Fernando, en una palabra,
en lodas las poblaciones importantes no olvidarán ciertamente en
mucho tiempo al .sabio, virtuoso, y al mismo tiempo enérgico sacerdote
que con mano fuerte y sin ningún género de dañosas compasiones,
defendiendo los derechos eclesiásticos, sabía extirpar de raíz
hondos é inveterados abusos y aplicar al mismo tiempo con solícita y
prudente caridad lenitivos eficaces y cristianos á aquellas almas que,
perseguidas ó vejadas injustamente, suspiraban ansio.sas porque
les llegase aquel salvador que al fin el cielo les deparaba. Ápesar de
las inmen.sas dificultades que creaban los intereses encontrados que
debían conciliarse, emprendió y llevó completamente á lérmino el
arreglo parroquial de todo el Obispado, ateniéndose á las reglas y disposiciones
consignadas en el último Concordato. Este trabajo acabadísimo
cn que se procuraba que pudiera tribuíanse al Señor, de una
manera decorosa, el culto que le es debido: que los fieles tuviesen la
conveniente asistencia espiritual, necesaria para la salvación de sus
almas y que el Clero no careciera del preciso sustento de que el operario
evangélico es tan digno, fué enviado á Madrid por el mismo señor
Urquinaona, sin que después de tantos años haya sidoaprobado,
tal vez por el aumento que se exigía en él de las dotaciones del culto
y clero. Por último el corazón abrasado por la caridad de nuestro
buen Pastor, no .satisfecho con remediar las necesidades del prójimo,
valiéndose de sus propios recursos y con las fuertes sumas que ponían
á su disposición almas piadosas que gozaban de medios abundantes,
instituyó á los pocos años de llegar á Cádiz una asociación de
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
señoras que, si bien lleva el nombre de Congregación de Hijas de
María, difiere algún tanto de otras asociaciones del mismo nombre
por su constitución y por el fin que se propone en sus trabajos. La
forman tres coros ; los dos primeros se componen de Señoras y Señoritas
y se ocupan en la enseñanza de niñas pobres (pie acuden todas
las noches á las escuelas establecidas en los bajos del Hospital
de xMujeres; también tienen ásu cargo el reunir piezas de ropa y aun
coser los vestidos que debe distribuirá los necesitados el tercer coro,
que se compone exclusivamente de Señoras casadas siendo su misión
enteramente semejante á la que llenan tan santamente las Señoras
de las conferencias de San Vicente de Paul.
Ocupándose con gozo sin igual de su alma, en estas santas tareas,
para las que, con hermosa é inemitable sencillez decía en su profunda
humildad nuestro inolvidable Padre, que únicamente había
nacido, le sorprendió dolorosamente su presentación para el Obispado
de Canarias con (|ue en tí de marzo de 18tí8 le (juisieron honrar el
muy Reverendo .Nuncio de Su Santidad en estos reinos y S. M. la
Reina Doña Lsabel IL Creyéndose indigno de ocui)ar puesto tan alto
para al que sus eminentes virtudes, sus grandes dotes de gobierno y
su talento insigne, le señalaban clarísimamente, hizo con la energía
y firmísima constancia, que le eran tan propias, todos los esfuerzos
imaginables, y puso en juego con decisión verdadera todos los resortes
que estaban á su alcance y al de las personas de su amistad,
á tin de alejar de sus hombros aípiella pesadísima carga ()ue creía
muy superior á sus fuerzas. .No siéndole admitida en manera alguna
la renuncia, que llegó á presentar hasta por tercera vez , y habiéndole
significado un elevadísimo personaje eclesiástico el disgusto
sumoconque vería Su Santidad su insistencia en la renuncia del Obispado,
prestó al lin su consentimiento, doblando su frente con sumisión
lilial á lo ordenado por el Cielo, supuesto que, como le decían el
Hmo. Sr. D. Fr. Félix de Arríete y Llanos, dignísimo Obispo de Cádiz
y otros sabios y virtuosos eclesiásticos de su merecida confianza con
quienes consultó este importante y delicadísimo asunto, realmente no
podía expresarse con claridad mayoría voluntad divina.
Preconizado en el consistorio de i2 de junio de 1868, los sucesos
políticos de Setiembre y sus deplorables consecuencias, detuvieron la
consagración episcopal del Excmo. Sr. Urquinaona que en 7 de marzo
de 1869 verificó al fin con indecible júbilo y consuelo de su alma el
ya mencionado señor Obispo de Cádiz, D. Fr. Félix María de Arriele
y Llanos, de santa é inolvidable memoria: siendo Prelados asi.s-lentes
los limos. Sres. D. Juan Bautista Scandella, obispo Antinoe,
Vicario Apostólico de Gibraltar, que como el limo, señor Fr. Félix
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
L'iii aiiiigu jiilimo (le nuestro muy amado Pastor, y el que era entiin-ces
esclarecido Obis|)o de G()rdoba, el Excmo. Sr. D. Juan Alfonso de
Alburquerque.
En 2i de abril de 18(i!(, \k<¿ó el Excmo. é limo. Sr. Tniuinaona,
á Las Palmas de Gran Canaria, y el 2o hizo su entrada solemne en
aquella Santa Iglesia Catedral, rodeándole un inmenso gentío que, según
las muestras de simpatía y de respeto que le tributaba, parecía
adivinar en é\, ya desde eiil(jnces, al noble é incan.sable Pastor que, dejando
las comodidades de su palacio, y olvidando su edad, arrostraría
las fatigas más grandes en bien de los fieles que le Habían sido confiados;
al gran Obispo (jue despreciando los mayores peligros, había de
subir á la cima de las más inhiestas montañas y rodeando espantosos
precipicios descendería con inminente riesgo de su vida á los valles
más profundos, para llevar el pan de la divina palabra, lavar por sí
mismo en la piscina .saludable de la Penitencia y distribuir después
por su propia mano, el sacrosanto Manjar de los Angeles , á aquellas
sus pobrecitas ovejas que, apartadas de los grandes centros de población,
se ven privadas, á veces por largos años, de estos inestimables
favores del Cielo.
Hombres desdichados, aprovechándose de las turbaciones de aquella
época desgraciadísima, destruyeron é inutilizaron en gran parle
los grandiosos trabajos (jue en bien de la Iglesia y para beneficio indisputable
de las almas había llevado á cabo con tanta felicidad, como
acierto, el dignísimo Obispo, que era enlíinces de aquellas Islas
y que fué más tarde Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Fr. Joaquín
Lluch y Garriga, (q. e. p. d.). No sólo habían embarcado ignominiosamente
para la Península á los virtuosísimos y sabios IVeligiosos de
la Compañía de Jesús que, además de misionar continuamente por
lodas las siete islas, eran los únicos catedráticos del Seminario, sino
(jue, bajo el indigno pretexto de establecer un Instituto local, se apoderaron
de la mayor y mejor parle de aquel edificio literario-rcligioso.
Por otra parle, la semilla de la impiedad, ó al menos de la indiferencia,
germen funesto de las sociedades secretas, había sido arrojada
con profusión entre los incautos trabajadores de aijuella capital. El
gran corazón de nuestro bendito Prelado no desmayó ni un sólo momento
ante tamañas dificultades. Puesta su confianza en el Eterno dio
los primeros pasos para la reorganización del Seminario, confiando
sus cátedras á los Capitulares de aquella Iglesia (jue estaban en aptitud
de de.sempeñarlas y saliendo inmediatamente á la Visita Pastoral,
cuando á fines de octubre se vio en la precisión de acudir á lloma,
llamado por el Sumo Pontífice al concilio Vaticano, ya había recorrido
todos los pueblos de la isla de Gran Canaria, aliviando en
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
cuanto le fué posible las necesidades de las almas de sus habitantes
y ya bullía en su mente el proyecto que después realizó, de llevar á
aquel Obispado virtuosos y entendidos sacerdotes de Cataluña que,
ocupando los muchos curatos que había vacantes, remediaran algún
tanto la escasez de Clero que hay que lamentar desgraciadamente en
aquellas islas.
Inútil es decir el celo y ardor santo con que, al llegar á Roma en
28 de noviembre de 1869, consagró nuestro esclarecido Prelado lodo
el esfuerzo de su poderosa inteligencia y su profundo conocimiento
de las Ciencias Sagradas, á procurar, en cuanto estaba de su parle,
el buen éxito de las deliberaciones de aquella gloriosa asamblea
que el santo Pontítice Pío IX, de imperecedera memoria, tuvo el
consuelo de abrir en 8 de diciembre del mismo año con universal
aplauso de la Iglesia Católica. Además de ocuparse como los otros
Padres en los trabajos generales del Concilio, actuó como Vicesecretario
en la junta que formaron los Prelados españoles en aquella
capital del orbe calólico, para deliberar sobre las resoluciones que
habían de darse á los conflictos en materias religiosas que entonces
desgraciadamente habían surgido en nueslra noble patria. En la congregación
general que se verilicó el 28 de enero de 1870, para seguir
discutiendo el Schemma de Viía el honéstale clericoruin, el Excmo. é
limo. Sr. Urquinaona, cuya solicitud extremada en procurar la pureza
é integridad de la disciplina eclesiástica es de lodos bien conocida,
pronunció un elocuente y concienzudo discurso; y también habló
con la copia de dalos (jue convenía á la trascendencia del asunto,
en la vigésima sétima congregación general que se celebró en 21 de febrero,
para discutir el Schemma de Parvo Calhechismo. La incansable
laboriosidad de nuestro Prelado le hizo encontrar en medio de
tareas lan imporlantes y continuadas el tiempo necesario no .sólo
para atender á todos sus acostumbrados ejercicios de piedad, pues
entre otras prácticas , jamás interrumpió su devota costumbre de
visitar á S. D. M. maniliesto en el jubileo de las cuarenta horas,
aunque se celebrara en iglesias apartadísimas de la casa en que se
hallaba aposentado, sino también para mirar por el espiritual provecho
de otras almas. Una prueba elocuentísima de lo que acabamos de
decir, la dio el día 2o de marzo, viernes cuarto de Cuaresma, predicando
en la Iglesia de Santa María in Pace, donde los Prelados españoles,
en unión con los de América , celebraron piadosos ejercicios
duranle aquel tiempo santo. Por último, después de haber tomado
parte en todas las deliberaciones del Concilio y de haber tenido el consuelo
de haber dado su voto favorable á la declaración dogmática de
la infalibilidad ponlilicia, regresó á España cou motivo de lasuspen-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
sion, primero (emporal y después indefinida, del concilio Vaticano y
en il de enero de 1871, acabado de llegar á su Diócesis, prosiguió
su interrumpida Visita pastoral, recorriéndolas islas de Lanzarote y
de Fuerte-Ventura.
El temor de ser prolijos en demasía nos obliga á agrupar los hechos
admirables que el Sr. Urquinaona ejecutó en los diez años de
su gloriosa prelacia en aquella región lejana.
En su primera Santa Visita predicó, por lo menos , dos veces en
cada una de las poblaciones de las siete islas y en sus anejos, habiendo
recorrido casi siempre á pié sus ásperos y peligrosos senderos.
Levantábase, según su costumbre, muy de madrugada y en las
horas que le dejaban libre el rezo eclesiástico, la celebración de la
santa Misa, las Confirmaciones y las demás necesarias ceremonias
religiosas de la Pastoral Visita, oía en confesión á los penitentes de
toda condición y sexo que le retenían en el sagrado Tribunal casi
siempre hasla cerca de la media noche. En ocasiones, á pe.<ar de llegar
á los pagos fatigadísimo y atormentado por las incomodidades
del camino y los ardores de aquel sol abrasador, no habiendo iglesia
donde celebrar los divinos oficios, ni mucho menos confesonarios
donde reconciliar á los fieles con nuestro buen Jesús, hacía disponer
decentemente un altar provisional, donde pudiera celebrarse con decoro
el augusto sacrificio de la Misa y administrarse el Pan de los
cielos y aquel santo imitador de los varones apostólicos, al par de los
otros sacerdotes de que iba acompañado, se sentaba lleno de gozo sobre
las duras peñas, para oir por espacio de largas iioras las confesiones
de aquellas pobrecitas almas y sanar con el bálsamo benditísimo
de la gracia divina, las heridas dolorosas que había dejado la
culpa en sus corazones.
Á su ardiente elocuencia, confirmada por un proceder tan evangélico,
no podían resistir las poblaciones peor dispuestas para recibirle.
Isla hubo en donde desembarcó en medio de una frialdad tan lamentable
y de una indiferencia lan completa , (¡ue ni el mismo Párroco
salió á su encuentro, para darle la bienvenida, y con tanta prudencia
y .santa humildad sobrellevó este inconsiderado proceder, y con lal
destreza y cristiana .sabiduría se valió de esle hecho, al predicar delante
de las autoridades y del pueblo entero , ()ue se ganó complclí-simamenle
lodos los corazones, hasta el punto de que, una compañía
de cómicos que acababa de llegar á la Isla, y que trató de impedir
con sus funciones la concurrencia de los fieles al templo, en vez de
lograr su objeto impío, vio de lal modo desierto por muchísimos días
el local en (}ue (|UÍso actuar, que por no perecer de hambre, sc embarcó
precipitadamente y .se volvió á Tenerife. De esta manera la
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 17 -
misericordia inliiiila del Eterno supo preparar la serie de triunfos
espirituales que su santo enviado había de obtener para la divina
gloria en aquella isla; pues al girar la visita de los pueblos del interior
fueron innumerables las sorprendentes conversiones que obtuvo
y muchísimos los matrimonios que efectuó, para dejaren buen estado
de conciencia á criaturas que vivían vergonzosamente enlazadas por
el deplorable vínculo del amancebamiento civil : dándose el caso en
una parroquia, de verilicarse á un mismo tiempo con gran edificación
de los lieles, el casamiento y velación de doce personas. Al
visitar por esta misma época la Isla de Tenerife, se cayó en tres distintas
ocasiones del caballo que montaba, habiéndose lastimado bastante
en una de ellas hasta llegar á perder el .sentido por la violencia
del golpe que hubo de recibir. Sin embargo, sobreponiendo.se su voluntad
de hierro á los dolores físicos, estuvo lan distante de interrumpir
la Visita, que continuando su camino hacia los pueblos á que se
dirigía, predicó como de costumbre á su Ikgada y siguió observando
después idéntico orden de ejercicios que en las poblaciones anteriores.
Era tan afable para todos los que se acercaban á su persona, por
humilde que fuera la clase á i|ue pertenecieran, que aún los corazones
más tímidos cobraban santa confianza para exponerle sus necesidades,
ó para hacerle las peticiones (|ue les eran convenientes, llegando
sin duda en más de una vez á abusar, si bien jamás á cansar,
á aquella alma generosa llena de cristiana mansedumbre. Tal sucedía
con las Confirmaciones; pues no contento con administrar esle Sacramento
en la Parroquia á apiñadas tandas que en número de dos, tres
y á veces más, según la importancia de la población y la capacidad
del templo, se presentaban á la hora que se había marcado, los que
por justas causas y aún acaso por negligencia no llegaban á tiempo,
estaban seguros de no volver.se sin confirmar si dirigiéndo.se á la casa
en que se hospedaba aquel Prelado bondadosísimo, lograban que llegase
á sus oídos su súplica, pudiendo testificar, si fuera necesario,
aún con juramento los capellanes que hoy tras|)asados de desconsuelo
lloran á varón tan santo, que hubo vez de hallarse ya montados á caballo
y con los baúles colocados sobre las acémilas que habían de transportarlos
á la población vecina, y S. E. 1. dispuso que se deshicieran
las cargas y (jue todos detuvieran la marcha á lin de que no quedasen
desconsolados sin las copiosas gracias de este santo Sacramento,
algún hombre infeliz , una pobre mujer, ó alguna mísera criatura.
.\sí se explica que en los diez años de su Pontificado en Canarias llegó
á conferir el Sacramento de la Confirmación á más de 80,000 per.so-nas,
habiendo pasado de 60,000 las Comuniones que en el mismo e s pacio
de tiempo distribuyó por su propia mano.
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 18 -
Si se llegii á realizar algiin día la esperanza , que manifestamos
al comenzar estos desconcertados borrones, de que una pluma experta,
un ingenio esclarecido, se ocupe en consignar todos los hechos
dignísimos de mencionarse que realizó el Excmo. Sr. Urquinaona en
los 69 años y siete meses tan bien empleados que el Señor le concedió
de vida, sorprenderá, sin la menor duda, el bellísimo resplandor
de las excelentes y sólidas virtudes que engalanaban á aquel hermoso
y perfecto corazón; mas debiendo circunscribirse nuestro trabajo
á límites bien estrechos, de los (|ue tememos muy mucho habernos
excedido en demasía, sólo aduciremos unos cuantos hechos por los
(juc se entienda la manera tan brillante con que, sin procurarlo, dio
á conocer en aquella Diócesis su firmeza inquebrantable para defender
los derechos de la Iglesia, su celo ardiente por la gloria del Señor,
y su afán sin medida por la salvación de las almas.
Á raíz de los sucesos de setiembre de 1868, el Gobierno provisional
nombró para una Canongía de la Catedral de Canarias á un
sacerdote bien entendido por cierto; pero que no llenaba, según los
informes tomados secreta y cuidadosamente por nuestro virtuoso
Prelado, todas las justas condiciones, exigidas por los .sagrados Cánones
en los que han de formar parte de esos Cuerpos dignísimos,
verdaderos y venerables Consejos de los Obispos; estuvo muy lejos
S. E. I. de concederle la colación canónica que pretendía, antes
bien, sin intimidarse por la vocería de los malos periódicos ni
por las amenazas horribles de los parciales del interesado, ni por
la angustiosa presión (pie se trataba de ejercer en su ánimo desde
elevadas regiones, logró que se atendiesen en Madrid las justísimas
y poderosas causas de su negativa y que, revocándose
aquel nombramiento, se proveyera la pieza eclesiástica vacante, en
persona adornada de las cualidades debidas. Por el contrario , en
época muy posterior, hallándose interrumpidas lastimosamente en
España, las relaciones entre la Iglesia y el Estado que se negaba á
.satisfacer á los ministros del Dios vivo la mez(piina asignación (jue
les debe para su sustento por carga de justicia, vacaron dos Canon-gías
en la Catedral de Tenerife, cuyo Obispado gobernaba en aquella
época en administración apostólica nuestro Excmo. Prelado. Como
entonces la Corona no conservaba, ni podía conservar tuino alguno
en la provisión de las vacantes, S. E. 1. usando del derecho que indisputablemente
le correspondía, agració con aquellas plazas á dos
señores Presbíteros de verdadero mérito. Después de veriücarse la
restauración hubo de significársele ([ue se había excedido en sus atribuciones,
exigiendo, ya (pie no fuera otra cosa, que los favorecidos
pidiesen á Madrid las reales cédulas de provisión; mas el noble y sa-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
— "la —
bio Prelado explicó la legalidad y rectitud de su proceder con tan
prudente mesura y con firmeza tan cristiana, que se reconocieron
aquellas provisiones.
La recuperación de la parte del Seminario que le habían arrebatado
bajo el pretexto de establecer un Instituto local, y la devolución
del solar del convento de las Religiosas Bernardas que derribaron
hombres impíos al estallar la revolución de Setiembre, se debieron
también á la constancia y actividad del Excmo. Sr. Urquinaona que,
para lograr su intento, hizo dos viajes á la Península, é interesó en su
demanda aun personaje de su íntima amistad, bastante poderoso
aunque alejado del gobierno en aquella ocasión, para alcanzar, como
lo consiguió por sus buenos oficios, tan feliz resultado./
Su celo por la gloria de Dios y su afán porque se le tributara con
el esplendor posible el culto que le es debido, lo manifestó este Pastor
venerabilísimo, entre otras cosas, dejando perfectamente organizadas
las Conferencias morales de los Eclesiásticos de ambas
Diócesis y reorganizando de un modo completo y admirable el Seminario
Conciliar; pues no contento con haberlo provisto de entendidos
catedráticos, redactó é hizo que se observara en él, cuidadosamente,
un perfecto reglamento interior, logrando coronar su obra cuando
alcanzó del Sumo Pontífice y del Gobierno español la facultad de
conferir grados mayores á los que estudian en aquel establecimiento
literario. Esle mismo celo le llevó á costear en todo ó en parte la
edificación ya parcial, ya desde los cimientos, de siete Iglesias y á
dedicar tortísimas sumas á la adquisición de ornamentos nuevos
para los templos (jue de ellos carecían, y para componer los antiguos
á los que los tenían en mal uso. Su elocuente palabra, comunicando
á los lieles el ardor de su devoción al Santísimo Sacramento, dio aumento
lan progresivo al religioso esplendor con que se celebran en
aquellas Islas la procesión y demás festividades del Santísimo Corpus
Christi, que en los últimos años de su pontificado causaban una
justísima admiración y un singular consuelo á todo corazón verdaderamente
católico. Sobre lodo la obra que recordaba siempre con
singular placer, aquel entusiasta y sinceramente piadoso siervo de
Dios, era la institución en aquellas Islas de su devoción favorita, el
jubileo circular de las cuarenta horas que, después de allanar grandes
obstáculos, logró ver establecido en la Catedral y parroquias
más importantes de Gran Canaria.
Como es imposible amar á Dios sin que el corazón se abrase al
mismo tiempo en caridad hacia el prójimo, á estas obras que inspiraba
á nuestro inolvidable Padre su celo por la divina gloria, deben
agregarse los grandes hechos que allí ejecutó para alcanzar la salva-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
(ion (le las almas. Estaba S. E. I. íntimamente convencido de (]ue
muchas desdichadas criaturas hacen la guerra á nuestra Santa Madre
la Iglesia católica porque no la conocen, y viven separados de
ella porque seres perversos los ilusionan impidiéndoles conocer los
admirables favores que derrama sobre sus heles hijos; así es que,
oyendo desde su llegada que, los individuos del partido más avanzado
de aquella capilal, tenían frecuentes reuniones en donde se exponían
con toda su exajeracion teorías abominables, concibió el generoso
pensamiento de hacer oir, siquiera por una vez, á aíjuellas
criaturas extraviadas la voz del Cielo. A este lin, escribió una sencilla
\ digna carta al que hacía de cabeza de aquellos hombres alucinados,
indicándole su deseo de hablar públicamente á todos. Señalado
para este objeto el local en donde tenían sus habituales reuniones,
por .ser el más espacioso que podía encontrarse, el valeroso y santo
Obispo, sin atenderá los peligros que ciertamente corría al tratar de
que una multitud entonces fanatizada y capaz acaso de ejecutar las
mayores violencias, oyese el poderoso, si bien en muchas ocasiones
amargo, acento de la verdad, acompañado tan sólo de su Secretario,
penetró en aquel edificio y en una oración patética, elocuentísima, en
que rebosaba al par el ardor de su celo y el prudente espíritu de su
sublime caridad, les hizo conocer que, al dirigir sus armas contra la
Iglesia católica, herían en sus propios corazones: que eran puras calumnias
todas las acusaciones que sus periódicos y sus tribunos dirigían
á lan dulce Madre, que lejos de gozarse en la desgracia, en la
humillación, en la ignorancia y esclavitud de sus hijos, sólo por
(día podemos tener paz .sólida, grandeza y libertad perfectas y bien
entendidas, y verdadera ciencia. Al concluir sus amorosísimas, si
bien enérgicas palabras, uno de los presentes qui.so hablar, sin duda
intentando rebatir con .sofismas los exactísimos conceptos que había
proferido el noble Prelado, pero éste que no .se había propuesto, por
no parecerle conveniente en aquel caso, sostener polémica alguna,
se levantó de su asiento y se despidió con estas ó muy semejantes
notabilísimas palabras: «No he venido entre vosotros á discutir, sino
á haceros escuchar como Padre amoroso, el lenguaje de la verdad.»
Esle acto de valor y de caridad, que por el pronto exaltó en algunos
los sentimientos más horribles de venganza y que muchos otros
creyeron en aquellos días que había sido una temeritlad inexplicable,
fué, sin duda, una inspiración del Allísimo como muchas otras que
resaltan de una manera palpable en esa vida gloriosa, que desgraciadamente
para nosotros ahora ya está extinguida. Los resultados
que comprueban este aserto se tocaron en años posteriores, cuando
por los manejos y sugestiones detestables de las sociedades secretas
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- ^1 —
se había suscitado tal agitación entre las clases trabajadoras de aquellas
Islas, creciendo de hora en hora los síntomas anarquistas y llegando
el atrevimiento de algunos hasta reclutar pi'iblicamente los incautos
para que se afiliasen en la secta verdaderamente infernal de
los solidarios, (|ue las autoridades mismas temieron y con razón los
más tristes acontecimientos. La Providencia divina, que miraba con
benignos ojosa aquellas cristianas poblaciones, hizo se desvaneciera
de un modo admirable tan espantosa tempestad. El primer Ministro
de nuestra augusta Religión en a(|uellas lejanas islas, nuestro amadísimo
Pastor, concibe la idea de formar una Sociedad cristiana de
obreros bajo la protección del glorioso Patriarca San José que, en efecto,
quedó instalada en 19 de marzo de 1872 en la ermita de los
Santos Justo y i'astor de la ciudad de Las Palmas y de tal suerte se había
ganado el Venerable Prelado los corazones de los obreros, aun los
de ideas más extraviadas, con el acto de valor y de abnegación santa
(jue conmemoramos más arriba y, .sobre todo, por haber ya podido conocer,
mediante el largo tiempo que moraba entre ellos, los bellísimos
sentimientos de aquel augusto Prelado que como se le escapa decir
de sí mismo en una de sus más notables y profundas pastorales:
«Amamos de corazón la pobreza, nunca estamos más satisfechos y
«consvdados que cuando Nos encontramos entre los pobres; nuestro
»mayor placeres dar algo de lo poco que tenemos al indigente, hospe-
»darlo en nuestra casa y hasta sentarlo en nuestra mesa; y agregán-
)>dose á eslos sentimientos de nuestra alma nuestros deberes de Obis-wpo
;,cómo las aspiraciones justas de los |)obrcs podrán nunca dejar
»de.ser benévolamente acogidas por nuestro .\linisterio Pastoral?»
de tal manera, repetimos, reconocían en él estos hermosos .sentimientos,
que, prestando atención á su paternal llamamiento, corrieron á
ingresar en la Sociedad (jue acababa de establecer abandonando las
funestas logias y las malévolas asociaciones á que antes pertenecían,
y así quedó asegurada por algunos años la tranquilidad de aquella
importante población.
También fué de gran importancia un minucio.^;© trabajo que llevó
á feliz término el Excmo. Sr. Urquinaona, á saber: la erección de
varias nuevas capellanías con arreglo á lo jirevenido en el Convenio
celebrado entre la Santa Sede y la Corona de España en 1(1 de junio
de 1867 y el Real Decreto ([ue en 2") del mismo se expidió de acuerdo
con el M. R. Nuncio de Su Santidad. iMicron estas capellanías
treinta y .seis en el Obispado de Canarias y nueve en el de Tenerife.
Algunos de los agraciados con ellas quedaban en la obligación de
dar una cátedra en el Seminario: otros se agregaban como Coadjutores
á algunas parroquias de importancia : y los más tenían, entre
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
otras obligaciones, las de decir Misa, dar sencillas instrucciones catequísticas,
y también enseñar Doctrina cristiana á los niños, en
aquellos pagos que, como S. E. 1. había tenido ocasión de examinar
por sí mismo en la Visita de las siete islas, por su alejamiento de las
parroquias, carecían no ya de frecuencia de Sacramentos, sino casi
de toda instrucción y práctica religiosa. Todos los penosísimos trabajos
preparatorios que precedieron á esta erección así como el luminoso
estado en que se expresan detalladamente cuanto se refiere á
todas y á cada Una de las capellanías, los ejecutó por sí mismo S. E. I.:
siendo tan notable el mérito de esta obra, que la hemos oído celebrar
con encomio á personas de gran competencia en estos asuntos.
Los resultados de la erección de estas capellanías ya se pudieron
apreciar en la segunda Visita Pastoral que giró S. E. 1. por el Obispado
de Canarias; pues el número de las Comuniones, que entonces
tuvo el consuelo de distribuir, sobrepujó de tal suerte al de la vez
primera, que fué duplicado en casi todos los pueblos.
A estas notabilísimas obras, que eran seguidas de otras innumerables
que es imposible reseñar en estas ya abultadas páginas, sucedieron
conversiones importantísimas de individuos que pertenecían
á las clases más elevadas é instruidas de aquellas Islas: siendo especialmente
dos de ellas las más notables por el buen efecto moral y
santas consecuencias que produjeron, mediante á que se trataba de
personas conocidísimas, de gran inlluencia y una de ellas sumamente
resentida con el Prelado que sc había visto en la dolorosa obligación
de condenar públicamente una de sus obras literarias.
La presentación del Excmo. Sr. de Urquinaona para esla Silla episcopal
que es sin duda después de las Metropolitanas la primera de
la Península, interrumpió estas grandes empresas y sobresaltó de una
manera extraordinaria al humilde corazón de aquel dignísimo Obrero
evangélico. La baja idea que tenía formada de sí mismo el que
fué nuestro queridísimo Padre, el amor sin medida que ya profesaba
á aquel pequeño rebaño que la Providencia del Eterno le había encomendado,
cuya carga ciertamente se había hecho más llevadera desde
que en el año de 187T cesó en la Administración del Obispado de
Tenerife por el nombramiento que Su Santidad hizo de un Prelado
para aquella Diócesis; y hasta la avanzada edad en que se encontraba
entonces el Excmo. Sr. de Urquinaona le movieron á oponer á su
merecidísima promoción más resistencia, si cabe, que en años anteriores,
cuando intentó apartar de sus hombros la Santa carga del
Episcopado. Léasela notabilísima Carla pastoral fechada en 15 de
Octubre de 1878, que S. E. I. dirigió al Clero y á los fieles de esta
Diócesis al lomar solemne posesión de ella, y se verán retratados
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
claramente en este escrito los sentimientos que agitaron su alma en
la ocasión de que tratamos.
Sin embargo, dichosamente para esle Obispado, no fueron atendidas
sus excusas, ni se le aceptaron sus renuncias, por loque, preconizado
en el Consistorio de l a de Julio de 1878 para esta Silla,
tomó posesión de ella por poder el dia 8 de octubre del mismo año,
haciendo su primera entrada en esta Capital, la tarde del 14.
A(|uí deberíamos poner hn á este desaliñado relato; porque desde
entonces son bien conocidos de cuantos tuvimos la dicha de ser
guiados por tan amante Pastor, los afanes y sudores con que sin descanso
alguno, olvidado de sí mismo y de los suyos, puestos los ojos
únicamente en esa sacrosanta y celestial Patria, adonde quería conducirnos
á todos, ha labrado la notable porción que de su mística
heredad le había confiado nuestro adorable Salvador y divino Maestro
Jesucristo. Pero, como estas líneas pueden llegar á otros puntos
en donde convenga dar á conocer, aunque no sea más que compendiosamente,
los últimos años de la vida de este nuestro santo Obispo
para que los fieles se edifiquen, y para que bendigan al Señor que
es tan admirable en sus siervos, narraremos rápidamente algunos de
los sucesos de estos cinco últimos años.
El devotísimo hijo de María, que en todos los puntos que recorrió
durante su bendita existencia, se ocupó de una manera especialísima
en ensalzar las grandezas de tan gloriosa Madre, no quiso dar sus
primeros pa.>;os en esta Diócesis sin recibir antes la fructuosa bendición
de esta Reina Soberana de Angeles ) de hombres. En efecto, volando
en alas de su devoción á la majestuo.'^a Basílica en donde anida
sobre elevados riscos la amabilísima y poderosa Paloma de Montserrat,
dedica los primeros días del mes de octubre á implorar por
medio de riguro.sos ejercicios y de fervientes plegarias la ilustración
divina para su mente y las virtudes indispensables á su corazón, á
fin de guiar con acierto por los caminos del Cielo á esta noble parte
de la nación española que tanto le hacía esperar para gloria de Dios
por la acendrada piedad que conservan en ella aún la generalidad de
los corazones y por la perfecta sumisión que siempre han prestado
los hijos de este noble suelo á sus Autoridades eclesiásticas.
Que Dios oyó misericordiosamente su súplica presentada por la
mediación de María y que su planta no dio, ni siquiera un ligero
paso en vago en el gobierno y dirección de esta Diócesis, así como
tampoco en sus propias doctrinas y en las enseñanzas (|ue día y noche
á toda hora, ofrecía á los fieles, así de palabra como por escrito;
sino que siempre creyó, practicó, y enseñó, en cuanto al dogma,
moral y disciplina lo que cree, practica y enseña relativamente á e s -
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
— gj —
los punios el auguslo Vicario de nueslro Señor Jesucristo en la tierra,
el Sumo Ponlílice romano y con su excelsilud, toda la Iglesia católica,
no lo puede poner en duda ningún corazón cristiano cn cique todavía
more el temor santo de Dios. Regístrense sus pastorales, examínense
sus sermones, recuérdense, con intención recta, sus mismas
palabras, vertidas en conversaciones particulares y hasta en el seno
de la más íntima conlianza, y sólo se hallará en ellas, lo que se puede
admiraren su vida toda: caridad, prudencia, celo ardiente por la gloria
de Dios y por la salvación del prójimo, anhelo sin límites de conservar
á las ovejas heles, sin extravío do una sola, agrupadas bajo el
santo estandarte de la Cruz que lan gloriosamente sustentó hasta el
úllimo suspiro en su diestra vigorosa, un corazón siempre abierto y
unos amorosísimos brazos extendidos á toda hora convidando á penitencia
y reconciliación á los pecadores y á lodos esos hombres
desdichados que hacen inútil la sangre preciosa del Salvador, por su
alejamiendo de este divino Padre y de su immaculada Esposa la Católica
Iglesia.
Á su llegada todavía se podían percibir en esta capital los funestos
resultados de las pasadas disensiones civiles y, sobre todo, de las
deletéreas doctrinas que se habían propinado con infernal constancia
á la sencilla y movediza plebe. El esplendor de los actos del culto público
de nuestra augusta Religión era o.scurecido algunas veces por
el proceder incalilicable de hombres extraviados, que hngían (juerer
conculcar el espíritu de partido donde solo había en realidad verdadero
espíritu cristiano. El Excmo. Sr. de Urquinaona creyó con razón que,
para poner un sello en los labios de los enemigos de la Religión, no
había medio más excelente que la perfecta .santihcacion de los buenos
y la completa reforma de costumbres de los pecadores, y para lograr
lan alto lin, de.sde el mes (jue siguió á su entrada hasta la Cuaresma
del 79, dio por sí mismo los Ejercicios espirituales de San Ignacio de
Loyola, á la mitad de los señores eclesiásticos de la Diócesis, reunidos
en una sola tanda. Fué lan edificante el espectáculo que ofreció
la procesión ordenada con todos ellos y el Prelado á la cabeza,
llevando en sus manos un gran Crucifijo, que (durante la breve carrera
que media entre la Iglesia de San Felipe Neri y la Catedral,
en donde todos recibimos de las manos de nuestro Pastor la Comunión
Sagrada) no ya mujeres piadosas, sino enérgicos varones,
derramaban lágrimas de compunción y de ternura. Concluida esla
tanda, dio también por sí mismo Ejercicios espirituales á los demás
líeles, primero á los hombres é inmediatamente á personas
del otro sexo, siendo lanía la concurrencia en ambas ocasiones que
casi no se podía entrar en el templo y no permitiéndole las perenlo-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
rias al'.'ncioiK's del gobierno ele la Diócesis dirigir en persona la>
otras tandas áque acudieron los demás eclesiásticos, confió este delicado
encargo á los reverendos y celosos PP. de la Compañía de Jesús.
Pero aun no estaba satisfecho con esto aquel insigne espíritu, siempre
desvelado por el bien de sus hijos. Puesto de acuerdo con el Reverendo
Provincial de la religión citada, hizo que, reuniéndose en
esta población diez y seis elocuentísimos y sabios sacerdotes Jesuítas,
diesen simultáneamente misiones en todas las parroquias, siendo tales
los resultados de aquellas, que se administraron, al finalizarlas,
más de ochenta mil comuniones, mejorándose en gran manera la faz
de esta nobilísima ciudad.
En la Cuaresma de aquel año, como en todas las que después se
han seguido á excepción de las dos postreras, obs(rvó el siguiente
método. Cada Domingo predicaba en la Catedral en la Misa solemne,
y, en el resto de la semana, dedicaba cuatro noches á hacer pláticas
doctrinales en dos distintas parroquias: en las úllimas Cuaresmas
hizo todas las pláticas doctrinales en una parroquia sola. El domingo
de Ramos hacía la bendición de las palmas y predicaba á continuación:
el miércoles Santo, asistía á los Maitines solemnes; el
jueves celebraba de pontifical y después de consagrar los Óleos, en
vez de las breves advertencias que marca el Pontifical romano, d i rigía
una extensa plática á los sacerdotes que habían asistido á dicho
acto. Inmediatamente hacía la ceremonia del Lavatorio que terminaba
siempre con otra fervorosa plática, y sin tomar descanso
alguno servía en Palacio la comida á los doce pobres á quienes había
lavado los pies. Por la tarde acudía á la Catedral para los Maitines
de Tinieblas: y una hora después de haber estos concluido,
iba á visitar los Santos Monumentos, acompañado de sus familiares y
de algunos señores del Cabildo eclesiástico. El viernes Santo á las í de
la mañana bajaba á la Catedral, de donde .salía á las 6 para recorrer
algún otro Sagrario. Después de celebrar los Oficios de dicho día,
que en esta santa Hasílica terminan de ordinario de doce, á doce y
inedia de la mañana, subía al pulpito, no á leer; sino á predicar las
tres horas de agonía de Nuestro Señor, hasta cuya terminación, que
casi siempre era alas cuatro y media de la tarde, no probaba bocado
alguno; pues nuestro Excmo. Prelado, no obstante su avanzada edad,
que le excusaba de ello sin duda alguna, ob.servó íntegramente hasta
su muerte, los ayunos y abstinencias que impone la Iglesia nuestra
Madre.
El sábado Sonto siempre celebró Ordenes desde que fué consagrado
Obispo, y no faltaba nunca ese día á la Mi.sa solemne de la Catedral:
finalmente el Domingo de Resurrección administraba muy de
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 26
mañana el Pan angélico á la multitud de fieles que acudían a recibirlo
de sus sagradas manos y más tarde celebraba de Pontifical y
daba la Bendición Papal.
En el presente año, además de ejecutar lo dicho, ocupó los lunes
y martes de las cinco primeras .semanas de Cuaresma en terminar
la Santa Visita de las diez y nueve parroquias de esla ciudad: pues
tenía proyectado girar por segunda vez, si Dios le conservaba la vida,
la de todas las parroquias de la Diócesis.
A los ayunos de que hemos hablado poco antes, hay que añadir el
Adviento entero en que S. E. I. ayunaba por devoción, asi como todos
los viernes, y las vísperas de las festividades de Nuestra Señora y
de las fiestas más solemnes del año. La abstinencia de carne la
guardaba rigurosamente también por devoción todos los viernes, y
en la Cuaresma los miércoles.
Las tareas que hace poco hemos enumerado y las múltiples que
ofrece sin interrupción á su Obispo esta populosa capital, no le impidieron
emprender en enero de 1879 la Santa Visita de su.s diez y
nueve ¡¡arroquias, que terminó al empezar la Cuaresma ; durante el
Tiempo Pascual hizo la del Oficialato, y en 5 de julio del mismo año
empezó por el Arciprestazgo de Vendrell, la que había de girar por
las 2i3 parroquias restantes, terminándola en "> de enero de 1881.
Sólo un hombre del celo, de la fuerza de volunlRd y de una salud
tan robusta, como nuestro muy amado Pastor, hubiera podido, como
él, soportar, sin sucumbir, las pesadísimas fatigas de una Visita pastoral
tan rápida y sin descanso como la que giró en esta Diócesis,
observando en ella el orden y distribución siguientes ;
Mandaba delante de sí un elocuente y fervoroso misionero, que
deteniéndo.se en las poblaciones los días que se consideraban oportunos,^
según la importancia de cada una, las preparaba de una manera
conveniente para recibir con fruto los celestiales favores que
venía á derramar sobre ellos la Santa V'isita. S. E. I., por su parte,
procuraba llegar á las poblaciones al anochecer, para que la procesión
de entrada fue.se más brillante é impresionara de un modo favorable
los ánimos; hacía, según marca el Pontifical, la visita del
cementerio, las del Tabernáculo, Pila bautismal y los altares; se
desnudaba de los ornamentos, rezaba el Rosario con los fieles, predicaba
inmediatamente un sermón que no bajaba de tres cuartos de
hora, y después de escuchar la traducción en catalán que hacía al
pueblo otro misionero que llevaba consigo, terminaba las tareas de
aquella noche dando solemnemente su bendición Pastoral. Al día siguienle,
celebraba .>1i.sa rezada y distribuía en ella la Sagrada Comunión,
por su pro|)ia mano, á los muchos fieles que en cada loca-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
27 -
litJad ansiaban tener esla dicha. Una hora más tarde, hacía las Confirmaciones,
y si le sobraba tiempo, después de ollas, visitaba las
e.scuelas y academias y áalgunos enfermos necesitados, y si entonces
no era esto posible, lo ejecutaba por la tarde, antes de ponerse en
camino para la siguiente población. En los intervalos brevísimos
que mediaban entre las ocupaciones mencionadas, dictaba, ó examinaba
cuando menos, los autos que debían quedar estampados en los
libros parroquiales ; visitaba á las autoridades y conferenciaba con
el clero y con las personas con quienes debía tratarse algún asunto
relacionado con la parroquia, encontrando siempre para lodos santas
instrucciones y amorosísimos consejos. Auniiue el temor de fatigar á
nuestros piadosos lectores nos impide consignar los sucesos más
principales y dignos de mención que ocurrieron en aquella Sania
Visita, de ningún modo podemos omitir que, por estar el invierno
ya muy avanzado, cuando llegó á Mataró .sólo pudo dedicar cinco
días á la Visita de esta importante ciudad, siendo así que presentaba
tarea más que suficiente para ocupar, sin mucho desahogo, más de
quince, por el número crecidísimo de Confirmaciones que tuvo que
administrar, los templos y conventos que visitó, y las asociaciones
piadosas, institutos, autoridades y personas particulares que hubo
de recibir y á quienes dirigió la palabra. Pero lo que .sobrepuje) á
todo en esta población, fué la manera que tuvo de celebrar la fiesta de
Navidad. Desde la una de la tarde de la víspera no probó bocado alguno
hasta la misma hora del día siguiente, y en esle espacio de
tiempo, además de las tareas ordinarias de la Santa Visita, cantó
con todo el clero Maitines solemnes, que duraron más de tres horas;
celebró de pontifical, en la Parroquia, la Mi.sa de media noche; la segunda
Misa, ó sea la del alba, la dijo en la iglesia de las Hermanitas
de los Pobres, á quienes dio la Comunión, así como á muchos de los
albergados, y en la tercera Mi.sa, que también celebró de pontifical
en la citada Parroquia, predicó un fervoroso .sermón de más de una
hora.
En estos cinco años ha visitado también, casa por casa, lodos los
conventos y colegios (jue, dirigidos por religiosos ó por religiosas,
existen en la Diócesis, dejando consignados en los libros de Visita de
todos los primeros los mandatos y consejos que juzgó S. E. I. convenían
para el mayor aprovechamiento espiritual de los individuos,
ó para que la disciplina monástica no sufriera la más pequeña relajación.
Ansioso de que los niños recibiesen una instrucción completa
de la Doctrina cristiana, se privaba muchos domingos de la siesta que,
atendiendo alas pocas horas(jue por las noches dedicaba al sueño, le
era sumamente necesaria, para recorrer en los momentos destinados á
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 28 -
la eiiseíian/a del Catecismo unas cuantas parroquias y examinar por sí
propio, cuando menos podían esperar su presencia los encargados
de la enseñanza, si se atendía ó se descuidaba tan sagrado ministerio,
k este mismo .solícito afán por la instrucción cristiana de la
juventud, eran debidas no sólo las sumas considerables que destinaba
á sostener los establecimientos dedicados á fin tan importante,
sino también las pensiones con que mantenía en clase de internos
en los colegios á muchos niños de ambos sexos ; y asimismo la decidida
protección que dispensaba siempre á los Institutos benéficos
que, como el .\silo dirigido por las Dominicas francesas del Buen
Consejo, el de las Religiosas del Buen Pastor, las Adoratrices, Huérfanos,
Ca.sa de .Mi.sericordia y el Asilo Naval, dirigen sus esfuerzos
ya á corregir, ó ya á ¡treservar de extravíos á la juventud de ambos
sexos.
Durante su permanencia en esla ciudad, ha consagrado un número
incalculable de cálices y de patenas ; más de cuatrocientas
aras; el altar mayor de la iglesia del Pino; el de las Religiosas de
Loreto y el de las de Jesús María, en San Andrés de Palomar. Con-
.sagró también el bellísimo oratorio de las Adoralrices y puso un
gran número de [trimeras piedras para edificios destinados al culto
divino, ó á establecimientos de instrucción ó de beneficencia.
Los sermones formales que ha predicado, desde su consagración,
en las Diócesis que ha tenido á su cargo, fueron, entre Canarias y
Tenerife, más de mil trescientos, como aparece en el número 53.")
del Holelin edesiáslico i\e la primera Diócesis, y en Barcelona, según
cuenta cuidadosamente llevada por el excelentísimo finado, suben á
seiscientos cincuenta y siete : de las pláticas de menos importancia
es imposible formar cómputo exacto. La urgencia con que .se redactan
estos apuntes, no nos ha permitido adquirir noticias exactas de
las confirmaciones administradas por S. E. I. en este Ubi.spado, que,
atendiendo al superior número de habitantes (jue tienen sus poblaciones
relativamente á las ciudades y pueblos de Canarias, deben
superar, ó al menos igualar, las de estos cinco años, á las conferidas
durante los diez que rigió aquellas lejanas Diócesis.
El carácter bondadoso v expansivo, y el gran corazón del mi.se-ricordioso
Prelado, que hemos tenido el inmen.so pesar de ver desaparecer
de entre no.solros, hacía que no .sólo hubiera dedicado dos
horas diarias para escuchar á los sugetos que querían tratar
con S. E. 1. negocios importantes de la Diócesis, sino que aprovechaba
estas mismas horas, para procurar el remedio de sus infortunios
á lodos aquellos que se encontraban en grandes apuros ó en alguna
notable alliccion ; llegando hasta tal punto la filial confianza.
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
que Á lodos inspiraba, que, ios más de los días, los corredores del
l'alacio se veían llenos completamente de personas aun de la más
baja esfera, que solicitaban sus auxilios. Pero no es esto sólo, sino
que fuera de estas horas'de audiencia pública, en las demás del
día y aun de la noche, cualquier necesitado, por poco que insistiese
en su empeño, tenia acceso franco hasta aquel generoso y fiel discípulo
de Jesucristo, que después de derramar á manos llenas las cantidades
respetabilísimas de que podía disponer, ya de su asignación,
ya de otro cualquier origen, .se quejaba sentidamente entre nosolros
de que «los Obispos actuales de Barcelona no tuviesen á su disposi-
»cion millones para el socorro de las iglesias y de los pobres; pues
))se le partía horriblemente el corazón al oir las grandes desdichas
»que se le descubrían y no poder dar á ellas el remedio necesario y
«completo.» Este mismo deseo de aliviar la suerte del menesteroso y
de socorrer al necesitado, hizo que, como todos saben, tomara una
parte muy activa en las diligencias y sabias determinaciones conque
la dignísima Asociación del Fomento de la Producción del Trabajo nacional
y otras Corporaciones y personas notables de Barcelona, procuraron
hacer menos espantosa la catástrofe ocurrida hace poco
con motivo de la explosión do una caldera de vapor en una fábrica
de la calle de Amalia. Su ida al Senado para defender los intereses
de la producción nacional, que le manifestaron salían perjudicados
de una manera notable por el tratado con Francia, obedeció á los
mismos sentimientos de caridad y á su anhelo de impedir en cuanto
estuviera de parle suya, las desastrosas \ sangrientas perturbaciones
(pie pudieran ocasionarse, si, faltándole algún día el trabajo indispensable
para su sustento á gran parle de la clase obrera, hombres
revoltosos V de aviesas intenciones, .se aprovecharan de tan triste
situación para arrastrarla al desorden y á los tumultos.
No queremos dejar de referir uno de los suce.'ios más importantes
(pie han tenido lugar durante el brevísimo pontificado de nuestro
muy amado Sr. Obispo, (|ue de santa gloria goce; porque ciertamente
fué un copiosísimo manantial de consuelos para su alma en más de
un momento de amargura y desolación, con que, como ocurre con
frecuencia á los espíritus verdaderamente privilegiados, (pii.^o aquilatarle
el Señor y purificar su noble alma, para hacerla más y más
digna de la corona de gloria que le reservaba, y le habrá ya concedido,
sin duda, en el Cielo. .\os referimos á a(|uella piadosa y nunca
vista peregrinación ad limina Apostolorinn que verificó el santo Pastor,
acompañado de un número muy notable de sus ovejas más escogidas.
Por loda España volaron los pormenores honrosísimos de
aquella devola jornada. Nadie ignora, .seguramente, los altos ejem-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
— w
píos de religiosa compostura, de verdadera piedad, de perfecta adhesión
á la cátedra de Pedro y de amor intenso y lilial hacia la augusta
persona de León XUI, que se complacieron en dar en aquellos
dichosos días, á la faz de todo el orbe, así el anciano y noble Obispo,
como sus virtuosos y fieles seguidores. Y del mismo modo,
¿quién puede haber olvidado aquellas muestras tan expresivas de
paternal afecto, de distinguida consideración y de amistosa ternura,
que, ya en audiencias públicas, ya en entrevistas privadas, prodigó
S. S. á todos aquellos romeros, pero de un modo especialísimo
al insigne y venerable Obispo de Barcelona, cu jos trabajos, ideas y
sentimientos le eran muy conocidos? En lo que el Señor le ha concedido
de vida, después de aquellos tiernísimos é indescriptibles
momentos, jamás pudo nuestro Excmo. Prelado recordar, sin una
emoción profundísima, así los dos estrechos y cariñosos abrazos con
que, una vez en audiencia pública y otra solo delante sus respectivos
familiares, le honró el Padre Santo, como aquellas dulcísimas
palabras con que en esta última ocasión se dirigió á los circunstantes.
Aunque motivos de gran importancia nos privaron de la dicha
de presenciar tan notable escena, todavía nos sentimos conmovidos
al recordar la inexplicable ternura con (|uc nos refería el devoto Prelado,
la sorpresa y profundo agradecimiento con que de los labios
augustos del Prisionero del Vaticano oyó brotar estas ternísimas palabras:
«Vea, hijo mío, deja que imprima en tu faz el ósculo de mi
amor.» Veni, filii, ul deoscider la. Sorpresa que se trocó en verdadera
confusión, como nos aseguraba el humilde Prelado, cuando después
de exclamar, lleno de entusiasmo al ver cuadro tan patético el
sabio Keligioso que los había introducido en la Cámara Pontificia:
«Santo Padre, bien puede V. B. distinguirle, porque es un gran Obispo
» escuchó que respondía con amoroso acento el Santo Vicario de Jesucristo
: «Lo sé; y por esto lo quiero mucho; lo amo por su ardiente
celo, por su virtud, por su .saber y por su firme y bien probada
adhesión á la Cátedra de Pedro.»
No estará por demás consignar para consuelo y satisfacción de
los numerosos admiradores del Sr. Urquinaona que desde entonces
y hasta su muerte no ha dejado de recibir del Sumo Pontífice, y por
cierto en momentos bien difíciles, cartas laudatorias llenas de consuelos,
de frases alentadoras y de paternal cariño, conservadas cuidadosamente
por nuestro bendito Pastor como celestial é inapreciable
tesoro, (|'ie le testilicaban de continuo y de una manera inequívoca
el singular afecto con que premiaba la Silla Apostólica la rectitud de
sus intenciones, la extremada prudencia de su proceder, la pureza
de su doctrina y de su moral y su adhesión perfecta é inquebranta-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
ble; sin (|ue jamás la Santa Sede le hubiese significado ni hecho
significar, directa ni indirectamente, el más mínimo desagrado por
acto alguno de su episcopal conducta.
I'ara cerrar dignamente estos mal pergeñados apuntes biográficos
del que, atendiendo á lo que hemos referido de su niñez, pudiera
llamarse con razón hijo de un milagro de María, hemos reservado
para e.ste sitio la narración de la página de su vida que nuestro amantísimo
Padre miraba con justicia como la más bella y en consideración
á la cual decía en su humildad profunda y en su candor de niño,
(¡ue Dios había de tener misericordia de su alma y que la intercesión
de nuestra excel.sa Madre María Santísima, le abriría las puertas
de una feliz eternidad. Todos habrán comprendido que hacemos alusión
al Patronazgo de la Reina de los Ángeles sobre toda Cataluña
bajo el glorioso y venerable título de Nuestra Señora de Montserrat.
Con motivo de las grandiosas y espléndidas hestas que .se verihca-ron,
para solemnizar el milenario de haber sido hallada en la célebre
montaña la Santa Imagen de la (juees Madre de Dios y Madre tierna
de todos los hombres, nuestro Kvcmo. Prelado, á cuya poderosa iniciativa
y piado.sos esfuerzos, indisputablemente se debió en gran
manera la sublime majestad y la solemne magnilicencia de cultos tan
.santos, concibió la idea de dtijar un monumento perenne de su amor
á María y del sin igual cariño que todos los españoles y especialmente
las provincias catalanas profesan á tan dulce Madre bajo la
bendita advocación antes citada. Prolijo y aun enojoso sería referir
con minuciosidad las gestiones (jue debió hacer, los obstáculos que
hubo de allanar, y las grandes y al parecer insuperables dihcultades
(jue venció, hasta conseguir que la Sede Áposlíilica, protectora siempre
de lasgrandezas de Kspaña, pero prudentísima en todas sus determinaciones,
decretara de un modo favorable la declaración ansiada
del Patronazgo de la Virgen de Montserrat .sobre toda Cataluña, y
a|)robase la creación in perpetuo de una fiesta eclesiástica conmemorativa
con rezo propio y rito de 1." clase con octava. Es imposible
de todo punto á nuestra pluma pintar el júbilo sin medida y el sin
igual agradecimiento hacia la Santa Sede con (¡ue en 1881 recibió
nuestro difunto Sr. Obispo los documentos en que se contenían estas
gracias: solo podrán comprender esto algún tanto los que poco
después de haber recibido estas gracias le pudieron contemplar como
nosotros en la .santa montaña, rebosando el rostro de alegría y mostrando
claramente el júbilo de su alma, con motivo de la coronación
apostólica de aquella devota y anti(iuísima Imagen, que por especial
delegación del Padre Santo, pedida también por nuestro amado Pastor,
realizó en el mes de setiembre de aquel mismo año el venera-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
ble y auguslo Arzobispo de Zaragoza, Excmo. Sr. Cardenal de Benavides:
lo comprenderán también los qne tuvieron la dicha de escuchar
las inflamadas palabras que brotaron de sus labios el 11 de
setiembre de 1881 en la hesta con (|ue se .solemnizo en el monasterio
de Montserrat la declaración del Patronato: en fin los (jue hemos
tenido la dicha de oirle tantas veces gloriarse de haber procurado
honra tan grande á su dulce Madre la bermo.sa Morenita de las montañas
catalanas. Hombre de vasto ingenio y de un corazón grande,
s í , pero humilde como el de un niño, fué recibido, .si es permitido
expresarnos de esta suerte, en brazos de María Santísima al nacer,
y después de haber conducido con felicidad la navecilla de su alma
entre los escollos de la vida mediante los auxilios é inspiraciones de
tan nobilísima y celestial Señora, antes de salir de este mundo se esforzó
de una manera inaudita, por colocar sobre las sienes de su gloriosa
Protectora una diadema hermosísima que, si bien no añade cosa
alguna á la dicha y al esplendor de que .se halla rodeada esa Virgen
sacrosanta en las inmortales alturas, coidribuye de una manera poderosa
á avivar en todos los fieles el amor, la conlianza y el respeto
hacia tan augusta Princesa y á unir con vínculos indi.solubles los corazones
de todos sus hijos con el sacratísimo é inmaculado corazón
de esa .Madre adorada que después de .jesús es nuestro único y santo
refugio, nuestro amor, nuestra esperanza y la sola escala segura por
donde podremos subir á nuestra Patria verdadera.
Y después de lo que llevamos dicho ¿á quién podrán sorprender
los hechos admirables que han pasado ante nuestros ojos en los días
postreros del mes que acaba de transcurrir? ¿Por ventura la muerte
del hombre, según las palabras del Sabio , no es enteramente semejante
á su propia vida, infeliz para el malvado, y preciosa á los ojos
de Dios para el justo?
Brevísimos fueron los días que retuvo la enfermedad á nuestro
amadísimo Padre en el lecho del dolor, aunque es indudable que
para hacer que en él sucumbiese, debió minar acaso más de un mes
con sordos, si bien destructores golpes, su vigorosa naturaleza ; pero
¡ cuan bien su[)o aprovechar aíjuel tiempo para dejarnos instrucciones
que nunca podrán borrarse de nuestras almas; ejemplos admirables
í|ue quiere el Señor imitemos con la fidelidad de que son dignos;
documentos preciosísimos de paciencia, de paz, de conformidad absoluta
y perfectísima con la voluntad divinal Apenas se entera de la
gravedad que ofrecía su aguda dolencia pide fervoroso el Pan de los
.Angeles, y recibe en su pecho á nuestro divino Maestro Cristo Jesús
con lal humildad, y fervor lan grandes, que no sólo editicó á todos los
(jue presenciaron el acto, sino que el recuerdo de aquella escena so-
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 33 -
lomne todavía nos conmueve íiasta tiacernos derramar lágrimas. Y
de.sde aquel momento es ya imposible no ver al lado de aquel gran
Pontífice á los gloriosos moradores de la Celestial Jerusalen que le
sugieren ideas y excitan en él sentimientos que le separan más y más
en cada instante de esle humano lodazal y que elevan su espíritu con
ímpetu irresistible hacia mejor vida. La carta que para despedirse de
todos sus hijos, que apareció en el último número de este Boletín y
que dictó en la madrugada del viernes 29; las prevenciones que hizo
y los consejos que dio á cada uno de los que le rodeábamos en aquellas
rápidas y doloro.sas horas; su piadoso entusiasmo al be.sar la sagrada
reliquia del B. José Oriol que llevaba al cuello, y la filial confianza
y santo enternecimiento con que mirando cariñosamente á una
pe(|ueña imagen de Nuestra Señora de Montserrat, que nos había
mandado pusiésemos en un altar en frente de su lecho, nos decía: «Yo
la hice Patrona de Cataluña, y Ella en recompensa me llevará al
Cielo:» las palabras de santo abandono y de resignación perfecta con
la Divina voluntad que pronunciaba á cada instante, casi en los mismos
términos que se refieren del glorioso San Martin, Obispo de Tours;
su fervorosa insistencia en rezar el Oficio divino sin el alivio más
pequeño hasta la víspera del día de su muerte, y en suplir en e.se
día postrero aquella santa carga, recitando con voz sumisa los
salmos y trozos de homilías que conserva en la memoria; el extremado
cariño y paternal ternura con que nos bendijo á los que
traspasados de pena, si bien llenos de piadosa devoción y de una
admiración profunda, rodeábamos su lecho de muerte y el cuidado
amoroso con que dio también su bendición para los ausentes;
el completo olvido que hizo desde este instante de todo lo de la tierra
para pensar y hablar sólo de Dios, de María Santísima, del glorioso
Patriarca San José, y de co.sas de la vida eterna ; y por último,
la entonación robusta y la unción santa con que contestó á las primeras
preguntas que le dirigió al administrarle la Unción extrema el
limo. Sr. Obispo de Vich que como fidelísimo amigo de nuestro muy
amado Pastor había volado al lado suyo, de.sde (¡ue tuvo noticia de
la gravedad de su estado, para ofrecerle los cristianos consuelos que
sólo inspiran en circunstancias tan extraordinarias el talento, la virtud
y una prudencia consumada ; todo esto, repetimos, son .señales
ine(|uívocas de que, cuando tuvimos el inexplicable pesar de perder
á nuestro amadísimo Padre, había terminado dicho.samente sobre la
tierra la misión providencial de un varón insigne, y el alma de un
justo acababa de volar al seno adorable de la Majestad infinita.
Por la demasiada extensión de estas líneas no |)odemos, ni (|ue-remos
añadir nada á lo dicho. Mas para no inducir á alguno,
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
- 3i -
con nuestras palabras, á un error dañoso, debemos advertir
que, si bien todas las circunstancias de la vida y de la muerte de
nuestro inolvidable Prelado nos hacen juzgar piadosamente que
ya goza de un descanso dichosísimo, los juicios de Dios no son
como los de los hombres, y S. D. M. encuentra sombras, según la
expresión bíblica, en los mismos Angeles; por lo que no conviene
en manera alguna que omitamos el elevar nuestras oraciones por
aquella santa alma que en vida tanto nos amó, y que más allá del
sepulcro es seguro que intercede fervorosamente por nosotros.
Obrando, pues, de esta suerte, que es como nos enseña á conducirnos
la Iglesia, nuestra Madre, si aquel espíritu querido se detuvo en
las terribles cárceles del Purgatorio, apresuraremos el momento de
su feliz y eterna libertad; y si, afortunadamente, .según nosolros
creemos, ya goza de e.sos eternos bienes, nuestras siíplicas aumentarán
la gloria accidental de que allí disfruta, por ser hijas de los
con.sejos y enseñanzas que nos dio durante su bendita existencia.
¡Haga el Señor y la Virgen santísima que, siguiendo fielmente
sus huellas santas, como le rodeamos en vida, tengamos el consuelo
de formarle espléndida corona en la eternidad!
Barcelona \ n de abril de 1883.
(Del lioletin Oficial Eclesiástico del Obispado de Barcelona).
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014