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APORTACION CANARIA A LA EVANGELIZACION AMERICANA Se ha dicho, y con razón, que ala evangelización de las islas Ca-narias tiene una significación dentro de la historia de las misiones que trasciende los límites de una asociación o de un territorio y la coloca dentro del plan general de la evangelización del mundo» l. . . Es que -como añade ese inisiiio mi~r - &S i i i i ~ i ~ i ieeii ~l as m islas Canarias pueden considerarse como un período de transición E entre el método de evangelizar que hasta entonces se había usado y O el que se había de emplear después de los grandes descubrimientos)) n - m Dicho con otras palabras, la evangelización de las islas Canarias O E reviste la característica y entraña la importancia de haber servido SE de puente entre las misiones antiguas y las modernas, representadas E estas últimas por las misiones americanas principalmente, a las que aportó una serie de conceptos nuevos y de métodos de acción ini- 3 ciados en las islas y culminados en el Nuevo Mundo. - 0 m Independientemente de ello, el archipiélago aportó además una E determinada colaboración directa a la evangelización americana. O Ambos son los puntos fundamentales que nos proponemos abor- n dar aquí. El primero, bajo el epígrafe de antecedentes canarios de la E a evangelización mericma El segundo, analizándolo desde cada uno de los principales aspectos que entraña. n n 3 O 1.-ANTECEDENTECSA NARIOS DE LA EVANGELIZACI~NA MERICANA Para mejor enmarcar cuantos vamos a afirmar a continuación, re-cordemos que la evangelización del archipiélago canario pasó por dos etapas claramente distintas. La primera, de intentos más o menos fructíferos, que se extiende desde 1344 hasta 1403. La segunda, de evangelización sistemática, 1. J . ZUN~UNEGUIL: os orígenes de las misiones en las islas Canarias, en "Revista Española de Teología", 1 (1940-41) 361. 2. IbId., 362. a cargo principalmente de los franciscanos, que corre desde 1403 hasta finales del siglo XV. La primera etapa se inicia el 15 de noviembre de 1344, fecha en la que el papa Clemente VI aprueba los proyectos de evangelización de las Canarias expuestos por Luis de la Cerda o de España, a quien le concede además el patronato de las iglesias y monasterios que lle-gara a fundar en las islas. A este proyecto, que no pasó de tal por la muerte de su autor, siguió el intento misional de Juan de Auria (Doria) y Jaime de Se-garra. Se trata de un conato serio de evangelización, a pesar de lo- cual, sólo nos consta acerca de él la erección por el mismo Clemen-te VI, el 7 de noviembre de 1351, del obispado de las Islas Afortuna-das, para el que designó al carmelita fray Bernardo. A mediados de i369 se registra un nuevo intento, iieno de entu- 2 N siasmo, por parte de un grupo de religiosos y clérigos catalanes que E estudian el idioma canario para dedicarse de lleno a la evangelización del archipiélago. El papa, con fecha de 30 de septiembre de 1369, autoriza a esos misioneros a hacerse cargo de la cura espiritual del E E archipiélago en todos sus aspectos, exceptuados el de la adminis- S tración de los sacramentos de la confirmación y del orden sacerdotal, E = propios de los obispos. 3 A estos conatos evangelizadores siguió la etapa de la evangeliza- - ción sistemática ', iniciada en 1403 tras el viaje de conquista de Lan- - 0m zarote emprendido en 1402 por Juan de Bethencourt y Gadifer de E la Salie. O Es la etapa de las misiones franciscanas, en la que los hijos de San Francisco van evangelizando paulatinamente isla por isla hasta finales del siglo XV, en que se puede considerar concluida la tarea l misional. n 0 3 O Canarias, puente de América Ci hecho mismo de que la primera etapa, es decir, los intentos de evangelización del archipiélago se remonten a 1344 nos indica, sin 3. Véase sobre ella, ZUNZUNEGULI:O S origenes, 361-408; J . WINCKE:C omienzos de las misiones mistianas en las islas Canarias, en "Hispania Sacra", 12 (1959) 193-207; A. RUMEU DE ARMAS: El obispado de Telde, Madrid-Las Palmas. 1960. 4. No existe ningún estudio monográfico sobre esta etapa de la eevangelizaci6n sistemática del archipielago. Gna visión general sobre la actuaci6n de los franciscanos, con la indicaci6n de las principales fuentes al respecto, la proporciona 1. OMAECREVAR:R ÍA En torno a las misiones del archipiélago canario, en "Missionalia Hispanica". 14 (1957) 539-560. más, que la existencia de las islas dio lugar a una nueva y doble di-rección de la actividad misionera de la Iglesia, dirección que termina-ría por llevar a esa institución al continente americano. Esta nueva dirección fue, en primer lugar, geográfica. Desde la reanudación a gran escala de la actividad misionera de la Iglesia con la fundación en el siglo XIII de las grandes Ordenes Mendicantes, que son también las grandes Ordenes misioneras, es-pecialmente los franciscanos y los dominicos, las misiones católicas siguieron dos rutas fundamentales. Primera: la ruta hacia el oriente, que a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV pasaría por Europa oriental y Oriente Medio para termi-nar nada menos que en Extremo Oriente, con los franciscanos Gui-llermo de Rubruck, Juan de Piancarpino Y Tuan de Motecorvino. Segunda: la ruta hacia el sur, con intentos esporádicos en todo el norte de Africa y más permanentes en Marruecos. Contra lo que pudiera parecer, esta ruta norte-sur comenzó y murió en Marruecos, como un «ouad» del desierto, lo que convierte a esa misión, sostenida sobre todo por los franciscanos, en un terri-torio cerrado en sí mismo y que no ejerció influencia alguna sobre los situados más al sur de él. El paso, pues, de la actividad misionera de Europa a Canarias significó un auténtico salto geográfico. Las circunstancias políticas harán que, una vez dado ese salto, las misiones españolas no sigan avanzando hacia el suroeste, es decir, hacia la costa africana (fuera del intento de Alonso de Bolaños), lo que sí harán las portuguesas. Pero serán asimismo esas circunstancias políticas las que impul-sarán el nuevo y trascendental salto de las misiones desde Canarias hasta América. Además de geográfico, el salto fue también cualitativo. En su ruta norte-sur, los misioneros católicos no habían encon-trado hasta entonces más que infieles mahometanos. cuya resistencia a toda otra religión convirtió a las misiones entre ellos en una acti-vidad poco menos que simplemente testimonial. Frente a estas misiones testimoniales, en Canarias surge la acti-vidad misionera entre infieles no mahometanos, es decir, entre los llamados gentiles, cuya resistencia a la evangelización no dejará de darse en determinadas circunstancias pero que nunca llegará a con-vertirse en norma y que, de todos modos, no iguaiará, ni con mucho, a la ofrecida por los mahometanos. Es el preludio de lo que más tarde sucederá en América. Y por cierto que con gran extrañeza para determinados sectores de esas mismas Ordenes, los cuales tardarán en percatarse con plena lucidez de que los indios americanos, al igual que los guanches cana-rios, representaban un tipo religioso totalmente distinto del mu-sulmán. El hecho se refleja, por ejemplo, en la legislación franciscana. Habituados como estaban a habérselas con los musulmanes, los representantes de la Orden tardaron en darse cuenta de que los in-dios no tenían nada que ver con el mahometismo, o por lo menos dudaron algún tiempo sobre este punto. Así, cuando el capítulo general de Niza de 1500 se detiene a de-terminar las cualidades que debían concurrir en los misioneros, exige ante todo ortodoxia y firmeza en la fe, pensando más en el carácter dogmático del mahometismo que en la endeblez de las creencias reli- 2 giosas de ios ind~os5. N Igualmente, cuando el ministro general de la Orden designa co- E misario general de la Española al P. Juan de Trasierra, las facultades que delega en él son valederas para alas islas recientemente descu- - m O biertas por los españoles y para los sarracenosn 6. E E 2 La investidura canaria y la donación americana La tarea evangelizadora propiamente dicha estuvo precedida, tanto en Canarias como en América, por sendas concesiones pontificias que están muy lejos de ser idénticas pero que guardan estrecha relación entre sí. Me refiero a la investidura de las Islas Afortunadas concedida en 1344 a Luis de España y a la donación del Nuevo Mundo hecha a los reyes católicos en 1493, ambas con el fin de que procedieran a la evangelización de lo descubierto. Luis de España le expuso al papa Clemente VI la existencia de once islas, llamadas Afortunadas, a las que se proponía evangelizar si el sumo pontífice le concedía la investidura de las mismas. Qemente VI, ei 15 de noviembre de 1544, mediante la bula Tuae devotionis sinceritas, acoge con agrado la propuesta de Luis de Es-paña y le concede la investidura solicitada, con todos los derechos anejos a este tipo de concesión y con la obligación de prestarle vasa- Salamanca, 1977, 302303. 6. 1. V ~QU E ZU: n plan ine'dito pava Za evangelizac26n de Amdrica: la creacl6n de una Comisarla General Indiana en 1505, Santiago de Compostela, 1979, 6. llaje al papa y de pagarle una cuota anual de 400 florines de Flo-rencia 7. Esta bula de Clemente VI vuelve a convertir a Canarias en el punto de arranque de una nueva trayectoria, cuyo momento culmi-nante se dará en 1493 con el descubrimiento de América. La novedad del documento es doble: la bula representa el primer caso de investidura pontificia de un territorio situado fuera de Eu-ropa, con la circunstancia de que es también la primera vez que esta investidura se asocia, como medio para conseguir un fin, a la tarea de la evangelización. La concesión de un territorio, en este caso del archipiélago cana-rio, bajo la forma de investidura no fue más que la aplicación con-creta de la supuesta facultad pontificia sobre las cosas temporales a, tal como entonces se entendía esta facultad. m D Con el paso del tiempo se olvidaría la investidura propiamente E dicha, la cual terminaría transformándose en una forma muchísimo O n más suave. Los sumos pontífices seguirán ejerciendo su supuesta fa- =m O cultad de distribuir el orbe entre los príncipes cristianos, pero lo EE harán bajo la modalidad de simple entrega de cada territorio deter- S E minado para que el príncipe agraciado lo pudiera conquistar y apo-derarse de él. 3 Así, el 15 de septiembre de 1436, el papa Eugenio IV le otorga - 0 al príncipe don Duarte el derecho a conquistar el mismo archipiélago m E canario, el cual quedaría sometido a don Duarte una vez que éste O lo hubiera convertido al cristianismo 9. Resulta curioso que vuelvan a ser las Canarias el escenario en el n E que, también por primera vez, nos encontremos con la transforma- - a ción de la investidura en una simple aunque amplísima donación n territorial como la que representa este documento de 1436. n Obsérvese, sin embargo, que esta donación, a diferencia de la in- 3 vestidura de 1344, no se hace para que don Duarte convirtiera a los O habitantes de las islas al cristianismo, sino como consecuencia de esa conversión, que se daba como cosa cierta. La relación entre lo que en 1344 fue investidura y desde 1436 simple donación, por una parte, y la conversión al cristianismo de 7. La bula, en Bullarium romanum, IV, Augustae Taurinorum, 1859, 474: A. GAR-CÍA GALLO: Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansidn port"gt~;o y castellaiia iii Afi& e Irid&, &kUiid, iB58, 28. Vease también ZUN-ZUNEGUI : LOS orígenes, 385-387. 8. Véase sobre el tema, P. CASTABEDAD ELGADO:L a teocracia pontificia y la con-quista de América, Vitoria, 1968. 9. Bullarium romanum, 1, 20. los habitantes del territorio otorgado, por otra, la volvemos a en-contrar, ahora ya fuera de Canarias, en 1442. El 10 de junio de ese año, el papa Nicolás V invita al rey Alfonso de Portugal a que conquiste por medio de las armas a los infieles a fin de ampliar entre ellos la fe católica lo. Desde el punto de vista que nos ocupa, este documento de 1442 es el antecedente más próximo de lo que en 1493 iba a ocurrir en América. Curiosamente, la donación del Nuevo Mundo hecha en dicho año por Alejandro VI a los reyes españoles guarda más semejanza con la concesión de Canarias hecha en 1344 a Luis de España que con las posteriores. Alejandro VI no entrega el Nuevo Mundo a Fernando e Isabel como consecuencia de la conversión al cristianismo (como lo hizo 2 con Canarias el papa Eugenio IV en 1436), ni los invita a que lo con- N quisten para extender en él la fe católica (como hizo Nicolás V con E el rey Alfonso V de Portugal en 1452). La entrega se la hace porque los reyes católicos le habían prometido evangelizar las nuevas tie- =m O rras, propósito de cuya sinceridad no dudaba Alejandro VI y para E E llevar a cabo el cual ordena a los reyes que envíen a las tierras des- S E cubiertas y por descubrir varones aptos para convertir a sus habitan- = tes al cristianismo 'l. 3 Salvada la diferencia existente entre la investidura y la donación -- de un territorio, resulta que la concesión pontificia de Canarias a E Luis de España en 1344 donde se vuelve a reflejar no es en los docu- O mentos pontificios del siglo XV relacionados con Portugal sino en las bulas alejandrinas de 1493 referentes a la América española. n E También en este punto se vuelve a establecer un puente directo - a entre Canarias y América, digamos que con dos soportes en las bulas nl de 1436 y de 1452 referentes a Portugal. n 0 El hecho de que la donación de América a los reyes católi- 3 cos llegara a suponer la conversión al cristianismo de todo un mun- 0 do, mientras que la cesión de Canarias a Luis de España no entrañó consecuencia ninguna ulterior, es, para nuestro caso, un maeiz de poco relieve. Desde el punto de vista de los antecedentes canarios de la evan-gelización americana, la importancia de la donación pontificia no 10. Bullarium romanum, 1, 22. 11. Sobre las bulas o breves de Alejandro VI, véase N. GIMÉNEZ FERXÁNDEZ: :piievus cons;&"rac;o 72cs so&,e la &tokn j: se;zp;do las btm alejm&@~as da !493 referentes a las Indias, Sevilla, 1944; A. GARC~GAA LLO:L as bulas de Alejandro VI y la w/denacidsz juiídica de la expansión portuguesa y castellana en Africa e Indias, Madrid, 1958. estriba tanto en sus futuras consecuencias como en el hecho mismo del otorgamiento. La conquista, paso previo a la ezraingdzaci0n Un cuarto e importantísimo antecedente canario de la evangeli-zación americana lo proporciona el hecho de que se recurriera a la conquista armada del territorio como paso previo, casi obvio, a su evangelización. En la historia de las misiones católicas modernas este recurso de la previa conquista armada del territorio que se quería evangelizar ofrece varias vertientes. En unos casos, los más extremados, es el papa mismo quien in-duce a la conquista para que ésta redunde en brillo de la fe. m D Es la postura, por ejemplo, adoptada en una ocasión por el papa E Nicolás V, quien el 10 de junio de 1452 le decía al rey Alfonso V O - de Portugal : «Te rogamos, pedimos y exhortamos encarecidamente - =m O a que, provisto del poder de la espada ..., amplíes al poder de tu va- E lor a fin de que pueda decirse que la fe católica ha triunfado contra E 2 los enemigos de Cristo por medio de tu regia majestad)) 12. E = Esta belicosidad, que recuerda tardíamente la época de las cruza- = das, es para la presente época un caso más bien extraño. Además, - - la conquista no se considera propiamente como un paso previo para 0m E la evangelización, sino como un medio para humillar a los enemigos de Cristo. O En otras ocasiones es también el papa quien expresamente auto- - riza la previa conquista armada, a la que, en una etapa posterior, E a-seguirá la evangelización. l - Tal es la postura adoptada por Eugenio IV el 15 de septiembre - o de 1436, cuando le dice a don Duarte respecto precisamente de las Canarias: «Te las concedemos para su conquista y te las declaramos 3 O sometidas a ti una vez que las hayas subyugado y convertido a la fen 13. En unos terceros casos, el papa se limita a entregar un territo-rio a determinado príncipe cristiano para que éste lo pueda someter a su imperio y proceda acto seguido a su evangelización, sin hablar para nada de las armas, es decir, sin autorizar ni prohibir la con-quista armada. A -7AAA" ,."+,. Ll&:-,. a- ---- 22 :--l!-:~ L- -3.. 3.J- n VGCGGDU ~, a uluua YUCUI; C U I I S I U G L ~ L S ~IL U~I ICIL~I I I~I ILCd.~ uulwd, 12. Bullarium romanum, 1, 22. 13. Bullarium romanzlm, 1, 20. como, por ejemplo, en el caso de Nicolás V, quien en su bula Roma-nus Pontifex, del 8 de enero de 1455, le habla al rey de Portugal de territorios «ya adquirid os^ o que ((adquiera en adelante)) 14. En ocasiones, como sucede en la Znter coetem de Alejandro VI, del 3 de mayo de 1493, la indefinición pontificia es total, pues el papa concede el Nuevo Mundo a los reyes católicos sin aludir para nada a la conquista, y ni siquiera al sometimiento. Ante esta indefinición, era el príncipe cristiano beneficiario de la concesión al que k correspondía optar por un método o por otro. Dentro de este ambiente y consideradas en relación con América, las Canarias constituyen un doble antecedente de lo que más tarde acontecerá en el Nuevo Mundo. En primer lugar, con la donación de investidura que el papa Cle-mente VI hizo de las islas a Luis de España para que las conquistara 2 con miras a su posterior evangelización, el archipiélago se convierte automáticamente en el territorio del que arranca esta corriente de E considerar a la conquista como el paso previo a la evangelización, O n - corriente que de hecho se puso en práctica en América. =m O Este antecedente es, sin embargo, algo lejano y, además, un tanto E E teórico, porque Luis de España no pudo poner por obra su proyecto S E y porque la concesión de las islas en feudo partió de unos planes ex- = presos de conquista, cosa que no sucedió con la donación alejandrina 3 del Nuevo Mundo a los reyes españoles. -- Por ello, pero dejando en pie ese valor de antecedente que en- 0m E traña, conviene hacer notar que lo que más une a Canarias con Amé- O rica, desde el punto de vista que estamos exponiendo, es el hecho real de que tanto la evangelización del archipiélago como la del n E Nuevo Mundo se llevaron a cabo sobre la base de la previa conquista - a armada. En el caso de las Canarias, sin intervención pontificia. En el de América, tras una concesión papa1 que no abordó el tema de n 0 la conquista. 3 En efecto, la evangelización sistemática y definitiva de las Cana- 0 rias, iniciada por los franciscanos en 1403, estuvo precedida en todas las islas por ia previa conquista armada de las mismas. Se procedió en ellas de idéntica manera a como se hizo en Amé-rica hasta que primero en 1550 y definitivamente en 1573 se prohi-bieron las conquistas armadas ". Con anterioridad a estas medidas de supresión, lo normal fue que 1" .Z11..Ti??:1% Yo%..%%% I, 33. 15. Véase a l respecto. P. BORGES.:W étodos misionales e n la cristianizacidn de América. Siglo XVI , Madrid, 1960, 194-197; F. MORALEPSA DR~TNe:o ~ i ay leyes de la conquista, Madrid, 1979, 452-457. la evangelización americana siguiera de cerca a la conquista, la cual le iba abriendo el paso. Aún más, para que las similitudes sean aún más acentuadas, al igual que en América también en Canarias se realizaron intentos de evangelización pacífica, los que, por cierto, terminaron asimismo en fracaso. Los intentos de evangelización canaria de 1351 y de 1369 repre-sentan sendos conatos de conquistar espiritualmente a los isleños prescindiendo de las armas16, conatos que recuerdan los tres inten-tos de evangelización pacífica realizados en la costa septentrional de Venezuela en 1514 por dominicos en Cumaná, en 1515-1520 por los franciscanos también en Cumaná y por los dominicos en Chichirivichi y ei? 1521 de nuevo por ambas Ordenes asimismo en Cumaná. m Tal vez convenga insistir en que esta identidad de procedimiento D E misional no fue una simple coincidencia, sino fruto lógico de una mentalidad que arranca precisamente de Canarias en 1344 y que O n muere, precisamente también en América, en 1573. - m O Esta corriente de considerar a la conquista armada como un paso E 2 previo a la evangelización arranca de Canarias porque las islas fueron E las que ofrecieron la primera ocasión para ello. 5 Los territorios evangelizados con anterioridad al archipiélago, en cualquiera de las rutas señaladas anteriormente, no eran territorios Om-susceptibles de una previa conquista armada. Desde el punto de vista E político, a esos territorios hubo que tomarlos tal como se presenta- O ban y tratar de evangelizarlos adaptándose a sus estructuras poli- n ticas y sociales 17. E La corriente de la previa conquista armada terminaría muriendo a en América en 1573 porque los monarcas españoles terminaron por n reconocer, ante las numerosas voces que clamaban contra el sistema, n que éste no era el más adecuado para la predicación de un evangelio O3 de paz. Sólo que ei reconocimiento no Uegó hasta que no se conquistó y evangelizó la mayor y la mejor parte de América. Otros antecedentes cancmcmas Además de los puntos fundamentales aludidos hasta ahora, en 16. WINCK:Z Comienzos, 195, 197-198. 17. Téngase en cuenta que estamos hablando de evangelización de territorios, para distinguir los métodos seguidos en esta evangelización de los adoptados en las con-quistas de los mismos con fines de cruzada. las evangelizaciones canaria y americana se dieron otros puntos de contacto que merecen también una breve alusión. El más llamativo es el de las conversiones masivas. A diferencia de lo que sucede con América, cuyos misioneros nos suministran cifras, unas veces exactas y otras aproximadas, de las conversiones obtenidas, de Canarias sólo sabemos que, una vez iniciada la evangelización de cada isla, sus habitantes no tardaron en abrazar en su práctica totalidad el cristianismo. Se trata, al igual que en América pero a escala muchísimo más reducida, del fenómeno de las conversiones en masa. Con ello nos encontramos ante un nuevo aspecto en el que el archipiélago sirvió también de puente entre las misiones medievales y las modernas. 2 Cabe advertir, sin embargo, que este fenómeno de las conversio- N E nes no se inició en Canarias, sino que constituye una constante de la historia de las religiones fuera del mundo musulmán18. O n E1 papel que en este campo desempeñaron las Canarias fue el de - m O revivir en un nuevo escenario lo que desde siempre había venido E E aconteciendo ,en Europa y Asia bajo la condición de que no se tra- 2 E tara de mahometanos, experiencia que luego se repetiría, a escala - desde entonces no superada, en la América española. 3 Las causas de este fenómeno de las conversiones masivas fueron - - 0 probablemente las mismas en Canarias que en América, así como m E fuera de ambos territorios: los métodos que en otra parte hemos O llamado verticales y de autoridad, consistentes en que los pueblos primitivos suelen seguir hasta en la práctica de la religión a quienes n E gozan de autoridad o de prestigio ante ellos1s. - a Un nuevo punto de contacto es el referente a la organización de 2 n la Iglesia y consiste en dotarla inmediatamente de obispos, aunque n apenas hubiera fieles que gobernar. 3 En Canarias se erigió, tan pronto como en 1351, el obispado de O las Islas Afortunadas o de Telde M, subsistente hasta 1386 y que en 1404 fue sustituido por el obispado de Rubicón, en Lanzarote. También en América se comenzará siguiendo esta táctica de eri-gir obispados con cierta premura. 18. Sobre este punto, véase P. BORGES: Obse~vaciones sobve la reacción al mis-tianismo de los aztecas, mayas e incas, en Estudios sobre politica indigenista española en Amévica, 11, Valladolid, 1976, 71-83. Véase también BORGES: iMétodos misionales, 459-492. 19. Cobre estos métodos, véase BORGES: Métodos misionale~, 337-415. 20. A. RUMEUD E ARMASE:l obispado de Telde, Madrid-Las Palmas, 1960; síntesis hist6ricas del mismo, en ZUNZU~G: ULIo s origenes, 376-379 ; y WINCK: ECo mienzos, 195-203. Así, por ejemplo, los obispados de Santo Domingo, de la Concep-ción y de San Juan fueron erigidos tan pronto como en 1502 y 1511, el de Santa María de la Antigua o Darién en 1513, el carolense o de Tlaxcala en 1520, el de Santa Marta en 1531 y el de Cartagena de In-dias en 1534, es decir, casi todos ellos en un momento en el que apenas si había fieles que gobernar Antonio Rumeu de Armas los ha llamado, tanto al de Canarias como a los de América, obispados misionales ? Cabe observar, sin embargo, que en este punto el antecedente canario no tiene el carácter de arranque, ni siquiera el de hito es-pecialmente representativo, respecto de los obispados americanos. La creación de los obispados canarios se inserta plenamente en la traci,iciSn mpdipoz! .ip pst&le~er ~ p i ~ q c&asi~ si midtánea-mente al inicio de la evangelización, con el fin precisamente de que el obispo administrara los sacramentos propios de su dignidad. Esta tradición hubiera pasado a América aun sin el antecedente canario y, de hecho, saltó al Nuevo Mundo, para morir en él. Aunque se trate de un hecho esporádico, merece recogerse tam-bién una anécdota de la evangelización canaria que más tarde en-contrará cierto eco en la evangelización americana. Se trata del intento de evangelización de 1369 a base de un grupo expedicionario de clérigos seculares y de religiosos que acordaron prescindir de la vestimenta propia de cada cual para adoptar una forma única de indumentaria 23. Como sucede casi siempre en el caso de Canarias, los datos de que disponemos son más bien escasos, por lo que en este punto concreto tampoco poseemos los elementos necesarios para enmarcar, sin peli-gro de errar, esa curiosa medida. =be suponer, sin embargo, que esos clérigos y religiosos deci-dieron adoptar un hábito común para evitar todo peligro de confu-sión 'entre los nativos del archipiélago, quienes probablemente cree-rian qce se tratzha & r+!igioner &tintas s ~ & q ~ l~as epr edirar-un misionero u otro de distinto hábito. Si ello fue así, esta iniciativa unificadora de 1369 encuentra tam-bién su réplica en América en la política de reducir al máximo el nú-mero de Ordenes misioneras, entre otras razones, para que la exce-siva diversidad de hábitos no originase confusión en los indios. Una ulterior coincidencia entre la evangelización canaria y la 21. Sobre los primeros obispados americanos, véase E. DUSSEL.: Les evdques 22. RUMEU DE ARMAS: El obis@ado de Telde, 52. 23. WINCKE: Comienzos, 201. americana la proporciona el escaso número de mártires registrado en ambas. El hecho obedece, en los dos casos, a idénticas razones. Por una parte, a la (en general) poco belicosidad de los indígenas y, por otra, al previo sometimiento de los mismos. Cabe destacar finalmente el hecho interesantísimo de que en Ca-narias, al igual que en América, el concepto de cristianizacián no abarcaba únicamente el acatamiento y práctica del Cristianismo por parte de los evangelizados, sino que incluía también el concepto de civilización, tal como entonces se entendía ésta. Durante la etapa de las misiones franciscanas de Canarias nos encontramos con una bula de Sixto IV, del 4 de agosto de 1476, en la que favorece con todos los medios a su alcance la práctica de los kijm de San Framisco de trasladar a !m neSfites de UE hgar a otro m para que entraran en contacto con sectores más civilizados y de lle- D var al archipiélago a oficiales y artesanos de tierras cristianas para E que les enseñaran sus oficios a los isleños Surge aquí, con perfecta O n claridad, la teoría de los misioneros americanos que en otro lugar - m O hemos llamado ~(modelación humana del indio», consistente en la E E persuasión de que los indios, para ser cristianos, necesitaban prime- 2E ro ser hombres. - Convencidos de que el cristianismo es una perfección del hombre, 3 esos misioneros trataron de enseñarles a los indios, junto con la reli- -- gión, todos los restantes saberes humanos, desde el modo de vivir 0 m E hasta leer y escribir, sin olvidar las artes y oficios manuales 25. O Las Canarias representaron una especie de filtro del personal evan-gelizador porque hubo más de un religioso expedicionario que apro-vechó la escala de las naves en las islas para no proseguir el viaje. n--2- -1 a- a- 1,. A ..-.. ~ - -1n ..ofi--i 1,. YCSUI; CL ~ U I I L U uc v l a ~ au c la Luailna UGL pclrwllal riualuu6ru, r a posibilidad de estos abandonos convertía indudablemente a las islas en una amenaza para la integridad numérica de las expediciones. Sin embargo, opino que en lugar de amenaza debe hablarse de filtro, porque la calidad es más importante que la calidad. Desde el momento en que el alistamiento misionero no sólo era voluntario por arte del candidato sino hasta selectivo por parte del 24. Bibliografía al respecto, en OXAECHEVARRE~An : torno a las misiones, en "Misionalia Hispanica", 14 (1957) 548. 25. Exposición de la teoría, en BORGES: métodos misionales, 203-244; ID. : Análisis reclutador, el abandono del viaje al hacer escala en Canarias es un claro sistema de flaqueza espiritual en quien de esa manera renun-ciaba a la tarea misional. Con ello, las islas ofrecieron la ocasión para que se produjera una ulterior selección, no buscada, de los ex-pedicionarios. Otra cosa es la identificación del tipo de flaqueza o debilidad del que esos abandonos eran signo. 1. Los enfermos Como es lógico, hay que dar por supuesto que más de un aban-dono obedeciera a enfermedad contraída en el trayecto desde la península a las islas. Pero, para nuestro caso, este es un aspecto irrelevante, porque se trata de un abandono obligado y porque estos enfermos, una vez recuperados, terminaban conmutando las islas por América, es decir, reemprendiendo el viaje involuntariamente interrumpido 26. Así induce a pensarlo no sólo la existencia de un ideal misionero en esos enfermos (ideal que no cabe suponer desapareciera por el hecho de la enfermedad) sino también porque, en el caso de renunciar al viaje, incurrían automáticamente en la categoría de los religiosos que se quedaban clandestinamente en las islas, a los que se les per-siguió sin miramientos. 2. Los abandonos clandestinos Esta segunda categoría de expedicionarios nos interesa mucho más que la anterior, pues fue en este terreno donde el archipiélago ejerció su verdadero papel de filtro. El hecho del abandono de las expediciones por parte de misione-ros al llegar al archipiélago canario es incuestionable a juzgar por la legislación promulgada al respecto. Aún más, se dio no sólo en la época durante la cual el archipié-lago fue escala obligada para el Nuevo Mundo sino también después de que dejara de serlo y las naves tuvieran que arribar a él por cual-quier motivo. A la primera etapa se refieren las reales cédulas promulgadas en 1546, 1567, 1572 y 1588, extractadas por la Recopilación de las leyes 26. En 1582, de doce franciscanos que iban a Quito y Chile quedó enfermo en Canarias el P. Francisco Guerra, quien "después vino en el navío del maestre Martin de Avila" (J. CASTRO SEOANE: Aviamiento y catálogo, en "Missionalia Hispanica", 17 [1960] 58-59). de Zndzas, la cual las resume y transforma para elaborar una nueva disposición en la que ya se refleja la segunda etapa al hablar de los religiosos que «por algún accidente arribaren a las islas de Cana-ria » % bis. Todas estas reales cédulas coinciden, pues para ello se expidie-ron, en ordenar que no se quedara en el archipiélago ningún religioso que se dirigiese a Indias. Más adelante aduciremos las razones de esta prohibic'ión, no con-signadas en los documentos oficiales. De momento merece hacerse notar que la abundancia de estas reales cédulas y la fecha de las mismas son síntomas de un doble hecho. De sus fechas de promulgación se deduce que los abandonos de 7la. -s e.x-pe-u~ic.i. o-n,~e s .m-isi oneras debieron intensificarse desde la cuarta década del siglo XVI y que proseguían dándose tan tarde como en 1681, fecha de la Recopi1aci;ón. Por su parte, la abundancia de las prohibiciones indica que el abuso debía ser notable, no sólo en el sentido de que los abandonos se dieran a menudo sino también en el de que fueran numerosos. El problema lo expone gráficamente la real cédula del 12 de di-ciembre de 1567. En ella se dice que, según carta del P. Gabriel de Herrera, Pro-vincial franciscano de Canarias, una vez en el archipiélago no prose-guían viaje a América ni siquiera «la mitad)) de los misioneros que habían llegado de la península v. Hoy por hoy no estamos en condiciones de especificar con cierta aproximación la cuantía de estos abandonos, pero permítasenos ilus-trar la afirmación de la real cédula de 1567, es decir, lo aseverado por el Provincial franciscano de Canarias, con el dato concreto de que en 1565, de doce franciscanos que se dirigían a Costa Rica, nue-ve, más un criado, se quedaron en Canariasz8. Aunque menos elocuentes, recojamos también los datos de que en i!j4ó, de doce franciscanos y-ue a Nueva España -uíiu Se 26 bis. Recopilación de leyes de los reiizos de las Indias, ed. facsímil de la de 1681, 1, Madrid, 1973, 61 b (libro 1, tít. 14, ley 9). hispano-anze~icains, 15041620, Wiesbaden, 1970; A. YBOTL E ~ NL: a Iglesia y los eclesiásticos en la empresa de Indias, 11, Barcelona, 1963, !27-56. del conquistador espMtual de América, Sevilla, 1961, 64-84. !27. RC a los oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en F. MORALES PADRÓN: Cedulario de Canarias, 1, Las Palmas, 1970, 67. Aludida por la Recopilación, ~. E.I ~ I A O I J~ a 'pqr m BT pnqom anb ZT vsmamnu u ' e ~u g p~a s a pq s a wanj a$uamaIq?sod 1, 61'b (&-o 1, tít. 14, .le$ 9). 28. CASTRO SEOANE: Aviamiento, en "Missionalia Hispanica", 16 (1959) 149-151. franciscano y la subsiguiente real cédula del 12 de diciembre de 1567. quedó en La Gomera y otro en San Germán 29; en 1584, de otros nue-ve franciscanos que iban a la Florida, cinco se fueron quedando en los puertos de arribada de la flota 30, de los que no se pueden ex-cluir los canarios; y, finalmente, en 1590, de doce franciscanos que se dirigían asimismo a la Florida, cuatro se fueron quedando también en los puertos que tocaron 31. 3. Cmsos tj consemencim de los abandonos Ni las reales cédulas ni ningún otro documento conocido nos es-pecifican los motivos de estas deserciones que, como acabamos de ver, no se daban únicamente en Canarias. No sería ilógico, sin embargo, atribuirlas a las mismas causas que motivaban las renuncias a seguir formando parte de las expedicio-nes misioneras que se registraban en otros lugares. Tal como hemos expuesto en el estudio específico de este tema 32, las causas fueron varias y de índole muy diversa. Al caso concreto de las Canarias cabe aplicar la dura experiencia de un accidentado viaje marítimo que no había hecho más que co-menzar y que por necesidad tenía que impresionar a los religiosos de tierra adentro; el mal trato del comisario de la expedición; las diferencias de criterio con este último3; las desavenencias con los compañeros de viaje; los malos consejos de la tripulación; y las posi-bles disensiones de los mismos religiosos canarios. Aunque parezca un tanto inhumano, ni las Ordenes religiosas ni la corona justificaron jamás estos abandonos. Partían del principio de que los alistados en una expedición mi-sionera sabían perfectamente lo que hacían y se comprometían for-malmente a realizar un viaje al que nadie les había obligado. Una vez contraído este compromiso, los expedicionarios no po-dían renunciar a él por dos razones: una, de justicia; la otra, de obediencia. La razón de justicia estrillaba en que ia corona abonaba parciai o totalmente (según las épocas) el viaje de los misioneros 34, por lo que éstos incurrían en fraude si injustificadamente abandonaban la expedición. 29. CASTROS EOANE:Av iamiento, en "Missionalia Hispanica", 14 (1957) 399-401. 30. VBase BORGESE: l envio, 494, nota 306. 31: Carne Sioam: A_z~i~&er.toe, n "Missi~naEa Hisg-ni~a", 18 (?S!?@). 1!)9. 32. P. BORGES: El envio de misioneros a Amirica durante la época española, Salamanca, 1977, 451-465, 553, 557. 33. Así sucedió con los franciscanos que abandonaron la expedición a la Florida de 1584 (véase la nota 30). 34. VBase BORGESE: l envio, 387-394, 401-450. La razón de obediencia consistía en que los misioneros, desde el momento en que eran seleccionados para formar parte de una ex-pedición, pasaban a depender del comisario o superior de la misma, por lo que quebrantaban su voto de obediencia si abandonaban el viaje sin causa justificada o sin autorización del superior 35. A esta doble razón, válida para todos los casos de abandono, tra-tándose de Canarias hay que añadir una tercera, de la que hablan el Provincial franciscano del archipiélago en 1567 y la real cédula que su carta originó. Esta razón consistía en que «con su quedada resul-tan muchas inquietudes)) 36. Teniendo todo esto en cuenta se comprende la insistencia de la corona en que los expedicionarios o prosiguieran el viaje o re,G resaran a su lugar de origen3T, donde por cierto les esperaban graves san-ciones, ai menos en ia Orden íranciscana %. 2 N E O n 111.-CANARIAS, TRAMPOL~N DE AMÉRICA -- m O Junto al papel de filtro de las expediciones misioneras, las Ca-narias ejercieron también el de trampolín para saltar a América, que representa curiosa y precisamente la antítesis del anterior. De ((formidable trampolín para el gran salto)) las calificó ya en 1955 José Pérez Vidal, refiriéndose a los integrantes del primer viaje de Colón 39. En este caso, al igual que durante toda la época en que el archi-piélago constituyó el punto obligado para emprender la definitiva travesía del Atlántico, las Canarias ejercieron el papel de trampolín no sólo lícito sino hasta ineludible por necesario. Aquí, en cambio, le atribuimos al término un significado algo di-verso. Calificamos de trampolín al archipiélago porque hubo misioneros o expedicionarios (al igual que hubo también seglares) que se valie-ron de éi para reaiizar un viaje que no hubieran podido emprender, o cuya realización les hubiera sido mucho más difícil, desde la pe-nínsula. 35. Exposici6n más amplia de este tema, en BORGES: EL envio, 451-455. 36. RC a los oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALEPSA DR~N: Cedulario, 1, 66. 37. RC a los oficiales de Canarias, Madrid. 12 diciembre 1567, en MORALEPSA DR~: PI Cedulario, 1, 66. 38. BORGES: El envio, 458454. 39. J. BREVZID AL: Aportación canaria a la poblacidn de Améiica, en "Anuario de Estudios Atlánticos", 1 (1955) 92. También cabe aplicar a los eclesiásticos la afirmación de Francis-co Morales Padrón de que «por Canarias resultó siempre fácil la sa-lida subrepticia (para América), no sólo para los naturales sino tam-bién para los peninsulares)) 1. El hecho de los p o s clandestinos A estos pasos clandestinos a América aluden, lógicamente para prohibirlos, sendas reales cédulas de 1546, 1567, 1568, 1569, 1572, 1583 y 1588, más la disposición al respecto de la Recopilacz'ón de 1681. La cédula de 1546 es de índole general, es decir, no se refiere ex-clusivamente a los religiosos, aunque tampoco quedan éstos exclui-dos de la misma. En ella se afirma que ((algunas personas, so color de decir que van a Canarias, se pasan a las dichas Indias», recurso que se prohibe ((porque esto es en fraude de lo que por Nos está mandado, y con-viene ponder remedio en ello, de manera que ninguno pueda pasar por ninguna parte sino fueren aquellos que conforme a lo que por Nos está mandado pudieren pasar)) ". La real cédula de 1567, que recoge la ya aludida carta del Provin-cial franciscano de Canarias, se expresa de esta tajante manera: da dicha provincia, conventos y frailes (franciscanos) ... reciben gran daño y son inquietados con el grande concurso de frailes, así extran-jeros como de estos reinos, que ocurren a fin de pasar a las nuestras Indias y buscan para ello licencias cautelosas» 42. La de 1569 se queja de que en algunos navíos que salían de la isla de La Palma con destino a Cabo Verde y Brasil «van y pasan frailes y otras personas encubiertamente para irse desde allí a las nuestras Indias, contra lo por Nos proveido y mandado)) La de 1583 afirma que había ciertos religiosos que, habiendo re-gresado de América y sin disponer de superior con el que volver u! Nueve MUndG, 2 Canarias para desde: archiyi&go cruzar de nuevo el Atlánticoa. La Recopilación de 1681, que dice extractar las cédulas de 1546, 40. F. MORALEPS ADR~NE:l desplazamiento a la6 islas desde Canarias, en "El Museo Canario", (1950). 41. RC a los oficiales de Sevilla, 1546, en ENCINASC: edulario, 1, 405. 42. RC !y oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALEPS ADR~N: P"J",,"..:- UIU.U'UI*", A. VV. 43. RC a Antonio Dominmez. iuez oficial de La Palma. Madrid, 5 febrero 1569, en MORALEPSA DR~N~:e dular io,1 , i02. 44. RC al juez oficial de la isla de Canaria, Madrid, 19 abril 1583, en MORALES PADR~NC:e dulario, 1, 279. 1567, 1572 y 1588, se limita a ordenar que desde las Canarias uno pasen a las provincias de las Indias ningunos religiosos sin licencia nuestra, como está proveído respecto de los demás religiosos que pa-san de estos reinos)) 45. El número, la insistencia y la fecha de estas prohibiciones oficia-les nos permiten enmarcar el abuso dentro de ciertos contornos. El número de cédulas promulgadas al respecto es bastante ele-vado, lo que da a entender claramente que la utilización de Canarias como trampolín para saltar ilegalmente a América no fue un hecho aislado, sino que debió darse con relativa frecuencia. Puesto que la legislación se prolonga a lo largo de la segunda parte del siglo XVI, cabe deducir que el abuso se intensificó durante ese mismo período, con una etapa inicial que de momento se retro-trae a 1546 y con otra posterior que se prolonga hasta 1681. 2 El hecho mismo de trasladarse primero a Canarias para luego :. saltar a América, y sobre todo la aun más penosísima estratagema E de viajar primero a Cabo Verde o al Brasil, es un síntoma claro del interés que los protagonistas tenían por surcar el mar. - m O Lógicamente, este interés no debía ser muy limpio, o las cualida- E E des personales de los interesados no debían ser muy destellantes, 2 E cuando se veían obligados a recurrir a una estratagema como ésta. - De lo contrario, se habrían alistado sencillamente en las expedi- 3 ciones misioneras que continuamente se hacían a la mar, las más de % las ocasiones con un número de miembros inferior al autorizado o al necesario. O Precisamente porque no perseguían fines muy altruistas o porque no reunían las cualidades que se solían exigir, estos religiosos rehuían los trámites normales del viaje, temerosos de que el propio superior no acreditase su buena conducta y, por lo mismo, de que el Consejo d de Indias tampoco los autorizase a embarcarse 46. n n 3 O 2. Facilidades para el p m clandestino Teóricamente, en Canarias deberían haber encontrado estos reli-giosos los mismos impedimentos que en la península, pues las normas vigentes en este punto en el archipiélago eran las mismas que las peninsulares. En la práctica, sin embargo, no sucedía así, como lo demuestra 45. Recopilación, 1, 61 b (libro 1, tít. 14, ley 9). 46. Sobre los requisitos exigidos a los que deseasen viajar a Amkrica, véase BORGE:S El envlo, 261-350. la existencia misma de este recurso y lo reconocen las propias reales cédulas. Lo que ocurría con las Canarias, a juzgar por esos mismos docu-mentos oficiales, era que los religiosos disponían en ellas de más facilidades para viajar a América debido a la mayor tolerancia de las autoridades del archipiélago. Por lo visto, los superiores religiosos tendían en algunas ocasio-nes a ser más bien benévolos en sus certificados sobre la conducta de los peticionarios y en sus autorizaciones de viaje, tal vez precisa-mente porque deseaban desprenderse de individuos en principio no recomendables. Las autoridades civiles, por su parte, parece que en más de una ocasión no tuvieron inconveniente en permitir ellas mismas el paso sin esperar a la licencia religiosa ni a la real o del Consejo de Indias. De la tolerancia de algunos oficiales reales no cabe la menor duda. Aún más, en un caso determinado se nos dice que esta tolerancia no era una simple y benévola condescendencia, sino un auténtico nego-cio puesto en práctica por el funcionario prevaricador. Así, y hablando en términos generales, una real cédula de 1614 se queja a los jueces de registro de Tenerife de que «dais licencia a muchas personas para pasar a las Indias)); con lo que emprendían viaje muchas de las prohibida^^^, entre las que figuraban cierta clase de religiosos @. Refiriéndose concretamente a Canarias, en 1688 se dice que en el juicio de residencia seguido contra don Juan Aguado de Córdoba, juez superintendente del juzgado de Indias en Canarias, se había probado que el encausado había ((permitido pasar diferentes pasajeros a Indias sin licencia en los navíos que salieron para ellasu, por lo que se le impuso la sanción de 500 pesos &. De la tolerancia remunerada o comprada habla una real cédula de 1608. En ella se dice que se tenía entendido por diversos conductos que el licenciado Pedro Muñiz de los Ríos, juez de registros de Tenerife, dejaba pasar a las Indias a cuantas personas le pagaban el otorga-miento de las licencias, lo mismo si se trataba de españoles que de extranjeros, de religiosos y clérigos delincuentes que de individuos 47. RC a los jueces de registro de Tenerife, Madrid, 5 diciembre 1614, en MORALES TADR.~ NCe duiarzo, 11, &%.S. 48. Sobre las cualidades de los candidatos a misioneros, dase BORGES: El envio, 283-302. 49. Carta de D. Francisco de Amolaz a D. Icidro García de Bustamante, Madrid, 24 septiembre 1688, en MORALESP ADR~NC:e dulario, 11, 330-331. que habían sido desterrados de América por haber contraído matri-monio allí a pesar de estar casados en España 50. Esta tolerancia o condescendencia de algunos funcionarios civiles la compartieron también determinados superiores reli,' ~IOSOS. En 1567 se nos dice que había muchos religiosos, tanto españoles como extranjeros, que arribaban a Canarias para desde el archipiélago trasladarse a América mediante la obtención de ((licencias cautelo-sas » 51, probablemente de sus superiores eclesiásticos. Asimismo, en 1583 se habla de la existencia en Canarias de reli-giosos que, impedidos para regresar a América por la vía normal, a fuerza de ruegos conseguían que su superior eclesiástico los autori-zase para 'reemprender el viaje j2. De momento resulta imposible calibrar el número aproximado de 10s religiosos valieron & &a cormpt& para c ~ n o g u i r1 -1 2 fines. N E Lo que sí puede decirse es que la responsabilidad de unas auto- O ridades fue similar a la de las otras. Puesto que los religiosos necesi- n - =m taban de la licencia civil y de la eclesiástica para pasar a América, O E tan reprobable era la conducta de las autoridades civiles que prescin- E 2 dían de la licencia religiosa como la de las autoridades religiosas que - expedían licencias indebidas, porque este documento solía bastar para % que las autoridades civiles permitieran el embarque. 3 La conclusión de todos los documentos que nos hablan de este abuso es invariablemente idéntica: no se debía permitir el paso a América de ningún religioso que no contase con la licencia expresa de la corona. n La exigencia se vuelve a recordar tan tarde como en 1792, en E esta ocasión porque había surgido en Canarias un nuevo tipo de pa- l sos indebidos a América. La nueva modalidad consistía en que el Provincial de los franciscanos se creyó autorizado para expedir licen-cias en este sentido sin contar ni con la anuencia de la corona 2 ni con el conocimiento previo del Comisario General de Indias resi-dente en Madrid, requisitos que con esa fecha !e recuerda e! rey "= 50. RC al doctor Chaves de Mora, regente de la audiencia de Canaria, Vaiiadoiid, 10 agosto 1608, en MORALEPS ADR~NCe: d ulario, 11, 2W7. 51. RC a ios oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALEPSA DR~N: Cedulario, 1, 66. 52. RC al juez oficial de la isla de Canaria, Madrid, 5 febrero 1569, en MORALES PADR~NC:e dulario, 1, 102. 53. D. DE INCHAUNRoBticEia:s s o b ~ el os Provinciales franciscanos de Canarias, La Lagiina, 1966, $04. Esta necesidad de la licencia de la corona para que los religiosos pudiesen embarcarse rumbo a América era de tipo general. Es decir, el rey, en las cédulas aducidas anteriormente, no hacía más que apli-car a Canarias la norma, vigente también en la península desde 1539, de que, a diferencia de lo que había venido sucediendo hasta enton-ces, todos los clérigos y religiosos necesitasen en adelante la expresa licencia real para poder viajar al Nuevo Mundo 56, requisito del que ya nunca se volvió a prescindir *. 3. El cmo de los cqellarzes de las nmes Por estar relacionado con este tema, si bien reviste matices total-mente distintos, merece recogerse a título de simple ilustración el caso de los capellanes de las naves como posible medio para viajar legalmente a América, pero también para quedarse en el Nuevo Mun-do de una manera ilegal. El caso se planteó, que sepamos, en 1688-9. Con fecha 30 de julio de 1688, el obispo de Canarias propuso al Consejo de Indias que autorizase a los religiosos para ir de capella-nes en las naves bajo las tres condiciones siguientes: que fuesen de conducta honrada, que contasen con la licencia de sus superiores y que se comprometieran a volver al archipiélago. El Consejo de Indias le respondería al obispo, con fecha 12 de mar-zo de 1689, que la propuesta encerraba muchos inconvenientes 56, pero para nuestro caso es sintomática, y en ella queremos insistir, la ter-cera condición señalada por el obispo. Cuando éste exigía expresamente que los capellanes religiosos se comprometieran a no quedarse en América es, sin duda ninguna, porque existía el peligro de que se quedaran, pero probablemente también porque ya se había dado el caso de quienes salían de Cana-rias de capellanes de naves y aprovechaban el viaje para quedarse en América. IV.-RELIGIOSOS CANARIOS EN LAS EXPEDICIONES MISIONERAS Fuera de casos especiales, el dato que mejor refleja la cuantía y el valor de la aportación de un territorio, en nuestro caso, de la apor-tación del archipiélago canario, a la evangelización americana es el 54. Esta RC de iS9 ia extracta ia Recopiiaczbn, iv, 3 b (libro 9, tít. 26, ley 11). 55. Véase al respecto, BORGES: El endo, 324344. 56. Carta de D. Francisco de Amolaz al obispo de Canarias, Madrid, 12 marzo 1689, en MORALEPSA DR~NCe:du lario, 11, 331 ; carta del mismo al Dr. D. José Mestres, Madrid, 14 marzo 1689, Ibid., 11, 331-332. del número y valía del personal misionero salido de él para evange-lizar el Nuevo Mundo. Al consignar esta frase acuden necesaria y automáticamente a la memoria los nombres de varios eclesiásticos canarios que descollaron en América por su labor descubridora, evangelizadora, educadora, pastoral o benéfica. Se trata indudablemente de figuras de primer orden y, en algunos casos, hasta de personajes de resonancia mundial. Baste recordar a este respecto al P. Alonso de Lebrón, a Pedro de Bethencourt, al P. José de Arce y a los obispos Manuel de Sosa Bethencourt, Francisco José de Palencia, Francisco Martos Corona-do, Vicente de Peraza y Nicolás Estévez Borges ". Sin embargo, nuestro propósito no sigue el derrotero de valorar ia aportación canaria a ia evangelización americana mediante ia eia-boración de una lista ni de un panegírico de figuras descollantes, aun reconociendo que éstas merecen ese elogio y que su actuación re-dunda en prez del archipiélago. Lo que nos proponemos aquí es valorar la aportación de con-junto de las islas, es decir, emitir una apreciación global sobre el nú-mero de misioneros salidos del archipiélago para evangelizar a los indios americanos. 1. Canarios integrantes de expedicz'mes Después de haber analizado, una por una, 1.068 expediciones mi-sioneras embarcadas para América entre 1493 y 1822, integradas por un total mínimo de 15.097 religiosos, en su inmensa mayoría perfec-tamente identificados el número de canarios encontrados en ellas es desconcertantemente exiguo. Su total se reduce a solamente diecinueve, que son los siguientes: 1. Antonio de Figuerm, franciscano, embarcado en 1607 para iM- ..,i,mu ~ v aCu cLul;rrib;qz u brivninr vnrfrrnvcv vninirrpr rnmnañ~rnc59. ~ ~ L S - ~ ~ A L - A - ~ 2. Francisco de Canarzarzacsa, puchino, embarcado en 1647 para el Darién junto con otros cinco 60. 57. Sobre canarios ilustres en América, vease A. BORGESI:lu st~esi sleños en el imperio españo2 de ultramar, Las Palmas, 1969. 58. V6ase BORGESE: l envio, 477-540. S. AGI, Contrat-dciún 553, f. 97 v. 60. M. DE POBLADURGAé:n esis del movimiento misional en las p~ovincias capu-chinas de España (2618-1680). en "Estudios franciscanos", 50 (1949) 37s. 61. AGI, Contratación 5430. 3. Salvador de Figueroa, franciscano, embarcado en 1653, junto con otros 34, para Yucatán, del que se dice que era de Canarias 61. 4. Zgnacio de Em Canarios, capuchino, que en 1670 aparece en la misión venezolana de Los Llanos, de la que en 1684 fue elegido pre-fecto 62. 5. Pedro Herrera, franciscano, embarcado en 1671, con trece compañeros, para Yucatán, natural de Canarias, sacerdote, comisario de la expedición, de 65 años, custodio y procurador de la Provincia de Yucatán @. 6. Domingo Blanco, franciscano, embarcado con otros 17 para Zacatecas en 1673, sacerdote, natural de Tenerife, de 36 años, alto de cuerpo, blanco y delgado @. '7. lose de Arce, jesuita, embarcado en 1674 para Paraguay ]unto con otros 34, filósofo, de la isla de Palma de Canarias, de 22 años, blanco de rostro, cerrado de frente, pelo negro, de buena estaturaa. 8. Francisco Gutiérrez de Vera, franciscano, embarcado para Florida en 1678 junto con otros 23, natural de Garachico, de 30 años, morador en el convento de Salamanca, predicador 66. 9. Mmud Rornem, franciscano, embarcado para Guatemala en 1678 junto con otros once 67. 10. Antonio de Can&s, capuchino, embarcado en 1687 para Venezuela junto con otros cinco 68. 11. Juan de Bmmente, jesuita, embarcado en 1698 para Para-guay junto con otros 37, estudiante de filosofía, de 22 años, mediano de cuerpo, trigueño, de pelo negro 69. 12-15. Manuel Chwh, Francisco Francés, Cristóbal Fewero y Cristbbd Dím de San José, franciscanos, miembros de una expedi-ción de 55 que en 1754 se embarcó para los Colegios de Misiones de Ocopa (Perd), Tarija (Bolivia) y Chillán (Chile) ". 62. B. DE CARROCERmAis: id?^ de los capuchinos en los Llanos de Caracas, 1. Caracas. 1972. 57, 69. 64. AGI, Contratación 5545 B. 65. P. PASTELLSH: istoria de la Compañia de Jesús en la Provincia de1 Paraguay (Argantina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia y Brasil), según los documentos origi-nales del Archivo General de Indias. 111. Madrid.. 1912.. 68-64. 47. 66. AGI, Cmtrataci6n 5442. 67. F. VAZQUEZC: rdnica de la Provincia del Smo. Nombre de Jeszis de Guatemala, T,,X 7, ,P..-&--,.?- 1344, 25. 68. B. DE LODARES: LOS franciscanos capuchinos en Venezuela. Documentos re-jeventes a las misiones franciscanus en esta república, 1, Caracas, 1929, 119. 69. PASTELLSH: istwh, IV, 393. 70. BORGE:S El enváo, 522, nota 848. 16. Antonio Tirado; franciscano, embarcado en 1769 para Flo-rida junto con otros once, lector jubilado, de 47 años, morador en el convento de La Orotava, de estatura superior a dos varas, color bermejo, pelo castaño 'l. 17. Pedro Benitez, franciscano, compañero del anterior, ex-defi-nidor y predicador, natural de La Laguna, de 46 años, morador en La Orotava, de estatura inferior a dos varas, color blanco, pelo crespo. 18. Francisco Guzmán, franciscano, compañero de expedición de los dos anteriores, ex-lector de teología, natural de La Orotava, de 45 años, morador en Puerto de La Cruz, de estatura algo superior a dos varas, color trigueño, pelo crespo. 19. Jmé Estévez, franciscano, compañero de expedición de los tres anteriores, natural de La Orotava y morador en ese mismo con- -vcI-ltu , a- 3n si-lo s, prelllca&y ie-x -!ec-or de tFoIogia, AULo oLOoC+ -U+L,UxIvU- U-'fLi~nV 2 N mayor de dos varas, color blanco, ojos azules. O n 2. El enigma de los expedicionarios isleños - m O El que, salvo error u omisión, sólo figuren diecinueve nombres E 2 de misioneros canarios dentro de un total de 15.097 en su inmensa E mayoría perfectamente identificados, plantea un verdadero enigma. Comencemos por advertir que esos 15.097 religiosos identificados 3 no representan el total de los embarcados para América, de la misma - 0 m manera que las 1.068 expediciones conocidas no agotan tampoco las E que en realidad viajaron al Nuevo Mundo. O Nosotros mismos, tras haber analizado la abundantísima docu- n mentación expedicionaria ya publicada y la que personalmente he- £ mos logrado reunir, reconocemos expresamente en otro lugar que el a número aproximado de misioneros embarcados para América hay n que cifrarlo en unos 15.585 72. n Este hecho de que el tema de las expediciones misioneras aún no O3 estén totalmente agotado aminora el enigma, pero no lo resuelve. Es decir, cabe a r g cme ~ t xq Ue en las expediciones que n n cono-cemos viajaran misioneros canarios de los que no tenemos noticia, argumentación que es correcta. Cabe replicar, sin embargo, que, si entre 15.000 nombres conoci-dos sólo figuran diecinueve canarios, es totalmente improbable que figure un número digno de tenerse en cuenta entre los relativamente pocos que nos falta por conocer. 71. AGI, Contrataci6n 5544, f . 14 v. 72. BORGESE: l envio, 535. Los pasos clandestinos a que aludimos anteriormente tampoco responden al interrogante, porque constituyen una excepción más que una regla, porque no se referían sola y exclusivamente a los reli-giosos canarios y porque es ilógico suponer que la mayor parte de los misioneros canarios que viajaran a América lo hicieran de una manera clandestina. Lo mismo cabe decir de las sustituciones de misioneros. Nos consta que los superiores de las expediciones solían sustituir con otros religiosos a los que, por una razón u otra, abandonaban la expedición 73, práctica para la que el archipiélago ofrecía indudable-mente especiales facilidades. Pero aquí nos volvemos a encontrar con otra excepción que no se puede tomar por norma general. El enigma tendría una solución en gran parte definitiva si ampliá-ramos a los religiosos, y la consideráramos permanente, la prohibición m D decretada por Felipe II en 1574 de que viajaran canarios a América 74. E Pero la cédula se promulgó para evitar la despoblación del archipié- O n lago, por lo que no parece que la prohibición rezara con los religiosos. -- m La única posible explicación de que sean tan pocos los misioneros O E canarios que figuran en las expediciones es la consistente en suponer E 2 E que esos misioneros del archipiélago siguieran para su embarco un - proceso distinto del ordenado para los peninsulares. 3 Lo cual significaría, a su vez, que los que de hecho aparecen entre - los expedicionarios constituyen precisamente la excepción. - 0 m E Sin embargo, no hay dato ninguno, ni siquiera síntoma, que per-mita pensar en la existencia de dos procesos o mecanismos de envío O de misioneros, según que se tratara de religiosos canarios o de reli- n giosos de fuera del archipiélago. -E a Aún más, las reales cédulas recogidas anteriormente sobre la obli- l gatoriedad de) permiso del Consejo de Indias para cuantos desde n n Canarias se propusieran viajar al Nuevo Mundo indican la inexisten-cia precisamente de ese posible proceso distinto. 3 O Por añadidura, las listas de los nombres de expedicionarios son siempre exhaustivas, por la razón de que las licencias del Consejo eran siempre personales. 3. Zmposibilidad de calibvm la ccpov-tación cana& 73. BORGES: El envio, 467-468. 7 RC al oficial de la isla de Gran Canana, Aranjuez, 18 febrero 1574, en ENCINAS: Cedulaiio, 111, 220-221; MORALES PADR~NC:e dulario, 1, 213-214. son perfectamente conocidas, y dando también por sentado que ese escaso número de religiosos no puede agotar el de los que de hecho se embarcaron para América, añadamos que resulta prácticamente imposible valorar la cuantía aproximada de la aportación canaria en cuanto al envío de misioneros. El número de religiosos que se alistaban en las expediciones guar-dó siempre relación directa con tres factores, que podían darse por separado o simultáneamente. Estos tres factores fueron el idealismo reinante en cada Orden o provincia religiosa, la abundancia o penuria de personal existentes en ellas y el influjo ejercido en la misma por los diversos agentes que favorecían o dificultaban el alistamiento misionero. El ideal misionero alimentado por los religiosos canarios durante la época com.prendida entre el descubrimiento y la independencia de América resulta totalmente imposible de calibrar. Sabemos que ese ideal existió con anterioridad, pues a él se debió la cristianización de los guanches. Pero desde ese momento perde-mos todo punto de referencia. Y es que el ideal misionero sólo se puede medir a base precisa-mente del dato que nosotros necesitamos o deseamos conocer: la colaboración de Canarias a las empresas misionales de cada momento, en nuestro caso concreto, a la empresa americana. Podríamos atisbarlo, y deducir de ello consecuencias oportunas, si los religiosos canarios, una vez finalizada su labor entre los aborí-genes del archipiélago, hubieran emprendido una nueva tarea misio-nal fuera de él, por ejemplo, en la vecina Africa. Resultó, sin embargo, que el archipiélago quedó encerrado en sí mismo, lo cual nos impide deducir nada. El que ninguna Orden reli-giosa iniciara misión alguna desde las islas no indica necesariamente carencia de ideal misionero, pues cabe la posibilidad de que éste existiera pero no se pudiera llevar a la práctica por muy diversas razones. La abundancia o penuria de personal en una Orden o provincia religiosa suele estar en relación con los misioneros enviados fuera de la propia circunscripción en el sentido de que, en circunstancias nor-males, la abundancia favorece los alistamientos, mientras que la pe-nuria los dificulta. Restringiéndonos a la Orden franciscana, de la que poseemos da-tos más deiaiiados y que fue también, di pdrecer, ia que propurciun6 mayor número de misioneros americanos, todo indica que no pade-ció penuria de personal. En 1567 afirmaba el propio provincial de los franciscanos cana-rios, P. Gabriel de Rerrera, que «en esta provincia había los frailes necesarios para el servicio de ella)) T5. En 1680 moraban un total de 486 franciscanos en los 18 conven-tos del archipiélago, cifra bastante elevada si se tiene en cuenta que en Baleares sólo había 308 en once conventos y que el promedio de las diversas provincias franciscanas españolas, en esa misma fecha, era de 500 a 600 religiosos 76. Estos dos datos no nos permiten deducir ninguna conclusión de índole general, pero sí indican que la Orden franciscana estuvo en condiciones normales de aportar religiosos canarios a América. Por lo que se refiere a los agentes que favorecían u obstaculizaban el alistamiento misionero 77, respecto de Canarias merecen tenerse en cuenta tres especialmente: el de los reclutadores, el dei ambiente y el de la resistencia de los superiores. Por lo que se refiere a los reclutadores, nos consta, por ejemplo, que en 1687 se autorizó a los capuchinos Antonio Maderuelo y Mau-ro de Cintruénigo para que se desplazasen a Canarias a fin de reco-lectar religiosos con destino a las misiones capuchinas de los Llanos de Caracas, para las que se alistó el P. Antonio de Canarias Es también probable que los cuatro franciscanos canarios que en 1769 se embarcaron para la Florida fueran asimismo reclutados per-sonalmente en las islas por el comisario de la expedición, P. Jacinto de Acevedo 19. Sin embargo, parece lo más probable que este método de persua-sión personal no fuera muy frecuente en Canarias por la sencilla ra-zón de que el alejamiento del archipiélago respecto de la península les suponía a los reclutadores un tiempo y unos gastos adicionales con los que seguramente no podían contar. Es cierto que esos mismos reclutadores pudieron recurrir, cuando el sistema se puso en práctica desde finales del siglo XVII, al envio de las circulares de reclutamiento acostumbradas en la península. Pero ei método tampoco parece probable, porque esa misma razón de distancia acabada de indicar conllevaba un período de tiempo para la realización de los trámites de inscripción en las expediciones del que seguramente no disponían los reclutadores. La conclusión que se impone en este punto es que los religiosos 75. RC a los oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALES PADR~N: Cedulario, 1, 66. 76. Annales Minorum, XXII, Romae, 1964, 527-551. 77. Sobre estos agentes, véase BORGES: El envio, 175260. 78. AGI, Contratación 5511. 79. AGI, Contrataci6n 5544, ff. 1 r-3 v. canarios no se vieron influidos por este método, quizá el más directo y eficaz, del sistema de reclutamiento misional. En cuanto al ambiente, este factor tuvo que influir por necesidad, pero resulta imposible saber si lo hizo favorable o desfavorablemente, o mejor dicho cuál fue la influencia que predominó. El paso continuo de expediciones misioneras por los puertos ca-narios durante la época en que el archipiélago constituyó una etapa obligada del viaje, sirvió indudablemente para que más de un reli-gioso canario se animara a pasar a América inducido por el ejemplo y hasta las persuasiones de los miembros de las expediciones misio-neras que arribaban sin cesar. Pero también cabe la posibilidad de que los desertores de esas mismas expediciones, así como los que llegaban a las islas decepcio-iiados del fievpc"$luí ídu, ejricierari los r&igiusos id&- ,, tica labor destructora a la que sabemos realizaron en la penínsulas0. D E Por lo que se refiere a los superiores, cuya postura fue, en gene-ral, opuesta al reclutamiento ", por la sencilla razón de la supervi- O n - vencia y necesidades de la propia provincia, mientras no dispongamos =m O de pruebas en contra quizá sea lo más lógico opinar que los canarios E E no se diferenciaron en nada de los peninsulares. 2 E Anotemos, finalmente, que en el caso de los franciscanos existía, = al parecer, a finales del siglo XVIII cierto obstáculo, cuya naturaleza 3 desconocemos, para que pudieran viajar a América. -- e En efecto, en 1790 se nos dice que el Consejo de Indias había m E resuelto que cesa provincia de San Diego de Canarias quede habili- O tcd~e n adeIante para la contribución de misioneros y alternativas en América en los propios términos que están las observantes de n E esta península. Que de todas las provincias (franciscanas) de España, - a incluyéndose como una de ellas esa de Canarias, se envíen religiosos 2 n necesariosn para Mainas y Quito n 0 3 O 80. Véase al respecto, BORGES: El envio, 222-235. 81, BORGE:S EZ-envio, 235246. 82. Carta del P. Manuel Nestares al provincial franciscano de Canarias, Madrid, 12 julio 1790, en BCHAURNoBticEias:, 304.
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Calificación | |
Título y subtítulo | Aportación canaria a la evangelización americana |
Autor principal | Borges Morán, Pedro |
Publicación fuente | IV Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 04. Tomo 1 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1980 |
Páginas | p. 268-296 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Notas | Coordinación y prólogo de Francisco Morales Padrón |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1623926 Bytes |
Texto | APORTACION CANARIA A LA EVANGELIZACION AMERICANA Se ha dicho, y con razón, que ala evangelización de las islas Ca-narias tiene una significación dentro de la historia de las misiones que trasciende los límites de una asociación o de un territorio y la coloca dentro del plan general de la evangelización del mundo» l. . . Es que -como añade ese inisiiio mi~r - &S i i i i ~ i ~ i ieeii ~l as m islas Canarias pueden considerarse como un período de transición E entre el método de evangelizar que hasta entonces se había usado y O el que se había de emplear después de los grandes descubrimientos)) n - m Dicho con otras palabras, la evangelización de las islas Canarias O E reviste la característica y entraña la importancia de haber servido SE de puente entre las misiones antiguas y las modernas, representadas E estas últimas por las misiones americanas principalmente, a las que aportó una serie de conceptos nuevos y de métodos de acción ini- 3 ciados en las islas y culminados en el Nuevo Mundo. - 0 m Independientemente de ello, el archipiélago aportó además una E determinada colaboración directa a la evangelización americana. O Ambos son los puntos fundamentales que nos proponemos abor- n dar aquí. El primero, bajo el epígrafe de antecedentes canarios de la E a evangelización mericma El segundo, analizándolo desde cada uno de los principales aspectos que entraña. n n 3 O 1.-ANTECEDENTECSA NARIOS DE LA EVANGELIZACI~NA MERICANA Para mejor enmarcar cuantos vamos a afirmar a continuación, re-cordemos que la evangelización del archipiélago canario pasó por dos etapas claramente distintas. La primera, de intentos más o menos fructíferos, que se extiende desde 1344 hasta 1403. La segunda, de evangelización sistemática, 1. J . ZUN~UNEGUIL: os orígenes de las misiones en las islas Canarias, en "Revista Española de Teología", 1 (1940-41) 361. 2. IbId., 362. a cargo principalmente de los franciscanos, que corre desde 1403 hasta finales del siglo XV. La primera etapa se inicia el 15 de noviembre de 1344, fecha en la que el papa Clemente VI aprueba los proyectos de evangelización de las Canarias expuestos por Luis de la Cerda o de España, a quien le concede además el patronato de las iglesias y monasterios que lle-gara a fundar en las islas. A este proyecto, que no pasó de tal por la muerte de su autor, siguió el intento misional de Juan de Auria (Doria) y Jaime de Se-garra. Se trata de un conato serio de evangelización, a pesar de lo- cual, sólo nos consta acerca de él la erección por el mismo Clemen-te VI, el 7 de noviembre de 1351, del obispado de las Islas Afortuna-das, para el que designó al carmelita fray Bernardo. A mediados de i369 se registra un nuevo intento, iieno de entu- 2 N siasmo, por parte de un grupo de religiosos y clérigos catalanes que E estudian el idioma canario para dedicarse de lleno a la evangelización del archipiélago. El papa, con fecha de 30 de septiembre de 1369, autoriza a esos misioneros a hacerse cargo de la cura espiritual del E E archipiélago en todos sus aspectos, exceptuados el de la adminis- S tración de los sacramentos de la confirmación y del orden sacerdotal, E = propios de los obispos. 3 A estos conatos evangelizadores siguió la etapa de la evangeliza- - ción sistemática ', iniciada en 1403 tras el viaje de conquista de Lan- - 0m zarote emprendido en 1402 por Juan de Bethencourt y Gadifer de E la Salie. O Es la etapa de las misiones franciscanas, en la que los hijos de San Francisco van evangelizando paulatinamente isla por isla hasta finales del siglo XV, en que se puede considerar concluida la tarea l misional. n 0 3 O Canarias, puente de América Ci hecho mismo de que la primera etapa, es decir, los intentos de evangelización del archipiélago se remonten a 1344 nos indica, sin 3. Véase sobre ella, ZUNZUNEGULI:O S origenes, 361-408; J . WINCKE:C omienzos de las misiones mistianas en las islas Canarias, en "Hispania Sacra", 12 (1959) 193-207; A. RUMEU DE ARMAS: El obispado de Telde, Madrid-Las Palmas. 1960. 4. No existe ningún estudio monográfico sobre esta etapa de la eevangelizaci6n sistemática del archipielago. Gna visión general sobre la actuaci6n de los franciscanos, con la indicaci6n de las principales fuentes al respecto, la proporciona 1. OMAECREVAR:R ÍA En torno a las misiones del archipiélago canario, en "Missionalia Hispanica". 14 (1957) 539-560. más, que la existencia de las islas dio lugar a una nueva y doble di-rección de la actividad misionera de la Iglesia, dirección que termina-ría por llevar a esa institución al continente americano. Esta nueva dirección fue, en primer lugar, geográfica. Desde la reanudación a gran escala de la actividad misionera de la Iglesia con la fundación en el siglo XIII de las grandes Ordenes Mendicantes, que son también las grandes Ordenes misioneras, es-pecialmente los franciscanos y los dominicos, las misiones católicas siguieron dos rutas fundamentales. Primera: la ruta hacia el oriente, que a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV pasaría por Europa oriental y Oriente Medio para termi-nar nada menos que en Extremo Oriente, con los franciscanos Gui-llermo de Rubruck, Juan de Piancarpino Y Tuan de Motecorvino. Segunda: la ruta hacia el sur, con intentos esporádicos en todo el norte de Africa y más permanentes en Marruecos. Contra lo que pudiera parecer, esta ruta norte-sur comenzó y murió en Marruecos, como un «ouad» del desierto, lo que convierte a esa misión, sostenida sobre todo por los franciscanos, en un terri-torio cerrado en sí mismo y que no ejerció influencia alguna sobre los situados más al sur de él. El paso, pues, de la actividad misionera de Europa a Canarias significó un auténtico salto geográfico. Las circunstancias políticas harán que, una vez dado ese salto, las misiones españolas no sigan avanzando hacia el suroeste, es decir, hacia la costa africana (fuera del intento de Alonso de Bolaños), lo que sí harán las portuguesas. Pero serán asimismo esas circunstancias políticas las que impul-sarán el nuevo y trascendental salto de las misiones desde Canarias hasta América. Además de geográfico, el salto fue también cualitativo. En su ruta norte-sur, los misioneros católicos no habían encon-trado hasta entonces más que infieles mahometanos. cuya resistencia a toda otra religión convirtió a las misiones entre ellos en una acti-vidad poco menos que simplemente testimonial. Frente a estas misiones testimoniales, en Canarias surge la acti-vidad misionera entre infieles no mahometanos, es decir, entre los llamados gentiles, cuya resistencia a la evangelización no dejará de darse en determinadas circunstancias pero que nunca llegará a con-vertirse en norma y que, de todos modos, no iguaiará, ni con mucho, a la ofrecida por los mahometanos. Es el preludio de lo que más tarde sucederá en América. Y por cierto que con gran extrañeza para determinados sectores de esas mismas Ordenes, los cuales tardarán en percatarse con plena lucidez de que los indios americanos, al igual que los guanches cana-rios, representaban un tipo religioso totalmente distinto del mu-sulmán. El hecho se refleja, por ejemplo, en la legislación franciscana. Habituados como estaban a habérselas con los musulmanes, los representantes de la Orden tardaron en darse cuenta de que los in-dios no tenían nada que ver con el mahometismo, o por lo menos dudaron algún tiempo sobre este punto. Así, cuando el capítulo general de Niza de 1500 se detiene a de-terminar las cualidades que debían concurrir en los misioneros, exige ante todo ortodoxia y firmeza en la fe, pensando más en el carácter dogmático del mahometismo que en la endeblez de las creencias reli- 2 giosas de ios ind~os5. N Igualmente, cuando el ministro general de la Orden designa co- E misario general de la Española al P. Juan de Trasierra, las facultades que delega en él son valederas para alas islas recientemente descu- - m O biertas por los españoles y para los sarracenosn 6. E E 2 La investidura canaria y la donación americana La tarea evangelizadora propiamente dicha estuvo precedida, tanto en Canarias como en América, por sendas concesiones pontificias que están muy lejos de ser idénticas pero que guardan estrecha relación entre sí. Me refiero a la investidura de las Islas Afortunadas concedida en 1344 a Luis de España y a la donación del Nuevo Mundo hecha a los reyes católicos en 1493, ambas con el fin de que procedieran a la evangelización de lo descubierto. Luis de España le expuso al papa Clemente VI la existencia de once islas, llamadas Afortunadas, a las que se proponía evangelizar si el sumo pontífice le concedía la investidura de las mismas. Qemente VI, ei 15 de noviembre de 1544, mediante la bula Tuae devotionis sinceritas, acoge con agrado la propuesta de Luis de Es-paña y le concede la investidura solicitada, con todos los derechos anejos a este tipo de concesión y con la obligación de prestarle vasa- Salamanca, 1977, 302303. 6. 1. V ~QU E ZU: n plan ine'dito pava Za evangelizac26n de Amdrica: la creacl6n de una Comisarla General Indiana en 1505, Santiago de Compostela, 1979, 6. llaje al papa y de pagarle una cuota anual de 400 florines de Flo-rencia 7. Esta bula de Clemente VI vuelve a convertir a Canarias en el punto de arranque de una nueva trayectoria, cuyo momento culmi-nante se dará en 1493 con el descubrimiento de América. La novedad del documento es doble: la bula representa el primer caso de investidura pontificia de un territorio situado fuera de Eu-ropa, con la circunstancia de que es también la primera vez que esta investidura se asocia, como medio para conseguir un fin, a la tarea de la evangelización. La concesión de un territorio, en este caso del archipiélago cana-rio, bajo la forma de investidura no fue más que la aplicación con-creta de la supuesta facultad pontificia sobre las cosas temporales a, tal como entonces se entendía esta facultad. m D Con el paso del tiempo se olvidaría la investidura propiamente E dicha, la cual terminaría transformándose en una forma muchísimo O n más suave. Los sumos pontífices seguirán ejerciendo su supuesta fa- =m O cultad de distribuir el orbe entre los príncipes cristianos, pero lo EE harán bajo la modalidad de simple entrega de cada territorio deter- S E minado para que el príncipe agraciado lo pudiera conquistar y apo-derarse de él. 3 Así, el 15 de septiembre de 1436, el papa Eugenio IV le otorga - 0 al príncipe don Duarte el derecho a conquistar el mismo archipiélago m E canario, el cual quedaría sometido a don Duarte una vez que éste O lo hubiera convertido al cristianismo 9. Resulta curioso que vuelvan a ser las Canarias el escenario en el n E que, también por primera vez, nos encontremos con la transforma- - a ción de la investidura en una simple aunque amplísima donación n territorial como la que representa este documento de 1436. n Obsérvese, sin embargo, que esta donación, a diferencia de la in- 3 vestidura de 1344, no se hace para que don Duarte convirtiera a los O habitantes de las islas al cristianismo, sino como consecuencia de esa conversión, que se daba como cosa cierta. La relación entre lo que en 1344 fue investidura y desde 1436 simple donación, por una parte, y la conversión al cristianismo de 7. La bula, en Bullarium romanum, IV, Augustae Taurinorum, 1859, 474: A. GAR-CÍA GALLO: Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansidn port"gt~;o y castellaiia iii Afi& e Irid&, &kUiid, iB58, 28. Vease también ZUN-ZUNEGUI : LOS orígenes, 385-387. 8. Véase sobre el tema, P. CASTABEDAD ELGADO:L a teocracia pontificia y la con-quista de América, Vitoria, 1968. 9. Bullarium romanum, 1, 20. los habitantes del territorio otorgado, por otra, la volvemos a en-contrar, ahora ya fuera de Canarias, en 1442. El 10 de junio de ese año, el papa Nicolás V invita al rey Alfonso de Portugal a que conquiste por medio de las armas a los infieles a fin de ampliar entre ellos la fe católica lo. Desde el punto de vista que nos ocupa, este documento de 1442 es el antecedente más próximo de lo que en 1493 iba a ocurrir en América. Curiosamente, la donación del Nuevo Mundo hecha en dicho año por Alejandro VI a los reyes españoles guarda más semejanza con la concesión de Canarias hecha en 1344 a Luis de España que con las posteriores. Alejandro VI no entrega el Nuevo Mundo a Fernando e Isabel como consecuencia de la conversión al cristianismo (como lo hizo 2 con Canarias el papa Eugenio IV en 1436), ni los invita a que lo con- N quisten para extender en él la fe católica (como hizo Nicolás V con E el rey Alfonso V de Portugal en 1452). La entrega se la hace porque los reyes católicos le habían prometido evangelizar las nuevas tie- =m O rras, propósito de cuya sinceridad no dudaba Alejandro VI y para E E llevar a cabo el cual ordena a los reyes que envíen a las tierras des- S E cubiertas y por descubrir varones aptos para convertir a sus habitan- = tes al cristianismo 'l. 3 Salvada la diferencia existente entre la investidura y la donación -- de un territorio, resulta que la concesión pontificia de Canarias a E Luis de España en 1344 donde se vuelve a reflejar no es en los docu- O mentos pontificios del siglo XV relacionados con Portugal sino en las bulas alejandrinas de 1493 referentes a la América española. n E También en este punto se vuelve a establecer un puente directo - a entre Canarias y América, digamos que con dos soportes en las bulas nl de 1436 y de 1452 referentes a Portugal. n 0 El hecho de que la donación de América a los reyes católi- 3 cos llegara a suponer la conversión al cristianismo de todo un mun- 0 do, mientras que la cesión de Canarias a Luis de España no entrañó consecuencia ninguna ulterior, es, para nuestro caso, un maeiz de poco relieve. Desde el punto de vista de los antecedentes canarios de la evan-gelización americana, la importancia de la donación pontificia no 10. Bullarium romanum, 1, 22. 11. Sobre las bulas o breves de Alejandro VI, véase N. GIMÉNEZ FERXÁNDEZ: :piievus cons;&"rac;o 72cs so&,e la &tokn j: se;zp;do las btm alejm&@~as da !493 referentes a las Indias, Sevilla, 1944; A. GARC~GAA LLO:L as bulas de Alejandro VI y la w/denacidsz juiídica de la expansión portuguesa y castellana en Africa e Indias, Madrid, 1958. estriba tanto en sus futuras consecuencias como en el hecho mismo del otorgamiento. La conquista, paso previo a la ezraingdzaci0n Un cuarto e importantísimo antecedente canario de la evangeli-zación americana lo proporciona el hecho de que se recurriera a la conquista armada del territorio como paso previo, casi obvio, a su evangelización. En la historia de las misiones católicas modernas este recurso de la previa conquista armada del territorio que se quería evangelizar ofrece varias vertientes. En unos casos, los más extremados, es el papa mismo quien in-duce a la conquista para que ésta redunde en brillo de la fe. m D Es la postura, por ejemplo, adoptada en una ocasión por el papa E Nicolás V, quien el 10 de junio de 1452 le decía al rey Alfonso V O - de Portugal : «Te rogamos, pedimos y exhortamos encarecidamente - =m O a que, provisto del poder de la espada ..., amplíes al poder de tu va- E lor a fin de que pueda decirse que la fe católica ha triunfado contra E 2 los enemigos de Cristo por medio de tu regia majestad)) 12. E = Esta belicosidad, que recuerda tardíamente la época de las cruza- = das, es para la presente época un caso más bien extraño. Además, - - la conquista no se considera propiamente como un paso previo para 0m E la evangelización, sino como un medio para humillar a los enemigos de Cristo. O En otras ocasiones es también el papa quien expresamente auto- - riza la previa conquista armada, a la que, en una etapa posterior, E a-seguirá la evangelización. l - Tal es la postura adoptada por Eugenio IV el 15 de septiembre - o de 1436, cuando le dice a don Duarte respecto precisamente de las Canarias: «Te las concedemos para su conquista y te las declaramos 3 O sometidas a ti una vez que las hayas subyugado y convertido a la fen 13. En unos terceros casos, el papa se limita a entregar un territo-rio a determinado príncipe cristiano para que éste lo pueda someter a su imperio y proceda acto seguido a su evangelización, sin hablar para nada de las armas, es decir, sin autorizar ni prohibir la con-quista armada. A -7AAA" ,."+,. Ll&:-,. a- ---- 22 :--l!-:~ L- -3.. 3.J- n VGCGGDU ~, a uluua YUCUI; C U I I S I U G L ~ L S ~IL U~I ICIL~I I I~I ILCd.~ uulwd, 12. Bullarium romanum, 1, 22. 13. Bullarium romanzlm, 1, 20. como, por ejemplo, en el caso de Nicolás V, quien en su bula Roma-nus Pontifex, del 8 de enero de 1455, le habla al rey de Portugal de territorios «ya adquirid os^ o que ((adquiera en adelante)) 14. En ocasiones, como sucede en la Znter coetem de Alejandro VI, del 3 de mayo de 1493, la indefinición pontificia es total, pues el papa concede el Nuevo Mundo a los reyes católicos sin aludir para nada a la conquista, y ni siquiera al sometimiento. Ante esta indefinición, era el príncipe cristiano beneficiario de la concesión al que k correspondía optar por un método o por otro. Dentro de este ambiente y consideradas en relación con América, las Canarias constituyen un doble antecedente de lo que más tarde acontecerá en el Nuevo Mundo. En primer lugar, con la donación de investidura que el papa Cle-mente VI hizo de las islas a Luis de España para que las conquistara 2 con miras a su posterior evangelización, el archipiélago se convierte automáticamente en el territorio del que arranca esta corriente de E considerar a la conquista como el paso previo a la evangelización, O n - corriente que de hecho se puso en práctica en América. =m O Este antecedente es, sin embargo, algo lejano y, además, un tanto E E teórico, porque Luis de España no pudo poner por obra su proyecto S E y porque la concesión de las islas en feudo partió de unos planes ex- = presos de conquista, cosa que no sucedió con la donación alejandrina 3 del Nuevo Mundo a los reyes españoles. -- Por ello, pero dejando en pie ese valor de antecedente que en- 0m E traña, conviene hacer notar que lo que más une a Canarias con Amé- O rica, desde el punto de vista que estamos exponiendo, es el hecho real de que tanto la evangelización del archipiélago como la del n E Nuevo Mundo se llevaron a cabo sobre la base de la previa conquista - a armada. En el caso de las Canarias, sin intervención pontificia. En el de América, tras una concesión papa1 que no abordó el tema de n 0 la conquista. 3 En efecto, la evangelización sistemática y definitiva de las Cana- 0 rias, iniciada por los franciscanos en 1403, estuvo precedida en todas las islas por ia previa conquista armada de las mismas. Se procedió en ellas de idéntica manera a como se hizo en Amé-rica hasta que primero en 1550 y definitivamente en 1573 se prohi-bieron las conquistas armadas ". Con anterioridad a estas medidas de supresión, lo normal fue que 1" .Z11..Ti??:1% Yo%..%%% I, 33. 15. Véase a l respecto. P. BORGES.:W étodos misionales e n la cristianizacidn de América. Siglo XVI , Madrid, 1960, 194-197; F. MORALEPSA DR~TNe:o ~ i ay leyes de la conquista, Madrid, 1979, 452-457. la evangelización americana siguiera de cerca a la conquista, la cual le iba abriendo el paso. Aún más, para que las similitudes sean aún más acentuadas, al igual que en América también en Canarias se realizaron intentos de evangelización pacífica, los que, por cierto, terminaron asimismo en fracaso. Los intentos de evangelización canaria de 1351 y de 1369 repre-sentan sendos conatos de conquistar espiritualmente a los isleños prescindiendo de las armas16, conatos que recuerdan los tres inten-tos de evangelización pacífica realizados en la costa septentrional de Venezuela en 1514 por dominicos en Cumaná, en 1515-1520 por los franciscanos también en Cumaná y por los dominicos en Chichirivichi y ei? 1521 de nuevo por ambas Ordenes asimismo en Cumaná. m Tal vez convenga insistir en que esta identidad de procedimiento D E misional no fue una simple coincidencia, sino fruto lógico de una mentalidad que arranca precisamente de Canarias en 1344 y que O n muere, precisamente también en América, en 1573. - m O Esta corriente de considerar a la conquista armada como un paso E 2 previo a la evangelización arranca de Canarias porque las islas fueron E las que ofrecieron la primera ocasión para ello. 5 Los territorios evangelizados con anterioridad al archipiélago, en cualquiera de las rutas señaladas anteriormente, no eran territorios Om-susceptibles de una previa conquista armada. Desde el punto de vista E político, a esos territorios hubo que tomarlos tal como se presenta- O ban y tratar de evangelizarlos adaptándose a sus estructuras poli- n ticas y sociales 17. E La corriente de la previa conquista armada terminaría muriendo a en América en 1573 porque los monarcas españoles terminaron por n reconocer, ante las numerosas voces que clamaban contra el sistema, n que éste no era el más adecuado para la predicación de un evangelio O3 de paz. Sólo que ei reconocimiento no Uegó hasta que no se conquistó y evangelizó la mayor y la mejor parte de América. Otros antecedentes cancmcmas Además de los puntos fundamentales aludidos hasta ahora, en 16. WINCK:Z Comienzos, 195, 197-198. 17. Téngase en cuenta que estamos hablando de evangelización de territorios, para distinguir los métodos seguidos en esta evangelización de los adoptados en las con-quistas de los mismos con fines de cruzada. las evangelizaciones canaria y americana se dieron otros puntos de contacto que merecen también una breve alusión. El más llamativo es el de las conversiones masivas. A diferencia de lo que sucede con América, cuyos misioneros nos suministran cifras, unas veces exactas y otras aproximadas, de las conversiones obtenidas, de Canarias sólo sabemos que, una vez iniciada la evangelización de cada isla, sus habitantes no tardaron en abrazar en su práctica totalidad el cristianismo. Se trata, al igual que en América pero a escala muchísimo más reducida, del fenómeno de las conversiones en masa. Con ello nos encontramos ante un nuevo aspecto en el que el archipiélago sirvió también de puente entre las misiones medievales y las modernas. 2 Cabe advertir, sin embargo, que este fenómeno de las conversio- N E nes no se inició en Canarias, sino que constituye una constante de la historia de las religiones fuera del mundo musulmán18. O n E1 papel que en este campo desempeñaron las Canarias fue el de - m O revivir en un nuevo escenario lo que desde siempre había venido E E aconteciendo ,en Europa y Asia bajo la condición de que no se tra- 2 E tara de mahometanos, experiencia que luego se repetiría, a escala - desde entonces no superada, en la América española. 3 Las causas de este fenómeno de las conversiones masivas fueron - - 0 probablemente las mismas en Canarias que en América, así como m E fuera de ambos territorios: los métodos que en otra parte hemos O llamado verticales y de autoridad, consistentes en que los pueblos primitivos suelen seguir hasta en la práctica de la religión a quienes n E gozan de autoridad o de prestigio ante ellos1s. - a Un nuevo punto de contacto es el referente a la organización de 2 n la Iglesia y consiste en dotarla inmediatamente de obispos, aunque n apenas hubiera fieles que gobernar. 3 En Canarias se erigió, tan pronto como en 1351, el obispado de O las Islas Afortunadas o de Telde M, subsistente hasta 1386 y que en 1404 fue sustituido por el obispado de Rubicón, en Lanzarote. También en América se comenzará siguiendo esta táctica de eri-gir obispados con cierta premura. 18. Sobre este punto, véase P. BORGES: Obse~vaciones sobve la reacción al mis-tianismo de los aztecas, mayas e incas, en Estudios sobre politica indigenista española en Amévica, 11, Valladolid, 1976, 71-83. Véase también BORGES: iMétodos misionales, 459-492. 19. Cobre estos métodos, véase BORGES: Métodos misionale~, 337-415. 20. A. RUMEUD E ARMASE:l obispado de Telde, Madrid-Las Palmas, 1960; síntesis hist6ricas del mismo, en ZUNZU~G: ULIo s origenes, 376-379 ; y WINCK: ECo mienzos, 195-203. Así, por ejemplo, los obispados de Santo Domingo, de la Concep-ción y de San Juan fueron erigidos tan pronto como en 1502 y 1511, el de Santa María de la Antigua o Darién en 1513, el carolense o de Tlaxcala en 1520, el de Santa Marta en 1531 y el de Cartagena de In-dias en 1534, es decir, casi todos ellos en un momento en el que apenas si había fieles que gobernar Antonio Rumeu de Armas los ha llamado, tanto al de Canarias como a los de América, obispados misionales ? Cabe observar, sin embargo, que en este punto el antecedente canario no tiene el carácter de arranque, ni siquiera el de hito es-pecialmente representativo, respecto de los obispados americanos. La creación de los obispados canarios se inserta plenamente en la traci,iciSn mpdipoz! .ip pst&le~er ~ p i ~ q c&asi~ si midtánea-mente al inicio de la evangelización, con el fin precisamente de que el obispo administrara los sacramentos propios de su dignidad. Esta tradición hubiera pasado a América aun sin el antecedente canario y, de hecho, saltó al Nuevo Mundo, para morir en él. Aunque se trate de un hecho esporádico, merece recogerse tam-bién una anécdota de la evangelización canaria que más tarde en-contrará cierto eco en la evangelización americana. Se trata del intento de evangelización de 1369 a base de un grupo expedicionario de clérigos seculares y de religiosos que acordaron prescindir de la vestimenta propia de cada cual para adoptar una forma única de indumentaria 23. Como sucede casi siempre en el caso de Canarias, los datos de que disponemos son más bien escasos, por lo que en este punto concreto tampoco poseemos los elementos necesarios para enmarcar, sin peli-gro de errar, esa curiosa medida. =be suponer, sin embargo, que esos clérigos y religiosos deci-dieron adoptar un hábito común para evitar todo peligro de confu-sión 'entre los nativos del archipiélago, quienes probablemente cree-rian qce se tratzha & r+!igioner &tintas s ~ & q ~ l~as epr edirar-un misionero u otro de distinto hábito. Si ello fue así, esta iniciativa unificadora de 1369 encuentra tam-bién su réplica en América en la política de reducir al máximo el nú-mero de Ordenes misioneras, entre otras razones, para que la exce-siva diversidad de hábitos no originase confusión en los indios. Una ulterior coincidencia entre la evangelización canaria y la 21. Sobre los primeros obispados americanos, véase E. DUSSEL.: Les evdques 22. RUMEU DE ARMAS: El obis@ado de Telde, 52. 23. WINCKE: Comienzos, 201. americana la proporciona el escaso número de mártires registrado en ambas. El hecho obedece, en los dos casos, a idénticas razones. Por una parte, a la (en general) poco belicosidad de los indígenas y, por otra, al previo sometimiento de los mismos. Cabe destacar finalmente el hecho interesantísimo de que en Ca-narias, al igual que en América, el concepto de cristianizacián no abarcaba únicamente el acatamiento y práctica del Cristianismo por parte de los evangelizados, sino que incluía también el concepto de civilización, tal como entonces se entendía ésta. Durante la etapa de las misiones franciscanas de Canarias nos encontramos con una bula de Sixto IV, del 4 de agosto de 1476, en la que favorece con todos los medios a su alcance la práctica de los kijm de San Framisco de trasladar a !m neSfites de UE hgar a otro m para que entraran en contacto con sectores más civilizados y de lle- D var al archipiélago a oficiales y artesanos de tierras cristianas para E que les enseñaran sus oficios a los isleños Surge aquí, con perfecta O n claridad, la teoría de los misioneros americanos que en otro lugar - m O hemos llamado ~(modelación humana del indio», consistente en la E E persuasión de que los indios, para ser cristianos, necesitaban prime- 2E ro ser hombres. - Convencidos de que el cristianismo es una perfección del hombre, 3 esos misioneros trataron de enseñarles a los indios, junto con la reli- -- gión, todos los restantes saberes humanos, desde el modo de vivir 0 m E hasta leer y escribir, sin olvidar las artes y oficios manuales 25. O Las Canarias representaron una especie de filtro del personal evan-gelizador porque hubo más de un religioso expedicionario que apro-vechó la escala de las naves en las islas para no proseguir el viaje. n--2- -1 a- a- 1,. A ..-.. ~ - -1n ..ofi--i 1,. YCSUI; CL ~ U I I L U uc v l a ~ au c la Luailna UGL pclrwllal riualuu6ru, r a posibilidad de estos abandonos convertía indudablemente a las islas en una amenaza para la integridad numérica de las expediciones. Sin embargo, opino que en lugar de amenaza debe hablarse de filtro, porque la calidad es más importante que la calidad. Desde el momento en que el alistamiento misionero no sólo era voluntario por arte del candidato sino hasta selectivo por parte del 24. Bibliografía al respecto, en OXAECHEVARRE~An : torno a las misiones, en "Misionalia Hispanica", 14 (1957) 548. 25. Exposición de la teoría, en BORGES: métodos misionales, 203-244; ID. : Análisis reclutador, el abandono del viaje al hacer escala en Canarias es un claro sistema de flaqueza espiritual en quien de esa manera renun-ciaba a la tarea misional. Con ello, las islas ofrecieron la ocasión para que se produjera una ulterior selección, no buscada, de los ex-pedicionarios. Otra cosa es la identificación del tipo de flaqueza o debilidad del que esos abandonos eran signo. 1. Los enfermos Como es lógico, hay que dar por supuesto que más de un aban-dono obedeciera a enfermedad contraída en el trayecto desde la península a las islas. Pero, para nuestro caso, este es un aspecto irrelevante, porque se trata de un abandono obligado y porque estos enfermos, una vez recuperados, terminaban conmutando las islas por América, es decir, reemprendiendo el viaje involuntariamente interrumpido 26. Así induce a pensarlo no sólo la existencia de un ideal misionero en esos enfermos (ideal que no cabe suponer desapareciera por el hecho de la enfermedad) sino también porque, en el caso de renunciar al viaje, incurrían automáticamente en la categoría de los religiosos que se quedaban clandestinamente en las islas, a los que se les per-siguió sin miramientos. 2. Los abandonos clandestinos Esta segunda categoría de expedicionarios nos interesa mucho más que la anterior, pues fue en este terreno donde el archipiélago ejerció su verdadero papel de filtro. El hecho del abandono de las expediciones por parte de misione-ros al llegar al archipiélago canario es incuestionable a juzgar por la legislación promulgada al respecto. Aún más, se dio no sólo en la época durante la cual el archipié-lago fue escala obligada para el Nuevo Mundo sino también después de que dejara de serlo y las naves tuvieran que arribar a él por cual-quier motivo. A la primera etapa se refieren las reales cédulas promulgadas en 1546, 1567, 1572 y 1588, extractadas por la Recopilación de las leyes 26. En 1582, de doce franciscanos que iban a Quito y Chile quedó enfermo en Canarias el P. Francisco Guerra, quien "después vino en el navío del maestre Martin de Avila" (J. CASTRO SEOANE: Aviamiento y catálogo, en "Missionalia Hispanica", 17 [1960] 58-59). de Zndzas, la cual las resume y transforma para elaborar una nueva disposición en la que ya se refleja la segunda etapa al hablar de los religiosos que «por algún accidente arribaren a las islas de Cana-ria » % bis. Todas estas reales cédulas coinciden, pues para ello se expidie-ron, en ordenar que no se quedara en el archipiélago ningún religioso que se dirigiese a Indias. Más adelante aduciremos las razones de esta prohibic'ión, no con-signadas en los documentos oficiales. De momento merece hacerse notar que la abundancia de estas reales cédulas y la fecha de las mismas son síntomas de un doble hecho. De sus fechas de promulgación se deduce que los abandonos de 7la. -s e.x-pe-u~ic.i. o-n,~e s .m-isi oneras debieron intensificarse desde la cuarta década del siglo XVI y que proseguían dándose tan tarde como en 1681, fecha de la Recopi1aci;ón. Por su parte, la abundancia de las prohibiciones indica que el abuso debía ser notable, no sólo en el sentido de que los abandonos se dieran a menudo sino también en el de que fueran numerosos. El problema lo expone gráficamente la real cédula del 12 de di-ciembre de 1567. En ella se dice que, según carta del P. Gabriel de Herrera, Pro-vincial franciscano de Canarias, una vez en el archipiélago no prose-guían viaje a América ni siquiera «la mitad)) de los misioneros que habían llegado de la península v. Hoy por hoy no estamos en condiciones de especificar con cierta aproximación la cuantía de estos abandonos, pero permítasenos ilus-trar la afirmación de la real cédula de 1567, es decir, lo aseverado por el Provincial franciscano de Canarias, con el dato concreto de que en 1565, de doce franciscanos que se dirigían a Costa Rica, nue-ve, más un criado, se quedaron en Canariasz8. Aunque menos elocuentes, recojamos también los datos de que en i!j4ó, de doce franciscanos y-ue a Nueva España -uíiu Se 26 bis. Recopilación de leyes de los reiizos de las Indias, ed. facsímil de la de 1681, 1, Madrid, 1973, 61 b (libro 1, tít. 14, ley 9). hispano-anze~icains, 15041620, Wiesbaden, 1970; A. YBOTL E ~ NL: a Iglesia y los eclesiásticos en la empresa de Indias, 11, Barcelona, 1963, !27-56. del conquistador espMtual de América, Sevilla, 1961, 64-84. !27. RC a los oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en F. MORALES PADRÓN: Cedulario de Canarias, 1, Las Palmas, 1970, 67. Aludida por la Recopilación, ~. E.I ~ I A O I J~ a 'pqr m BT pnqom anb ZT vsmamnu u ' e ~u g p~a s a pq s a wanj a$uamaIq?sod 1, 61'b (&-o 1, tít. 14, .le$ 9). 28. CASTRO SEOANE: Aviamiento, en "Missionalia Hispanica", 16 (1959) 149-151. franciscano y la subsiguiente real cédula del 12 de diciembre de 1567. quedó en La Gomera y otro en San Germán 29; en 1584, de otros nue-ve franciscanos que iban a la Florida, cinco se fueron quedando en los puertos de arribada de la flota 30, de los que no se pueden ex-cluir los canarios; y, finalmente, en 1590, de doce franciscanos que se dirigían asimismo a la Florida, cuatro se fueron quedando también en los puertos que tocaron 31. 3. Cmsos tj consemencim de los abandonos Ni las reales cédulas ni ningún otro documento conocido nos es-pecifican los motivos de estas deserciones que, como acabamos de ver, no se daban únicamente en Canarias. No sería ilógico, sin embargo, atribuirlas a las mismas causas que motivaban las renuncias a seguir formando parte de las expedicio-nes misioneras que se registraban en otros lugares. Tal como hemos expuesto en el estudio específico de este tema 32, las causas fueron varias y de índole muy diversa. Al caso concreto de las Canarias cabe aplicar la dura experiencia de un accidentado viaje marítimo que no había hecho más que co-menzar y que por necesidad tenía que impresionar a los religiosos de tierra adentro; el mal trato del comisario de la expedición; las diferencias de criterio con este último3; las desavenencias con los compañeros de viaje; los malos consejos de la tripulación; y las posi-bles disensiones de los mismos religiosos canarios. Aunque parezca un tanto inhumano, ni las Ordenes religiosas ni la corona justificaron jamás estos abandonos. Partían del principio de que los alistados en una expedición mi-sionera sabían perfectamente lo que hacían y se comprometían for-malmente a realizar un viaje al que nadie les había obligado. Una vez contraído este compromiso, los expedicionarios no po-dían renunciar a él por dos razones: una, de justicia; la otra, de obediencia. La razón de justicia estrillaba en que ia corona abonaba parciai o totalmente (según las épocas) el viaje de los misioneros 34, por lo que éstos incurrían en fraude si injustificadamente abandonaban la expedición. 29. CASTROS EOANE:Av iamiento, en "Missionalia Hispanica", 14 (1957) 399-401. 30. VBase BORGESE: l envio, 494, nota 306. 31: Carne Sioam: A_z~i~&er.toe, n "Missi~naEa Hisg-ni~a", 18 (?S!?@). 1!)9. 32. P. BORGES: El envio de misioneros a Amirica durante la época española, Salamanca, 1977, 451-465, 553, 557. 33. Así sucedió con los franciscanos que abandonaron la expedición a la Florida de 1584 (véase la nota 30). 34. VBase BORGESE: l envio, 387-394, 401-450. La razón de obediencia consistía en que los misioneros, desde el momento en que eran seleccionados para formar parte de una ex-pedición, pasaban a depender del comisario o superior de la misma, por lo que quebrantaban su voto de obediencia si abandonaban el viaje sin causa justificada o sin autorización del superior 35. A esta doble razón, válida para todos los casos de abandono, tra-tándose de Canarias hay que añadir una tercera, de la que hablan el Provincial franciscano del archipiélago en 1567 y la real cédula que su carta originó. Esta razón consistía en que «con su quedada resul-tan muchas inquietudes)) 36. Teniendo todo esto en cuenta se comprende la insistencia de la corona en que los expedicionarios o prosiguieran el viaje o re,G resaran a su lugar de origen3T, donde por cierto les esperaban graves san-ciones, ai menos en ia Orden íranciscana %. 2 N E O n 111.-CANARIAS, TRAMPOL~N DE AMÉRICA -- m O Junto al papel de filtro de las expediciones misioneras, las Ca-narias ejercieron también el de trampolín para saltar a América, que representa curiosa y precisamente la antítesis del anterior. De ((formidable trampolín para el gran salto)) las calificó ya en 1955 José Pérez Vidal, refiriéndose a los integrantes del primer viaje de Colón 39. En este caso, al igual que durante toda la época en que el archi-piélago constituyó el punto obligado para emprender la definitiva travesía del Atlántico, las Canarias ejercieron el papel de trampolín no sólo lícito sino hasta ineludible por necesario. Aquí, en cambio, le atribuimos al término un significado algo di-verso. Calificamos de trampolín al archipiélago porque hubo misioneros o expedicionarios (al igual que hubo también seglares) que se valie-ron de éi para reaiizar un viaje que no hubieran podido emprender, o cuya realización les hubiera sido mucho más difícil, desde la pe-nínsula. 35. Exposici6n más amplia de este tema, en BORGES: EL envio, 451-455. 36. RC a los oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALEPSA DR~N: Cedulario, 1, 66. 37. RC a los oficiales de Canarias, Madrid. 12 diciembre 1567, en MORALEPSA DR~: PI Cedulario, 1, 66. 38. BORGES: El envio, 458454. 39. J. BREVZID AL: Aportación canaria a la poblacidn de Améiica, en "Anuario de Estudios Atlánticos", 1 (1955) 92. También cabe aplicar a los eclesiásticos la afirmación de Francis-co Morales Padrón de que «por Canarias resultó siempre fácil la sa-lida subrepticia (para América), no sólo para los naturales sino tam-bién para los peninsulares)) 1. El hecho de los p o s clandestinos A estos pasos clandestinos a América aluden, lógicamente para prohibirlos, sendas reales cédulas de 1546, 1567, 1568, 1569, 1572, 1583 y 1588, más la disposición al respecto de la Recopilacz'ón de 1681. La cédula de 1546 es de índole general, es decir, no se refiere ex-clusivamente a los religiosos, aunque tampoco quedan éstos exclui-dos de la misma. En ella se afirma que ((algunas personas, so color de decir que van a Canarias, se pasan a las dichas Indias», recurso que se prohibe ((porque esto es en fraude de lo que por Nos está mandado, y con-viene ponder remedio en ello, de manera que ninguno pueda pasar por ninguna parte sino fueren aquellos que conforme a lo que por Nos está mandado pudieren pasar)) ". La real cédula de 1567, que recoge la ya aludida carta del Provin-cial franciscano de Canarias, se expresa de esta tajante manera: da dicha provincia, conventos y frailes (franciscanos) ... reciben gran daño y son inquietados con el grande concurso de frailes, así extran-jeros como de estos reinos, que ocurren a fin de pasar a las nuestras Indias y buscan para ello licencias cautelosas» 42. La de 1569 se queja de que en algunos navíos que salían de la isla de La Palma con destino a Cabo Verde y Brasil «van y pasan frailes y otras personas encubiertamente para irse desde allí a las nuestras Indias, contra lo por Nos proveido y mandado)) La de 1583 afirma que había ciertos religiosos que, habiendo re-gresado de América y sin disponer de superior con el que volver u! Nueve MUndG, 2 Canarias para desde: archiyi&go cruzar de nuevo el Atlánticoa. La Recopilación de 1681, que dice extractar las cédulas de 1546, 40. F. MORALEPS ADR~NE:l desplazamiento a la6 islas desde Canarias, en "El Museo Canario", (1950). 41. RC a los oficiales de Sevilla, 1546, en ENCINASC: edulario, 1, 405. 42. RC !y oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALEPS ADR~N: P"J",,"..:- UIU.U'UI*", A. VV. 43. RC a Antonio Dominmez. iuez oficial de La Palma. Madrid, 5 febrero 1569, en MORALEPSA DR~N~:e dular io,1 , i02. 44. RC al juez oficial de la isla de Canaria, Madrid, 19 abril 1583, en MORALES PADR~NC:e dulario, 1, 279. 1567, 1572 y 1588, se limita a ordenar que desde las Canarias uno pasen a las provincias de las Indias ningunos religiosos sin licencia nuestra, como está proveído respecto de los demás religiosos que pa-san de estos reinos)) 45. El número, la insistencia y la fecha de estas prohibiciones oficia-les nos permiten enmarcar el abuso dentro de ciertos contornos. El número de cédulas promulgadas al respecto es bastante ele-vado, lo que da a entender claramente que la utilización de Canarias como trampolín para saltar ilegalmente a América no fue un hecho aislado, sino que debió darse con relativa frecuencia. Puesto que la legislación se prolonga a lo largo de la segunda parte del siglo XVI, cabe deducir que el abuso se intensificó durante ese mismo período, con una etapa inicial que de momento se retro-trae a 1546 y con otra posterior que se prolonga hasta 1681. 2 El hecho mismo de trasladarse primero a Canarias para luego :. saltar a América, y sobre todo la aun más penosísima estratagema E de viajar primero a Cabo Verde o al Brasil, es un síntoma claro del interés que los protagonistas tenían por surcar el mar. - m O Lógicamente, este interés no debía ser muy limpio, o las cualida- E E des personales de los interesados no debían ser muy destellantes, 2 E cuando se veían obligados a recurrir a una estratagema como ésta. - De lo contrario, se habrían alistado sencillamente en las expedi- 3 ciones misioneras que continuamente se hacían a la mar, las más de % las ocasiones con un número de miembros inferior al autorizado o al necesario. O Precisamente porque no perseguían fines muy altruistas o porque no reunían las cualidades que se solían exigir, estos religiosos rehuían los trámites normales del viaje, temerosos de que el propio superior no acreditase su buena conducta y, por lo mismo, de que el Consejo d de Indias tampoco los autorizase a embarcarse 46. n n 3 O 2. Facilidades para el p m clandestino Teóricamente, en Canarias deberían haber encontrado estos reli-giosos los mismos impedimentos que en la península, pues las normas vigentes en este punto en el archipiélago eran las mismas que las peninsulares. En la práctica, sin embargo, no sucedía así, como lo demuestra 45. Recopilación, 1, 61 b (libro 1, tít. 14, ley 9). 46. Sobre los requisitos exigidos a los que deseasen viajar a Amkrica, véase BORGE:S El envlo, 261-350. la existencia misma de este recurso y lo reconocen las propias reales cédulas. Lo que ocurría con las Canarias, a juzgar por esos mismos docu-mentos oficiales, era que los religiosos disponían en ellas de más facilidades para viajar a América debido a la mayor tolerancia de las autoridades del archipiélago. Por lo visto, los superiores religiosos tendían en algunas ocasio-nes a ser más bien benévolos en sus certificados sobre la conducta de los peticionarios y en sus autorizaciones de viaje, tal vez precisa-mente porque deseaban desprenderse de individuos en principio no recomendables. Las autoridades civiles, por su parte, parece que en más de una ocasión no tuvieron inconveniente en permitir ellas mismas el paso sin esperar a la licencia religiosa ni a la real o del Consejo de Indias. De la tolerancia de algunos oficiales reales no cabe la menor duda. Aún más, en un caso determinado se nos dice que esta tolerancia no era una simple y benévola condescendencia, sino un auténtico nego-cio puesto en práctica por el funcionario prevaricador. Así, y hablando en términos generales, una real cédula de 1614 se queja a los jueces de registro de Tenerife de que «dais licencia a muchas personas para pasar a las Indias)); con lo que emprendían viaje muchas de las prohibida^^^, entre las que figuraban cierta clase de religiosos @. Refiriéndose concretamente a Canarias, en 1688 se dice que en el juicio de residencia seguido contra don Juan Aguado de Córdoba, juez superintendente del juzgado de Indias en Canarias, se había probado que el encausado había ((permitido pasar diferentes pasajeros a Indias sin licencia en los navíos que salieron para ellasu, por lo que se le impuso la sanción de 500 pesos &. De la tolerancia remunerada o comprada habla una real cédula de 1608. En ella se dice que se tenía entendido por diversos conductos que el licenciado Pedro Muñiz de los Ríos, juez de registros de Tenerife, dejaba pasar a las Indias a cuantas personas le pagaban el otorga-miento de las licencias, lo mismo si se trataba de españoles que de extranjeros, de religiosos y clérigos delincuentes que de individuos 47. RC a los jueces de registro de Tenerife, Madrid, 5 diciembre 1614, en MORALES TADR.~ NCe duiarzo, 11, &%.S. 48. Sobre las cualidades de los candidatos a misioneros, dase BORGES: El envio, 283-302. 49. Carta de D. Francisco de Amolaz a D. Icidro García de Bustamante, Madrid, 24 septiembre 1688, en MORALESP ADR~NC:e dulario, 11, 330-331. que habían sido desterrados de América por haber contraído matri-monio allí a pesar de estar casados en España 50. Esta tolerancia o condescendencia de algunos funcionarios civiles la compartieron también determinados superiores reli,' ~IOSOS. En 1567 se nos dice que había muchos religiosos, tanto españoles como extranjeros, que arribaban a Canarias para desde el archipiélago trasladarse a América mediante la obtención de ((licencias cautelo-sas » 51, probablemente de sus superiores eclesiásticos. Asimismo, en 1583 se habla de la existencia en Canarias de reli-giosos que, impedidos para regresar a América por la vía normal, a fuerza de ruegos conseguían que su superior eclesiástico los autori-zase para 'reemprender el viaje j2. De momento resulta imposible calibrar el número aproximado de 10s religiosos valieron & &a cormpt& para c ~ n o g u i r1 -1 2 fines. N E Lo que sí puede decirse es que la responsabilidad de unas auto- O ridades fue similar a la de las otras. Puesto que los religiosos necesi- n - =m taban de la licencia civil y de la eclesiástica para pasar a América, O E tan reprobable era la conducta de las autoridades civiles que prescin- E 2 dían de la licencia religiosa como la de las autoridades religiosas que - expedían licencias indebidas, porque este documento solía bastar para % que las autoridades civiles permitieran el embarque. 3 La conclusión de todos los documentos que nos hablan de este abuso es invariablemente idéntica: no se debía permitir el paso a América de ningún religioso que no contase con la licencia expresa de la corona. n La exigencia se vuelve a recordar tan tarde como en 1792, en E esta ocasión porque había surgido en Canarias un nuevo tipo de pa- l sos indebidos a América. La nueva modalidad consistía en que el Provincial de los franciscanos se creyó autorizado para expedir licen-cias en este sentido sin contar ni con la anuencia de la corona 2 ni con el conocimiento previo del Comisario General de Indias resi-dente en Madrid, requisitos que con esa fecha !e recuerda e! rey "= 50. RC al doctor Chaves de Mora, regente de la audiencia de Canaria, Vaiiadoiid, 10 agosto 1608, en MORALEPS ADR~NCe: d ulario, 11, 2W7. 51. RC a ios oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALEPSA DR~N: Cedulario, 1, 66. 52. RC al juez oficial de la isla de Canaria, Madrid, 5 febrero 1569, en MORALES PADR~NC:e dulario, 1, 102. 53. D. DE INCHAUNRoBticEia:s s o b ~ el os Provinciales franciscanos de Canarias, La Lagiina, 1966, $04. Esta necesidad de la licencia de la corona para que los religiosos pudiesen embarcarse rumbo a América era de tipo general. Es decir, el rey, en las cédulas aducidas anteriormente, no hacía más que apli-car a Canarias la norma, vigente también en la península desde 1539, de que, a diferencia de lo que había venido sucediendo hasta enton-ces, todos los clérigos y religiosos necesitasen en adelante la expresa licencia real para poder viajar al Nuevo Mundo 56, requisito del que ya nunca se volvió a prescindir *. 3. El cmo de los cqellarzes de las nmes Por estar relacionado con este tema, si bien reviste matices total-mente distintos, merece recogerse a título de simple ilustración el caso de los capellanes de las naves como posible medio para viajar legalmente a América, pero también para quedarse en el Nuevo Mun-do de una manera ilegal. El caso se planteó, que sepamos, en 1688-9. Con fecha 30 de julio de 1688, el obispo de Canarias propuso al Consejo de Indias que autorizase a los religiosos para ir de capella-nes en las naves bajo las tres condiciones siguientes: que fuesen de conducta honrada, que contasen con la licencia de sus superiores y que se comprometieran a volver al archipiélago. El Consejo de Indias le respondería al obispo, con fecha 12 de mar-zo de 1689, que la propuesta encerraba muchos inconvenientes 56, pero para nuestro caso es sintomática, y en ella queremos insistir, la ter-cera condición señalada por el obispo. Cuando éste exigía expresamente que los capellanes religiosos se comprometieran a no quedarse en América es, sin duda ninguna, porque existía el peligro de que se quedaran, pero probablemente también porque ya se había dado el caso de quienes salían de Cana-rias de capellanes de naves y aprovechaban el viaje para quedarse en América. IV.-RELIGIOSOS CANARIOS EN LAS EXPEDICIONES MISIONERAS Fuera de casos especiales, el dato que mejor refleja la cuantía y el valor de la aportación de un territorio, en nuestro caso, de la apor-tación del archipiélago canario, a la evangelización americana es el 54. Esta RC de iS9 ia extracta ia Recopiiaczbn, iv, 3 b (libro 9, tít. 26, ley 11). 55. Véase al respecto, BORGES: El endo, 324344. 56. Carta de D. Francisco de Amolaz al obispo de Canarias, Madrid, 12 marzo 1689, en MORALEPSA DR~NCe:du lario, 11, 331 ; carta del mismo al Dr. D. José Mestres, Madrid, 14 marzo 1689, Ibid., 11, 331-332. del número y valía del personal misionero salido de él para evange-lizar el Nuevo Mundo. Al consignar esta frase acuden necesaria y automáticamente a la memoria los nombres de varios eclesiásticos canarios que descollaron en América por su labor descubridora, evangelizadora, educadora, pastoral o benéfica. Se trata indudablemente de figuras de primer orden y, en algunos casos, hasta de personajes de resonancia mundial. Baste recordar a este respecto al P. Alonso de Lebrón, a Pedro de Bethencourt, al P. José de Arce y a los obispos Manuel de Sosa Bethencourt, Francisco José de Palencia, Francisco Martos Corona-do, Vicente de Peraza y Nicolás Estévez Borges ". Sin embargo, nuestro propósito no sigue el derrotero de valorar ia aportación canaria a ia evangelización americana mediante ia eia-boración de una lista ni de un panegírico de figuras descollantes, aun reconociendo que éstas merecen ese elogio y que su actuación re-dunda en prez del archipiélago. Lo que nos proponemos aquí es valorar la aportación de con-junto de las islas, es decir, emitir una apreciación global sobre el nú-mero de misioneros salidos del archipiélago para evangelizar a los indios americanos. 1. Canarios integrantes de expedicz'mes Después de haber analizado, una por una, 1.068 expediciones mi-sioneras embarcadas para América entre 1493 y 1822, integradas por un total mínimo de 15.097 religiosos, en su inmensa mayoría perfec-tamente identificados el número de canarios encontrados en ellas es desconcertantemente exiguo. Su total se reduce a solamente diecinueve, que son los siguientes: 1. Antonio de Figuerm, franciscano, embarcado en 1607 para iM- ..,i,mu ~ v aCu cLul;rrib;qz u brivninr vnrfrrnvcv vninirrpr rnmnañ~rnc59. ~ ~ L S - ~ ~ A L - A - ~ 2. Francisco de Canarzarzacsa, puchino, embarcado en 1647 para el Darién junto con otros cinco 60. 57. Sobre canarios ilustres en América, vease A. BORGESI:lu st~esi sleños en el imperio españo2 de ultramar, Las Palmas, 1969. 58. V6ase BORGESE: l envio, 477-540. S. AGI, Contrat-dciún 553, f. 97 v. 60. M. DE POBLADURGAé:n esis del movimiento misional en las p~ovincias capu-chinas de España (2618-1680). en "Estudios franciscanos", 50 (1949) 37s. 61. AGI, Contratación 5430. 3. Salvador de Figueroa, franciscano, embarcado en 1653, junto con otros 34, para Yucatán, del que se dice que era de Canarias 61. 4. Zgnacio de Em Canarios, capuchino, que en 1670 aparece en la misión venezolana de Los Llanos, de la que en 1684 fue elegido pre-fecto 62. 5. Pedro Herrera, franciscano, embarcado en 1671, con trece compañeros, para Yucatán, natural de Canarias, sacerdote, comisario de la expedición, de 65 años, custodio y procurador de la Provincia de Yucatán @. 6. Domingo Blanco, franciscano, embarcado con otros 17 para Zacatecas en 1673, sacerdote, natural de Tenerife, de 36 años, alto de cuerpo, blanco y delgado @. '7. lose de Arce, jesuita, embarcado en 1674 para Paraguay ]unto con otros 34, filósofo, de la isla de Palma de Canarias, de 22 años, blanco de rostro, cerrado de frente, pelo negro, de buena estaturaa. 8. Francisco Gutiérrez de Vera, franciscano, embarcado para Florida en 1678 junto con otros 23, natural de Garachico, de 30 años, morador en el convento de Salamanca, predicador 66. 9. Mmud Rornem, franciscano, embarcado para Guatemala en 1678 junto con otros once 67. 10. Antonio de Can&s, capuchino, embarcado en 1687 para Venezuela junto con otros cinco 68. 11. Juan de Bmmente, jesuita, embarcado en 1698 para Para-guay junto con otros 37, estudiante de filosofía, de 22 años, mediano de cuerpo, trigueño, de pelo negro 69. 12-15. Manuel Chwh, Francisco Francés, Cristóbal Fewero y Cristbbd Dím de San José, franciscanos, miembros de una expedi-ción de 55 que en 1754 se embarcó para los Colegios de Misiones de Ocopa (Perd), Tarija (Bolivia) y Chillán (Chile) ". 62. B. DE CARROCERmAis: id?^ de los capuchinos en los Llanos de Caracas, 1. Caracas. 1972. 57, 69. 64. AGI, Contratación 5545 B. 65. P. PASTELLSH: istoria de la Compañia de Jesús en la Provincia de1 Paraguay (Argantina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia y Brasil), según los documentos origi-nales del Archivo General de Indias. 111. Madrid.. 1912.. 68-64. 47. 66. AGI, Cmtrataci6n 5442. 67. F. VAZQUEZC: rdnica de la Provincia del Smo. Nombre de Jeszis de Guatemala, T,,X 7, ,P..-&--,.?- 1344, 25. 68. B. DE LODARES: LOS franciscanos capuchinos en Venezuela. Documentos re-jeventes a las misiones franciscanus en esta república, 1, Caracas, 1929, 119. 69. PASTELLSH: istwh, IV, 393. 70. BORGE:S El enváo, 522, nota 848. 16. Antonio Tirado; franciscano, embarcado en 1769 para Flo-rida junto con otros once, lector jubilado, de 47 años, morador en el convento de La Orotava, de estatura superior a dos varas, color bermejo, pelo castaño 'l. 17. Pedro Benitez, franciscano, compañero del anterior, ex-defi-nidor y predicador, natural de La Laguna, de 46 años, morador en La Orotava, de estatura inferior a dos varas, color blanco, pelo crespo. 18. Francisco Guzmán, franciscano, compañero de expedición de los dos anteriores, ex-lector de teología, natural de La Orotava, de 45 años, morador en Puerto de La Cruz, de estatura algo superior a dos varas, color trigueño, pelo crespo. 19. Jmé Estévez, franciscano, compañero de expedición de los tres anteriores, natural de La Orotava y morador en ese mismo con- -vcI-ltu , a- 3n si-lo s, prelllca&y ie-x -!ec-or de tFoIogia, AULo oLOoC+ -U+L,UxIvU- U-'fLi~nV 2 N mayor de dos varas, color blanco, ojos azules. O n 2. El enigma de los expedicionarios isleños - m O El que, salvo error u omisión, sólo figuren diecinueve nombres E 2 de misioneros canarios dentro de un total de 15.097 en su inmensa E mayoría perfectamente identificados, plantea un verdadero enigma. Comencemos por advertir que esos 15.097 religiosos identificados 3 no representan el total de los embarcados para América, de la misma - 0 m manera que las 1.068 expediciones conocidas no agotan tampoco las E que en realidad viajaron al Nuevo Mundo. O Nosotros mismos, tras haber analizado la abundantísima docu- n mentación expedicionaria ya publicada y la que personalmente he- £ mos logrado reunir, reconocemos expresamente en otro lugar que el a número aproximado de misioneros embarcados para América hay n que cifrarlo en unos 15.585 72. n Este hecho de que el tema de las expediciones misioneras aún no O3 estén totalmente agotado aminora el enigma, pero no lo resuelve. Es decir, cabe a r g cme ~ t xq Ue en las expediciones que n n cono-cemos viajaran misioneros canarios de los que no tenemos noticia, argumentación que es correcta. Cabe replicar, sin embargo, que, si entre 15.000 nombres conoci-dos sólo figuran diecinueve canarios, es totalmente improbable que figure un número digno de tenerse en cuenta entre los relativamente pocos que nos falta por conocer. 71. AGI, Contrataci6n 5544, f . 14 v. 72. BORGESE: l envio, 535. Los pasos clandestinos a que aludimos anteriormente tampoco responden al interrogante, porque constituyen una excepción más que una regla, porque no se referían sola y exclusivamente a los reli-giosos canarios y porque es ilógico suponer que la mayor parte de los misioneros canarios que viajaran a América lo hicieran de una manera clandestina. Lo mismo cabe decir de las sustituciones de misioneros. Nos consta que los superiores de las expediciones solían sustituir con otros religiosos a los que, por una razón u otra, abandonaban la expedición 73, práctica para la que el archipiélago ofrecía indudable-mente especiales facilidades. Pero aquí nos volvemos a encontrar con otra excepción que no se puede tomar por norma general. El enigma tendría una solución en gran parte definitiva si ampliá-ramos a los religiosos, y la consideráramos permanente, la prohibición m D decretada por Felipe II en 1574 de que viajaran canarios a América 74. E Pero la cédula se promulgó para evitar la despoblación del archipié- O n lago, por lo que no parece que la prohibición rezara con los religiosos. -- m La única posible explicación de que sean tan pocos los misioneros O E canarios que figuran en las expediciones es la consistente en suponer E 2 E que esos misioneros del archipiélago siguieran para su embarco un - proceso distinto del ordenado para los peninsulares. 3 Lo cual significaría, a su vez, que los que de hecho aparecen entre - los expedicionarios constituyen precisamente la excepción. - 0 m E Sin embargo, no hay dato ninguno, ni siquiera síntoma, que per-mita pensar en la existencia de dos procesos o mecanismos de envío O de misioneros, según que se tratara de religiosos canarios o de reli- n giosos de fuera del archipiélago. -E a Aún más, las reales cédulas recogidas anteriormente sobre la obli- l gatoriedad de) permiso del Consejo de Indias para cuantos desde n n Canarias se propusieran viajar al Nuevo Mundo indican la inexisten-cia precisamente de ese posible proceso distinto. 3 O Por añadidura, las listas de los nombres de expedicionarios son siempre exhaustivas, por la razón de que las licencias del Consejo eran siempre personales. 3. Zmposibilidad de calibvm la ccpov-tación cana& 73. BORGES: El envio, 467-468. 7 RC al oficial de la isla de Gran Canana, Aranjuez, 18 febrero 1574, en ENCINAS: Cedulaiio, 111, 220-221; MORALES PADR~NC:e dulario, 1, 213-214. son perfectamente conocidas, y dando también por sentado que ese escaso número de religiosos no puede agotar el de los que de hecho se embarcaron para América, añadamos que resulta prácticamente imposible valorar la cuantía aproximada de la aportación canaria en cuanto al envío de misioneros. El número de religiosos que se alistaban en las expediciones guar-dó siempre relación directa con tres factores, que podían darse por separado o simultáneamente. Estos tres factores fueron el idealismo reinante en cada Orden o provincia religiosa, la abundancia o penuria de personal existentes en ellas y el influjo ejercido en la misma por los diversos agentes que favorecían o dificultaban el alistamiento misionero. El ideal misionero alimentado por los religiosos canarios durante la época com.prendida entre el descubrimiento y la independencia de América resulta totalmente imposible de calibrar. Sabemos que ese ideal existió con anterioridad, pues a él se debió la cristianización de los guanches. Pero desde ese momento perde-mos todo punto de referencia. Y es que el ideal misionero sólo se puede medir a base precisa-mente del dato que nosotros necesitamos o deseamos conocer: la colaboración de Canarias a las empresas misionales de cada momento, en nuestro caso concreto, a la empresa americana. Podríamos atisbarlo, y deducir de ello consecuencias oportunas, si los religiosos canarios, una vez finalizada su labor entre los aborí-genes del archipiélago, hubieran emprendido una nueva tarea misio-nal fuera de él, por ejemplo, en la vecina Africa. Resultó, sin embargo, que el archipiélago quedó encerrado en sí mismo, lo cual nos impide deducir nada. El que ninguna Orden reli-giosa iniciara misión alguna desde las islas no indica necesariamente carencia de ideal misionero, pues cabe la posibilidad de que éste existiera pero no se pudiera llevar a la práctica por muy diversas razones. La abundancia o penuria de personal en una Orden o provincia religiosa suele estar en relación con los misioneros enviados fuera de la propia circunscripción en el sentido de que, en circunstancias nor-males, la abundancia favorece los alistamientos, mientras que la pe-nuria los dificulta. Restringiéndonos a la Orden franciscana, de la que poseemos da-tos más deiaiiados y que fue también, di pdrecer, ia que propurciun6 mayor número de misioneros americanos, todo indica que no pade-ció penuria de personal. En 1567 afirmaba el propio provincial de los franciscanos cana-rios, P. Gabriel de Rerrera, que «en esta provincia había los frailes necesarios para el servicio de ella)) T5. En 1680 moraban un total de 486 franciscanos en los 18 conven-tos del archipiélago, cifra bastante elevada si se tiene en cuenta que en Baleares sólo había 308 en once conventos y que el promedio de las diversas provincias franciscanas españolas, en esa misma fecha, era de 500 a 600 religiosos 76. Estos dos datos no nos permiten deducir ninguna conclusión de índole general, pero sí indican que la Orden franciscana estuvo en condiciones normales de aportar religiosos canarios a América. Por lo que se refiere a los agentes que favorecían u obstaculizaban el alistamiento misionero 77, respecto de Canarias merecen tenerse en cuenta tres especialmente: el de los reclutadores, el dei ambiente y el de la resistencia de los superiores. Por lo que se refiere a los reclutadores, nos consta, por ejemplo, que en 1687 se autorizó a los capuchinos Antonio Maderuelo y Mau-ro de Cintruénigo para que se desplazasen a Canarias a fin de reco-lectar religiosos con destino a las misiones capuchinas de los Llanos de Caracas, para las que se alistó el P. Antonio de Canarias Es también probable que los cuatro franciscanos canarios que en 1769 se embarcaron para la Florida fueran asimismo reclutados per-sonalmente en las islas por el comisario de la expedición, P. Jacinto de Acevedo 19. Sin embargo, parece lo más probable que este método de persua-sión personal no fuera muy frecuente en Canarias por la sencilla ra-zón de que el alejamiento del archipiélago respecto de la península les suponía a los reclutadores un tiempo y unos gastos adicionales con los que seguramente no podían contar. Es cierto que esos mismos reclutadores pudieron recurrir, cuando el sistema se puso en práctica desde finales del siglo XVII, al envio de las circulares de reclutamiento acostumbradas en la península. Pero ei método tampoco parece probable, porque esa misma razón de distancia acabada de indicar conllevaba un período de tiempo para la realización de los trámites de inscripción en las expediciones del que seguramente no disponían los reclutadores. La conclusión que se impone en este punto es que los religiosos 75. RC a los oficiales de Canarias, Madrid, 12 diciembre 1567, en MORALES PADR~N: Cedulario, 1, 66. 76. Annales Minorum, XXII, Romae, 1964, 527-551. 77. Sobre estos agentes, véase BORGES: El envio, 175260. 78. AGI, Contratación 5511. 79. AGI, Contrataci6n 5544, ff. 1 r-3 v. canarios no se vieron influidos por este método, quizá el más directo y eficaz, del sistema de reclutamiento misional. En cuanto al ambiente, este factor tuvo que influir por necesidad, pero resulta imposible saber si lo hizo favorable o desfavorablemente, o mejor dicho cuál fue la influencia que predominó. El paso continuo de expediciones misioneras por los puertos ca-narios durante la época en que el archipiélago constituyó una etapa obligada del viaje, sirvió indudablemente para que más de un reli-gioso canario se animara a pasar a América inducido por el ejemplo y hasta las persuasiones de los miembros de las expediciones misio-neras que arribaban sin cesar. Pero también cabe la posibilidad de que los desertores de esas mismas expediciones, así como los que llegaban a las islas decepcio-iiados del fievpc"$luí ídu, ejricierari los r&igiusos id&- ,, tica labor destructora a la que sabemos realizaron en la penínsulas0. D E Por lo que se refiere a los superiores, cuya postura fue, en gene-ral, opuesta al reclutamiento ", por la sencilla razón de la supervi- O n - vencia y necesidades de la propia provincia, mientras no dispongamos =m O de pruebas en contra quizá sea lo más lógico opinar que los canarios E E no se diferenciaron en nada de los peninsulares. 2 E Anotemos, finalmente, que en el caso de los franciscanos existía, = al parecer, a finales del siglo XVIII cierto obstáculo, cuya naturaleza 3 desconocemos, para que pudieran viajar a América. -- e En efecto, en 1790 se nos dice que el Consejo de Indias había m E resuelto que cesa provincia de San Diego de Canarias quede habili- O tcd~e n adeIante para la contribución de misioneros y alternativas en América en los propios términos que están las observantes de n E esta península. Que de todas las provincias (franciscanas) de España, - a incluyéndose como una de ellas esa de Canarias, se envíen religiosos 2 n necesariosn para Mainas y Quito n 0 3 O 80. Véase al respecto, BORGES: El envio, 222-235. 81, BORGE:S EZ-envio, 235246. 82. Carta del P. Manuel Nestares al provincial franciscano de Canarias, Madrid, 12 julio 1790, en BCHAURNoBticEias:, 304. |
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