POESIA
Conquistaré el azd ávido de plumaje.
MIGUOL IIERN~NDEZ
HOiUENAJE A ANTONlO MACHADO
1
Me dicen que te cante y se me nubla el habla.
No sé, Antonio Machado, que tiene tu contacto
de pulso bajo el ala,
de nube en la pupila, de nudo en la garganta.
Tal vez si recordáramos...
Era, Antonio Machado,
el tiempo aquel del hacha
vengadora en la plaza,
del taco a flor de labios
junto al nombre de Espafia.
Tú estabas alentando
la EspaHa de la rabia
y de la idea, y llegabas
a la raíz del árbol
con un abierto canto
de olas bravas,
en tanto que yo estaba
enfrente, al otro lado
de la vida, dejado,
sin suefio ni esperanza,
de la mano
del sol que tu cantabas.
Era, Antonio Machado,
el tiempo aquel de marras,
el tiempo -hablando en plata-que
quedó como un trapo
a los ojos del llanto;
el tiempo aquel del hacha
vengadora en la plaza,
del taco a flor de labios
junto al nombre de España.
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Vivíamos en campos
diferentes, sin nada
de común que animara
el viento de un, abrazo.
En uno despertaba
la claridad más clara;
en el otro, el oscuro más cerrado,
m& carbón y m& luto se adueñaba
del despertar humano.
Era, Antonio Machado,
el tiempo aquel que el mundo puso a raya,
el tiempo aquel en mala
hora en la tierra sonado,
el tiempo aquel del hacha
vengadora en la plaza,
del taco a flor de labios
junto al nombre de EspaHa.
Hoy, Antonio Machado,
tu deseo es un sol que se derrama
sobre todas las almas
que esperan el milagro
de la paz y del alba;
un sol que abre las puertas del espacio
desde tus nunca clausurados labios,
un sol al que tú diste la palabra,
un sol que, si contigo está enterrado
del polvo enamorado,
vistiendo la morada
del gusano,
nos irá en todo tiempo iluminando
pues se ha ganado el corazdn de Españ.a.
2
Por el reloj incontrolable
de España,
puesto en hora, miradle.
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Por la puerta de Espafia
que se abre clandestinamente, miradle.
Por el ojo sin llave
de los ríos, por un rayo del alma,
por la herida entrañable,
miradle.
Mirad, mirad a Bspafia,
la España insobornable,
la endemoniada
España
que se quedó sin angel,
y que grita: iLos árboles
que callan
no son hijos de España!
Miradle.
Miradla.
España es el poeta que, en desgracia,
con el pueblo declara:
Si wo sirve el coraje
pnru nada,
echad todo su fuego al agua.
Mas echad, porque vale,
su palabra
a la calle.
Miradle.
Estáis mirando a España.
A traves de la llama
que se levfinta
Y cael
y vuelve a levantarse,
miradIe.
(Para algo teneis ojos en la cara:
para ver la verdad en lo que cabe,
para ver que en Espafia
no toda nube es mala,
no todo alienta en balde,
no todos son oscuros habitantes,
no todos, en las ramas
-miradle-,
son pájaros sin alas,
no todo es azadún para enterrarse.)
Mas recordad, no obstante,
aquella -aún hoy- España,
aquella negra mancha
que dijo un dia al aire:
no se pasa,
por api, desde hoy, no pasa nadie.
Vuelvo y digo: ,Miradle.
Estais mirando a España.
Es sangre de su sangre,
es voz que pide arrestos que la salven.
Por el reloj incontrolable
de España,
puesto en hora, miradle.
Aquella Espafin grave
no es ya la misma España.
España tiene hambre
de España.
España, por su cauce,
entre la espada
y la pared nos canta
-miradle-con
la cabeza alta.
Su luz esta plantada,
sin plantarse,
en los campos de Espafía.
Ya sabeis, ya se snbc
-la cosa esta bien clara-:
ILos arboles
que callan
no son hijos de España!
Mirad1 e.
En Antonio Machado está la clave.
Miradle cara a cara
y bebed en sus ojos espaciales
toda la luz y la verdad de España.
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